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La fortuna de Derbez

Jorge Zepeda Patterson

En teoría los mexicanos deberíamos sentirnos conmovidos por los enormes progresos de Luis Ernesto Derbez. Hace apenas un sexenio era un cuadro intermedio del Banco Mundial; hoy gracias al progreso foxista está negociando su nombramiento como titular de un importante organismo internacional, la OEA. Algo que ningún mexicano ha conseguido antes, incluidos los ex presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, quienes buscaron con desesperación infructuosa hacerse cargo de alguna institución de importancia mundial (Salinas la Organización Mundial del Comercio; Zedillo la propia OEA).

Derbez es un extraño caso de ascensión por incompetencia. Su carrera reciente constituye una demostración palpable de que ni la inteligencia, ni la simpatía son necesarias para ascender a las altas esferas. Sus mayores virtudes proceden de un apellido que lo vincula a un importante cómico, una apariencia que hace recordar a Enrique Álvarez Félix, el fallido hijo de María Félix, y una enorme fortuna para estar disponible y con las credenciales adecuadas, en las circunstancias correctas.

Fue secretario de Economía porque Eduardo Sojo, el verdadero cerebro económico del equipo foxista, decidió que se quedaría en una de las cuatro flamantes coordinaciones que inventó el presidente y la única que se mantiene vigente. Difícilmente se le recuerda en su paso por la Secretaría de Economía, salvo por los frecuentes corajes que hacía porque no se daba importancia a su dependencia y porque en la reuniones de gabinete su silla quedaba muy alejada del primer círculo. A principios del año pasado, llegó a la Cancillería de carambola: el PAN necesitaba sacar a Fernando Canales Clariond del Gobierno de Nuevo León por petición del candidato panista a la gubernatura (quien se quejaba de que con el gobernador Canales al mando, el PAN perdería el Estado, lo cual efectivamente sucedió). Como al PAN no le convenía destituir a Canales, el presidente decidió removerlo “hacia arriba” y nombrarlo miembro del gabinete. La Secretaría de Economía era ideal, salvo por el hecho de que estaba ocupada por Derbez. La oportuna renuncia de Jorge Castañeda vino a resolver el problema. Aunque Derbez carecía de trayectoria en el sector diplomático, por alguna razón Fox creyó que su experiencia como economista del Banco Mundial lo capacitaba para dirigir la política exterior mexicana.

Hace 22 meses escribí que su designación resultaba penosa e injusta para la extraordinaria tradición y profesionalismo del servicio exterior mexicano. Me parecía que Derbez no sólo carecía de la experiencia diplomática básica; tampoco era versado en asuntos jurídicos, ni se caracterizaba por su cultura o su formación humanística. Peor aún, los desplantes y las actitudes poco “diplomáticas” han sido una constante en su carrera.

Los meses transcurridos no han hecho sino confirmar los pronósticos. El canciller se ha dedicado a hacer ajuste de cuentas (removiendo embajadores) y a protagonizar devaneos en la pasarela que le han llevado a creer que podía ser candidato a la presidencia del país. El principal logro en su periodo fue la negativa de México a participar en el conflicto de Irak, pero esa fue una decisión de Los Pinos y en última instancia, de la opinión pública nacional contraria a la guerra. En cambio, México ha perdido liderazgo en todo el orbe. Hace apenas unos días los países del Sur del continente conformaron una confederación sudamericana que podría ser el arranque de una especie de comunidad europea. México fue “convenientemente” marginado por sus competidores. Brasil, el “rival” diplomático de nuestro país ha adquirido un liderazgo creciente y está ganando la partida para quedarse con el asiento permanente que le tocaría a los países latinos en la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU.

Muchos mexicanos podrían pensar que debemos apoyar el nombramiento de Derbez en la OEA como si se tratase de un triunfo nacional, independientemente del partido en que milita. Sin embargo, no es así. No estamos hablando de medallas olímpicas, sino de estrategias y responsabilidades en materia de política internacional. Sería una lástima que esta distinción no recayera en algún prestigiado internacionalista del afamado cuerpo diplomático mexicano, capaz de ofrecer garantías de una gestión responsable y sabia. Pero más importante aún. Ha sido tal el desprecio y el desconocimiento de la administración de Fox a los entresijos de la diplomacia internacional, que corremos el riesgo de que en su afán por obtener este escaño para Derbez su Gobierno comprometa la posición de México en áreas estratégicas de la geopolítica regional. Por ejemplo, Fox podría lograr su objetivo si cediera a Brasil el asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Ello equivaldría a ofrecer las escrituras de una casa a cambio de un fin de semana en la playa. La titularidad de la OEA cambiaría en el siguiente periodo, mientras que un asiento permanente entre las grandes potencias haría de Brasil o de México, uno de los protagonistas claves en la historia política mundial. Por otra parte, sólo podemos especular sobre la naturaleza de las promesas que se están haciendo a los países centroamericanos para obtener un voto favorable.

La elección de Derbez en la OEA sería percibida por Fox como uno de los grandes triunfos de su sexenio. Pero no es más que un acto de frivolidad cuya factura podría ser excesiva. No hay un proyecto, una tesis mexicana, una concepción internacionalista de la que sea portador Derbez “de México para el mundo”. Hay simplemente un funcionario insustancial, enamorado de su propia importancia, que goza una vez más de la rueda de la fortuna, con cargo al país.

(jzepeda52@aol.com)

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