Transcurre un año más del México independiente y de nuevo disfrutamos fiestas conmemorativas por los aparentes resultados obtenidos; gozamos de ferias, bailes, espectáculos diversos y el famoso Grito de la noche del 15 de septiembre y pocos mexicanos se ocupan de recordar a fondo, los hechos históricos, los propósitos por los que se dieron y sus consecuencias.
Curiosamente, previo a los días del mayor festejo aparece por México el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Kofi Annan, que fue atendido por autoridades políticas encabezadas por el Presidente de México acompañado por algunos elementos de su gabinete y representantes de la iniciativa privada.
Coincidentemente se retoma para publicitar un boletín generado por la sala de prensa de la ONU, fechado el 21 de abril del presente año, en el que da a conocer el informe “provocador” denominado: “La Democracia en América Latina: Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos”, base de sendas reuniones de trabajos y discusiones.
Se analiza desde distintos ángulos el desarrollo de la democracia en América Latina, dejando como resultado un informe muy extenso, realizado por expertos independientes y directivos del organismo, entre ellos Dante Caputo, director del Proyecto de Democracia y Elena Martínez, directora regional para América Latina y el Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
En general se afirma que hay claras evidencias del avance en el establecimiento de la democracia como sistema político, especialmente cuando menciona que prácticamente todos los líderes de países latinoamericanos han sido elegidos por medio del voto, que está siendo respetado como el derecho fundamental que es; también hablan de la mayor oportunidad de los ciudadanos para participar en la vida política y en la formación de partidos y sobre todo, la obediencia a las leyes electorales en casi todos los Estados.
México sobresale con buenas calificaciones por su avance, especialmente en lo relativo al respeto del proceso electoral y la preocupación por aportar medios para que la democratización continúe.
Sin embargo no todo es positivo; las advertencias son claras con relación a que debemos trabajar en revalorar el ámbito en que se dan las decisiones fundamentales, legitimar a los estados y sus administraciones públicas, promover y flexibilizar las opciones de política económica cuidando la estabilidad de las Naciones y considerar el impacto de la globalización que golpea a los más pobres.
Lo anterior se refiere a la inconformidad del ciudadano latinoamericano, que va en aumento al ver cómo se deteriora su economía y que su democratización, a través de la participación en las elecciones, no le ofrece mejoras evidentes en lo sustantivo familiar; que los partidos políticos no son lo suficientemente transparentes y tampoco se ven comprometidos en buscar el bien común, dejando la desagradable impresión de que solamente desean fortalecerse como organismos de poder buscando sus propios beneficios. Curiosamente los políticos dijeron creer que sus partidos no están cumpliendo adecuadamente con su rol. Se hizo notar que el 54.7 por ciento de los encuestados declararon estar de acuerdo en que se estableciera un régimen autoritario (regresar a las dictaduras) si con ello se resolvieran sus problemas económicos.
México tuvo que enfrentar la dolorosa experiencia de la lucha armada encabezada por caudillos que buscaban, curiosamente, los mismos propósitos de justicia e igualdad, claro que en otro contexto histórico y otra situación política.
En aquellos tiempos casi ningún mexicano sabía leer y bien pudiéramos decir que esa etapa ha sido salvada. La duda aparece si nos referimos al analfabetismo funcional que padecemos.
Los indígenas eran explotados y menospreciados en su condición humana; en nuestros días viven en franca amenaza de extinción, con niveles de miseria estrujante. En la actualidad más del 60 por ciento de los mexicanos no tienen forma legal de satisfacer las necesidades básicas de sus familias, además, el poder político y económico se reparte en muy pocos clanes de México, favoreciendo la injusticia social.
Durante la Independencia se luchó con dos visiones diferentes: la de los descendientes de los conquistados, con la ilusión de lograr la propia autodeterminación y recobrar la libertad perdida buscando mejores oportunidades en un país naciente; de fondo, la de los españoles emigrados, con sus familias e intereses, apoyados por mestizos, que deseaban acabar con el vasallaje impuesto por los peninsulares europeos empecinados en una lucha por el poder en el viejo continente, agotando a los americanos, exigiéndoles contribuciones más allá de lo soportable. La corrupción estaba exacerbada entre los representantes del rey, casi todos con títulos adquiridos por medio de sus dineros y relaciones, utilizando sus prerrogativas para abusar y robar, poniendo de moda la cínica frase “que se acate pero que no se cumpla” en referencia a las instrucciones que les giraba el monarca.
Actualmente los indígenas y campesinos son muy pobres, muchos de ellos orillados a la mendicidad; la mayor parte de los ciudadanos del medio urbano también viven en condiciones de alta insatisfacción; todos inconformes con la calidad de vida que llevan.
Al darse la Independencia, México quedó en un estado de lamentable miseria, indefenso, despertando los apetitos extranjeros ante el potencial de la incipiente República, dando como resultado las posteriores invasiones. La realidad mexicana se agravaba por las pésimas administraciones y el inicio de la lucha sostenida por los partidos políticos de entonces. Para ellos era más importante el interés particular que el nacional. ¿Le parece que las cosas han cambiado?
Cierto que casi hemos superado las épocas de asesinatos y matanzas físicas, sin embargo continuamos con las traiciones y los intentos, ahora, de muertes políticas, como medio para eliminar a los contrarios. Y no me refiero a Manuel López Obrador o a Santiago Creel, políticos del presente o la afamada y controvertida maestra millonaria Elba Esther Gordillo, que diariamente “guerrea” contra sus compañeros priistas, o al ex gobernador Rogelio Montemayor que “trabajó para su partido”. Le pido que recuerde a los personajes “quemados públicamente” en sexenios pasados, como Jorge Díaz Serrano o Joaquín Hernández Galicia, sólo por recordarle a dos de ellos, que aunque no eran completamente inocentes sí fueron sacrificados por el sistema.
La lucha de los mexicanos durante la Guerra de Independencia es la misma que seguimos dando en el presente: por la verdadera libertad, la justicia social, las oportunidades para todos y el logro de mejores condiciones de vida.
Como dice Dante Caputo en el citado documento: “No hay malestar con la democracia, pero hay malestar en la democracia y para resolverlo es indispensable hacer uso del instrumento más preciado que ella nos brinda: la libertad. Libertad para discutir lo que nos molesta, lo que algunos preferirían que se oculte... libertad para saber que un sistema que es casi un sinónimo de igualdad convive con la desigualdad más alta del planeta”. El mensaje es inspirador para quienes deseamos que México cambie; estimulante para seguir adelante con el esfuerzo diario por alcanzar los verdaderos propósitos nacionales.
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