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La Guadalupana

Adela Celorio

Y bueno Virgencita, sólo una cosa más; después de todo soy el presidente ¿no? Hazme el milagrote de que la Señora Marta se cure de la gravísima verborrea que padece. Nomás mientras termina el sexenio Lupita, ya después no importa, total ni quién le vaya a hacer caso.

El único asidero firme y confiable con que contamos los mexicanos, sigue siendo la Guadalupana. Estando bien con la Virgen ni para qué molestar a su Hijo que anda siempre tan ocupado con asuntos de gran trascendencia.

No por nada cualquiera que quiere ser alguien en este país, se apalanca con la Virgencita. Es por eso que durante todo el año, pero muy especialmente en estos días en que festejamos su aparición aquí en nuestras tierras, los peregrinos fluyen en caudalosas corrientes hacia la Basílica: Banqueros y narcotraficantes, políticos y secuestradores. Caballeros y pedestres. Agradecidos, devotos y pedigüeños, hacemos acto de presencia y aprovechamos para presentar nuestras peticiones.

Yo sé que todos somos sus hijos y que Ella no hace distinciones, pero me preocupa su excesiva vocación democrática cuando por ejemplo: imagino a unos secuestradores ante el altarcito que con veladoras encendidas han puesto en su guarida, y en el que frente al pobre secuestrado que los observa: la boca sellada con cinta canela y los pies encadenados; los canallas le rezan a la Virgen más o menos así: -Mira Lupita, si todo sale bien, nos mochamos contigo. Si no, pues ya sabes, este güey se va al foso y la lana no va ser ni para Dios ni para el diablo, así que ?ay tú decides.

Yo digo que alguien tendría que impedir que hasta los delincuentes se encomienden a la Virgen. ¿Por qué no se encomiendan mejor a la Santa Muerte? ¿a ver?

Pero volviendo a las peticiones, imagino que nuestro Fox, devoto como es él, pedirá humildemente: Concédeme Madrecita unos ciudadanos de más creciditos porque lo que es con éstos, no hay modo de que pase nada. Dicen que quieren un cambio pero siguen como niños chiquitos nomás esperando que yo solito les haga el milagro. Además ¿te has fijado que me echan la culpa de todos sus males?

Y bueno Virgencita, sólo una cosa más; después de todo soy el presidente ¿no? Hazme el milagrote de que la Señora Marta se cure de la gravísima verborrea que padece. Nomás mientras termina el sexenio Lupita, ya después no importa, total ni quién le vaya a hacer caso.

A Madrazo, me lo imagino exigiendo: Mira Guadalupe, necesito que estos güeyes pierdan la memoria para que voten por mí. Si me ayudas con los trámites, te abro una cuentecita en Suiza.

Y a López Obrador amenazante: Si no me libras ya de tanto compló, te juro Lupe que te mando una poesía de Bejarano para que veas que feo se siente.

Yo por mi parte, le llevé unas flores y al verla tan agobiada ya no la quise molestar. Creo que debemos dejarla descansar tantito porque según está el ambiente político, dentro de poco vamos a necesitar a la Guadalupana fresca y alerta. adelace@avantel.net

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