“Para sentencia no basta
cualquier verdad: ha de ser un desengaño sublime y recóndito”.
Baltasar Gracián
Vicente Fox fue recibido en México y en el mundo con una cascada de bienaventuranzas. Gran carácter, entereza, enjundia, firmeza, eficacia, nobleza todos esos atributos y muchos más le fueron encontrados. Cierta embriaguez colectiva lo mitificó. Cuarenta y ocho meses después al mismo individuo se le imputa debilidad, sumisión a su mujer, desorden mental, tibieza de carácter, cortedad de miras y mucho más. La prensa de los últimos meses ha sido terrible. La prensa internacional de los últimos diez días es quizá el peor golpeteo al que ha sido sometido un presidente mexicano en décadas. Queda sin embargo una esperanza. La naturaleza humana es indescifrable, pero da pistas. Los excesos, las reacciones pendulares de la prensa no son determinantes. Sí lo son los efectos sobre quien gobierna. Hoy queda claro que la generosa dotación de elogios y bienaventuranzas le sentaron muy mal a Vicente Fox. Confiado, displicente, lejano a cualquier ejercicio de autocrítica, el Presidente cometió errores muy graves. La relación con su esposa, el poco conocimiento humano de su equipo, su obsesión contra el PRI, su descuido del discurso, la veleidad de sus decisiones, etc. Ha pasado de la cima a la sima. Pero no todo está perdido. El país está en paz. La economía se recupera. Las instituciones que él tanto despreció operan e incluso protegen a una administración tocada por el desorden y la carencia de profesionalismo. Si Vicente Fox asume la lección de Gracián y lleva las sentencias lanzadas contra él a un desengaño “sublime y recóndito”, si se crece con el castigo puede dejar una herencia considerable. Todos debemos coadyuvar a que así sea. Después de la declaración del lunes pasado, el Presidente está hoy en la posibilidad real de acallar el terrible ruido que le generó la costosa indefinición de su esposa sobre 2006. Por mucho su mayor vulnerabilidad era ese. Si además el Presidente toma distancia del proceso electoral y no la juega contra López Obrador, contra el PRI y a favor de un solo precandidato, su secretario de Gobernación, Fox podría recuperar un espacio arbitral clave. ¿Es mucho pedir? La pregunta es si aprendió la lección de 2003. Durante los primeros tres años su Gobierno apostó a ganar la mayoría en la Cámara de Diputados. Muchas negociaciones importantísimas para el país se derrumbaron por el doble carácter de Presidente y jefe de campaña que él asumió. Llevó las cosas a tal extremo que se enfrentó con el IFE con motivo de los millonarios spots de televisión. Y sin embargo el PAN salió severamente castigado. ¿Qué ganó? Nada y en cambio perdió un tiempo valiosísimo. Al Presidente le quedan dos años muy buenos. Los últimos días le muestran lo mucho que puede avanzar si hace un trabajo de estadista. La negociación entre el IPAB, la Secretaría de Hacienda y la banca sin duda nos sitúa en un nivel de discusión muy diferente. Es un gran logro. La discusión fiscal en la Conago abre más que una rendija, es una amplia puerta de entrada a una agenda impostergable. Si el Presidente se asume como negociador imparcial y ejerce liderazgo tanto dentro de su partido como con la oposición, en los próximos meses podríamos ver una Reforma Fiscal amplia. Qué mejor. Pero hay más luces en el horizonte. La gran marcha y el tema de seguridad ofrecen al Presidente una gran oportunidad de beneficiar a millones de mexicanos. La presión de la opinión pública es su gran aliado. Su iniciativa de reforma al Código Penal y en general al sistema de seguridad pública es un excelente punto de arranque. Se puede convertir en una de sus mayores aportaciones. Sería histórica, una verdadera sacudida a los peores horrores que aquejan a la ciudadanía y ventilar los hediondos sótanos de la impunidad y la corrupción. Sin falso optimismo pueden sacar esa reforma. El asunto de las pensiones lentamente ha ido calando en la opinión pública. Las prebendas y privilegios de los sindicatos se vuelven cada día menos defendibles. Están a punto de convertirse en una auténtica afrenta al sentido común. La Secretaría de Hacienda, la dirección del IMSS y la del ISSSTE tienen propuestas viables y atractivas. Si éstas lograsen pasar, el alivio para las finanzas sería mayúsculo. ¿Por qué no? Hay más, si el Presidente asume con verdadero rigor los asuntos de malos manejos o franca corrupción que le han caído cerca, la Lotería Nacional y los donativos a Provida los más recientes, sin duda elevaría el nivel de la discusión. Ello le daría de nuevo una estatura para lidiar con cuestiones de alta complejidad. Observará el lector que todos los supuestos exigen una condición básica: que el Presidente se situé más allá de la contienda electoral de 2006. Sin ese cambio de actitud nada es viable. Si el Presidente quiere cosechar la propuesta de Conago para llevar una medallita a su partido, el asunto se va a pudrir. Lo mismo ocurre con pensiones o con seguridad. Si vuelve a incurrir en el error de pensar que puede incidir en la elección o en la selección de candidato de su partido, todo estará perdido. Pero el cambio de actitud tiene otras ventajas. El Presidente enfrenta dos bombas de tiempo: el proceso de desafuero de López Obrador y las consignaciones del Fiscal Especial. Son dos procesos jurídicos de gran complejidad que mal conducidos podrían tener consecuencias inimaginables. Ojo: no se trata de negociar la Ley, pero si de negociar lo negociable. ¿Cuál es la estrategia? Si el Jefe de Gobierno logra convencer a la opinión pública de que se trata de un expediente armado y de que no hay voluntad para salir del embrollo, la sospecha de la carga política echará a perder todo. Ni siquiera se lograría el beneficio de la pedagogía de un Estado de Derecho en tanto que siempre quedará la duda de que el asunto fue armado. Debería quedar claro que el Gobierno Federal hizo todo lo posible dentro de sus márgenes por no llegar al callejón sin salida. Algo similar ocurre con la Fiscalía. Si se comprueba que a pesar de no tener viabilidad jurídica se permitió inflar las expectativas para dañar políticamente a los priístas y sus antecesores en el poder, el sano ánimo de justicia y de verdad se pervertirá. Si el Ejecutivo a través de la Fiscalía cae en la irresponsabilidad de enviar una serie de consignaciones insostenibles para que el culpable de la película sea el Judicial, se dudará de la intención. Un Presidente nunca puede garantizar castigos, sí el agotamiento de los caminos de la Ley. Ese es el gran avance. Vicente Fox tiene una herencia posible. Veremos si el castigo sirvió de algo. Hay una condición: que actúe con visión de Estado.