Durango

La ilusión de ser niño

Enfermedades sociales golpean a menores

Roberto Carlos y Jonathan Carlos, ambos de apellidos Chávez González, de 13 y 5 años de edad, respectivamente, todavía tienen la ilusión de que algo bueno suceda en su vida. Tal vez la legislación estatal pueda hacer más por ellos y que no se acuerden sólo en el Día del Niño.

Deben trabajar en la calle en la mañana. Su vida es un abismo en comparación con la de Hugo Alejandro Camacho y la de Ángel Delgado, los dos de ocho años, de buena familia y de holgada posición económica.

Roberto va de carro en carro cuando se pone en rojo el semáforo y carga dos bolsas de limones que vende en cinco pesos cada una. También le ayuda en ocasiones su hermano de cinco años. Su padre dice que tiene ácido úrico y que no puede trabajar (pero sí puede vigilarlos). Es un sexagenario que cuida la reja de limones y surte a los niños.

Roberto hace unos años venía a El Siglo de Durango con una gran sonrisa. Hoy esa mueca desapareció y fue sustituida por un rostro de tristeza. Reconoce a quienes antes le compraban dulces en esta casa editora, pero su cara nuevamente se transforma y baja la mirada. Su expresión de alegría se desvanece poco a poco.

Se está dando cuenta de que la vida es dura y que hay que trabajar. Su hermano menor sí sonríe. Simpáticamente se acerca a la entrevista y dice su nombre con mucho entusiasmo y comenta con orgullo que también vende limones en la calle, pero es posible que en algunos años su rostro cambie, por uno depresivo.

Hugo y Ángel, ambos de segundo año del Colegio Guadiana, sonrientes y participativos. Rápidamente quieren ser entrevistados en el cubículo de Coordinación Escolar. Ellos, seguramente, no conocerán la calle. Podrán estar bajo otros peligros, pero nunca tendrán el sabor de la pobreza ni de la ardua labor que representa pasar hasta ocho horas seguidas bajo el sol en un crucero, en el que la mayor parte de los automovilistas dice: ¡No tengo! ¡Gracias! ¡A la vuelta! ¡No traigo! Roberto, con su mirada, les dice que por favor le compren algo, pues es duro estar bajo los rayos del sol, mientras, atrás, su padre le vigila. Aunque los padres siempre niegan que hay explotación.

Lo único común que se pudo encontrar en los cuatro niños fue que ninguno conoce sus derechos y la protección que les confiere la Ley para la Protección de los Derechos de las Niñas, los Niños y Adolescentes en el Estado de Durango, que debe hacer efectiva la Procuraduría de la Defensa del Menor la Mujer y la Familia del DIF Estatal.

Una ley que no termina con los niños de la calle

La Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia tiene poca capacidad de atención a las demandas de los niños que trabajan en la calle. La explotación laboral infantil se hace presente fácilmente. Muchos niños obtienen buenas ganancias en dinero por lo que venden. Existen en el estado de Durango un total de 668 mil 893 niños entre los cero y los 19 años de edad. La mayor parte se concentra entre los 5 y los 14.

En 20 delegaciones de DIF municipales se atendieron en el 2003 mil 700 niños dentro de la Procuraduría, por cierto tipo de maltrato infantil, que fue señalado por negligencia en su mayoría. Algunos casos determinan acciones agresivas contra los niños, pero son menos los casos, según dice Martha Edna Nogueira, titular de la Procuraduría de la Defensa del Menor, la Mujer y la Familia.

En el municipio de Durango existe un padrón de entre 160 y 170 niños que laboran en la calle, pero hay otros más que se unen y que no están en la lista del Programa de Atención a Menores y Adolescentes en Riesgo de la misma institución. Algunos reciben ayuda del DIF, pero otros simplemente la rechazan porque no les reditúa financieramente. Dicen que pierden más con la ayuda del DIF Estatal que con el tiempo que invierten ?trabajando?.

La Ley para la Protección de los Derechos de las Niñas, los Niños y Adolescentes en el Estado de Durango sólo protege a los menores y adolescentes que tienen hasta 18 años cumplidos.

En el capítulo IV de esta ley, en su artículo 51, dice que: ?los sistemas estatales y municipales para el Desarrollo Integral de la Familia, en coordinación con organismos e instituciones privadas, impulsarán e implementarán medidas tendientes a prevenir y evitar que los menores realicen actividades marginales o de sobrevivencia llevando a cabo las acciones que se requieran para protegerlos y evitar su explotación?.

Los padres de familia que dicen estar en pobreza extrema utilizan a sus hijos para que ellos trabajen por ellos. En el caso del menor René Cabrales, de 12 años de edad, (identificable por su pequeña estatura), que labora en el crucero de 20 de Noviembre y Lázaro Cárdenas, manifiesta que labora todo el día y los fines de semana, parte de la noche vendiendo periódico o flores. Su madre es la que se beneficia con la mayor parte del dinero, pues tiene varios hijos que hacen lo mismo. Ella sólo coordina sus acciones.

Los niños por conveniencia dicen que no son explotados, ante la ignorancia de lo que quiere decir todavía a su corta edad, mientras los padres afirman que constantemente los vigilan y que no están solos, por lo que indican que tienen cuidado de ellos. La aplicación de la ley entonces se queda corta, resulta inoperante y aberrante ante la realidad.

No hay educación de calidad

La legislación de protección infantil y para los adolescentes marca en su artículo, en su fracción IV, inciso e), que los niños tienen derecho a recibir educación de calidad. Para Roberto, una escuela de calidad dista mucho de la que asiste por las tardes. Una escuela de calidad que alguna vez ha visto (sólo por fuera, porque no se le permite entrar, ya que es también discriminado) tiene bardas bien pintadas, un jardín adecuado, canchas amplias, balones, aulas limpias, pupitres bien estructurados y refiere que los niños llevan uniforme.

Jonathan apenas va al ?kinder?, dice, y no tiene idea de qué es educación de calidad (de lo que también se obliga a la Procuraduría para informar a los niños).

Para Hugo y Ángel, quienes estudian en el Colegio Guadiana, una escuela de calidad es una institución en la que tienen respeto de sus maestros y de sus compañeros y donde se les enseñe con formas adecuadas, pues nunca han tenido que pasar por las carencias de algo que les pudiera hacer falta, como un lápiz, un cuaderno y hasta un desayuno para poder poner atención a la clase, porque de lo contrario tendrán dolores de estómago.

Dice Roberto que recibe un poco de leche y galletas en el desayuno, también Jonathan (recordaron que sí les daban alimentos por la mañana, pero en esos momentos estaban trabajando en la calle). Su padre, que pronto se acercó a tratar de terminar la entrevista, pronto les ordenó que fueran a trabajar, porque ya se iban (intentando proporcionar la menor información posible), tratando de no evidenciarse de que no estaban yendo a la escuela.

La falta de dinero en la familia pone en disyuntiva las prioridades: van a trabajar o trabajan para comer.

Hugo y Ángel nunca se han imaginado que algún día pudieran estar en la calle, pero dicen que deben respetar a los niños que hacen actividades en este lugar. Los padres de ellos se manifiestan amor y cariño. Hay respeto y pocos problemas económicos. Durante la mañana van a la escuela y por la tarde comen, descansan un poco, hacen una hora de tarea, juegan y se van a dormir. Una experiencia muy distinta a los niños de la calle.

Las enfermedades sociales que afectan a los niños

El DIF Nacional diseñó un programa llamado de Atención a Menores y Adolescentes en Riesgo, con el que se encaminan acciones para prevenir y atender fenómenos sociales como violencia intrafamiliar, alcoholismo, farmacodependencia, embarazos en adolescentes, pornografía infantil y abuso de menores.

El PAMAR, en coordinación con 20 delegaciones ubicadas en los municipios de Durango, ponen en marcha este programa en el que se incluyen vertientes distintas. Sus principales estrategias son las de obtener un contacto directo con las escuelas, a través del Comité Estatal de Vigilancia de los Derechos de los Niños. En las escuelas se forman comandos infantiles cono la finalidad de prevenir las enfermedades sociales y se tiene un universo aproximado de atención de casi 26 mil niños.

SUEÑO

Derechos olvidados

Aunque la ley proteja a los menores y grandes cantidades de tinta se han derramado para pronuciamientos en su favor y para destacar sus derechos, la realidad que vive la mayoría es muy diferente a lo expresado.

Los niños tienen derecho:

· A ser protegidos y orientados contra el consumo de drogas, estupefacientes, uso de tecnologías o cualquier otra cosa que les genere estado de dependencia o adicción.

· A expresar su opinión libremente, conocer sus derechos y a ser escuchados en el ámbito familiar y comunitario, así como en todo procedimiento administrativo o judicial que afecte sus esferas personal, familiar y social.

· A la vida con calidad, siendo obligación del padre y la madre, de la familia, de la sociedad, garantizar su sobrevivencia y su desarrollo, así como el acceso a los medios y mecanismos necesarios para ello.

· A la no discriminación, por lo que la observancia a sus derechos se hará sin distinción alguna, independientemente del fenotipo, color, sexo, idioma, religión, opinión, origen nacional, étnico o socia, posición económica, impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra condición.

· A ser protegidos contra toda forma de explotación.

FUENTE: Ley para la Protección de los Derechos de las Niñas, los Niños y Adolescentes en el Estado de Durango

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