En 1790 a.C., los hiksos, grupo semítico (descendientes de Sem, hijo de Noé), habían ocupado el territorio del antiguo Egipto; eran sirios que se relacionaron excelentemente bien con los hebreos, pueblo nómada del Oriente Medio. Finalmente cayeron en 1580 a.C., cuando Amosis I recuperó el poder y fundó la ciudad de Tebas.
Es claro que los hebreos eran vistos con recelo por el pueblo Egipcio, al que habían traicionado con su relación de apoyo y cordialidad manifestada a los sirios durante la ocupación, así que no era de extrañar que, con el paso del tiempo, perdieran su libertad y terminaran siendo esclavos, obligándolos además a trabajar en la construcción de su ciudad y sus pirámides. Con todo, fueron multiplicándose, de tal suerte que se transformaron en una amenaza para la seguridad del pueblo del Nilo, máxime con los antecedentes históricos que ya existían.
Siendo así, el Faraón ordenó que todos los primogénitos del pueblo hebreo fueran lanzados a las aguas del Nilo, en un esfuerzo por disminuir el número de ellos y controlar la amenaza que representaban.
Existe una bella historia del antiguo Egipto, narrada por Ikram Antaki, en su libro “Religiones”: “Amram y Yokebed eran padres de un bebé hermoso al que debían sacrificar. Planeando inteligentemente su salvación decidieron depositarlo en una canasta y dejarlo a la merced de la corriente del río Nilo, siendo encontrado por una hija del Faraón llamada Bytia, que lo adoptó y entregó a la propia madre, esclava a su servicio, para que fuera amamantado. A ese niño le llamaron “El salvado de las aguas” (Moisés), que creció absorbiendo la sabiduría egipcia, recibiendo una educación privilegiada para esos tiempos por ser hijo adoptivo de una princesa”.
Pasados los años, Moisés, ya conocedor de sus orígenes, tuvo una discusión con un egipcio que maltrataba a sus trabajadores hebreos; lo atacó con violencia matándole, enterrándolo en la arena en un intento de borrar su delito. Para su desgracia, al día siguiente tuvo una nueva dificultad, ahora con hebreos que en venganza denunciaron el crimen que cometiera anteriormente, quedándole la única alternativa de salvación: escapar al desierto, a la tierra de Madián.
Vivió al lado de los beduinos, grupos nómadas de árabes y en cierta ocasión observó que las hijas del líder Jethro (Éxodo, Cap. Dos) eran atacadas por unos rufianes. Las defendió recibiendo a cambio el agradecimiento eterno del padre de las muchachas, que le entregó en matrimonio a Séfora, otra de sus hijas, con quien procreó a Guersom y Eliezar.
Siguió pastoreando los rebaños hasta que descubrió una zarza que ardía y acercándose a ella escuchó la palabra de Yavé que le ordenaba ir a Egipto y rescatar a sus hermanos de etnia. Otras versiones hablan del hombre culto que conocedor del desierto sabía de la existencia de la Fraxinella, planta que secreta un aceite altamente inflamable, que con el calor del desierto arde sin quemar al vegetal; otros más describen a un gusano que parasita a los arbustos Torantus, que tienen grandes hojas de color rojo, que con su peso provocan movimientos que a la distancia les hacen aparecer ardiendo.
Moisés regresó a Egipto donde se entrevistó con el faraón que de primera intención negó la libertad de los esclavos, mano de obra necesaria para la construcción de sus edificios conmemorativos.
La amenaza no se hizo esperar y se cumplió con la presencia de las plagas; entre otras, la de la conversión en sangre de las aguas del río Nilo, hecho que se justifica para los estudiosos no creyentes, por la llegada de las crecientes de aguas cargadas de limo y barro rojo arrastradas desde el alto Egipto, que les hace parecer enrojecidas; como sangre. La humedad que provocaban en el ambiente caluroso los aniegos del caudaloso río atraía a una gran cantidad de insectos, como la mosca o la langosta, que sirvieron para presionar al Faraón a que accediera a conceder la libertad de los hebreos. Con la presencia de insectos se multiplicaban las ranas y aparecieron epidemias causadas por gusanos que perforaban la piel del ganado menor provocándoles úlceras (otra más de las afamadas plagas).
Finalmente, Moisés le advirtió a Ramsés II, que morirían los primogénitos del reino, amenaza con la que logró la autorización para que los hebreos abandonasen Egipto e iniciaran el éxodo que duraría casi 40 años.
Moisés, conocedor del desierto y sus secretos (recuerden que era un hombre con educación sobresaliente), hizo atravesar a su pueblo por el lecho seco de los lagos de Amer, hoy separados del canal de Suez, dando origen a la historia del paso por el mar Rojo.
Así empieza el éxodo que tiene diferentes pasajes interesantes, como la entrega del maná del cielo, que al decir de algunos científicos corresponde a la exudación azucarada de una planta conocida como Tameris Manífera o Gallica, de la que los beduinos, pastores del desierto, se han beneficiado desde siempre.
Con lo anterior, Moisés el líder, logra solidificar un prestigio indiscutible ante el pueblo hebreo que lo reconoce como el escogido de Yavé, aunque aún debe luchar contra las creencias paganas, como cuando les rompió el carnero de oro construido en memoria de Apis, dios de los egipcios y ordenó la muerte de tres mil de sus seguidores, quedándose únicamente con los levitas, tribu a la que él pertenecía y por lo tanto era de sus confianzas.
También les entrega las tablas que contienen los Mandamientos de Yavé, haciéndoles prometer fidelidad y obediencia a Dios, entregándoles a cambio la promesa del usufructo de las tierras que pisaban en esos momentos, constituyendo así la Alianza de los hebreos con el Dios innombrable.
Hasta entonces los hebreos eran considerados por los otros pueblos habitantes de las márgenes de los ríos del Oriente Medio como pastores salvajes, ignorantes y ladrones, ineducables e ingobernables, que se alimentaban de carne cruda, esto según cartas babilónicas encontradas en Mari.
Con el tiempo se asientan en las tierras de Canaán, Palestina, con base a la tradición legada por transmisión oral, luego escrita en la Torá (Pentateuco de los Cristianos) crean las bases que les legitiman para declararla su tierra, entregada a ellos por disposición divina. Pleito entre los pobladores de Oriente Medio que todos seguimos padeciendo.
Ésos son los antecedentes más remotos del problema israelí-palestino, construidos por la sobrada inteligencia de un hombre sobresaliente de su tiempo, un líder educado en la excelencia de las escuelas egipcias de hace miles de años, preparado para jugar un papel protagónico importante en la historia del mundo.
La historia moderna Usted ya la conoce, luego de que Ariel Sharon hace lo necesario para acrecentar, aún más, las diferencias entre judíos y palestinos profundizando los resabios existentes. ¿Qué otros intereses habrá de fondo? Yo espero que la inteligencia humana encuentre solución al conflicto, en tanto, le he querido compartir algunos datos históricos, útiles para que Usted forme su propio criterio.
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