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La lectura, necesidad de nuestro tiempo

Gabriel Castillo

No cabe duda que los tiempos que vivimos son tiempos de lo vertiginoso, de lo efímero, de lo intrascendente. Los jóvenes, en un buen porcentaje, le apuestan a los sentidos, a las emociones, a la adrenalina, sin poner mucha atención a los sentimientos, a la vida interior, a la espiritualidad. Nuestra sociedad con su tendencia tecnocrática desdeña esto último, le da preferencia a lo práctico, a lo útil, a la búsqueda del éxito identificado con la acumulación de bienes materiales o el escalamiento de posiciones. No es malo querer tener en una sociedad capitalista donde impera la Ley del más fuerte, donde todo se disputa, donde la competencia es una constante. Pero también es sumamente importante el buscar ser, esto es, construirnos permanentemente como personas. Afortunadamente hay otro considerable porcentaje de jóvenes en esta dinámica, en esta búsqueda.

He querido señalar lo anterior como profesor que he sido de educación primaria y superior, especialmente de educación normal, convencido del papel fundamental que la lectura está llamada a jugar todavía en nuestro tiempo. No podemos dar por concluida la “Era Gutemberg”, pues aún queda mucho qué aprovechar de la letra impresa, muchos mundos qué explorar o construir a través de ella. A pesar de lo adverso del medio ambiente social o de la influencia no siempre positiva de los medios de comunicación, observo una tendencia favorable en los niños y los jóvenes hacia la lectura. A ello ayuda que existan hoy en día ediciones extraordinarias de libros infantiles y juveniles, que se promuevan salas de lectura por organismos gubernamentales o asociaciones particulares, que se filmen películas basadas en obras literarias que son éxitos mundiales, en fin, que se empiece a generar un contexto más favorable para la lectura, mismo que debemos aprovechar los padres y los profesores.

Somos precisamente los docentes quienes tenemos relación con estudiantes de distintas edades, los que debemos asumir la idea de la lectura como experiencia de formación y transformación, además de preguntarnos: ¿Por qué los niños y los jóvenes prefieren el cine y la televisión en lugar de los libros? ¿Acaso porque van mejor con la vida moderna o porque les significan menos esfuerzo? Quizás lo que hace falta es ayudarles a entender que la lectura tiene el poder de abrir la puerta a la imaginación, a la ensoñación y por lo tanto como bien han dicho quienes han estudiado este tema, nos aporta elementos para construirnos a nosotros mismos, para ver el mundo de manera diferente, para estar en condiciones de escribir nuestra propia historia.

Estoy seguro que muchos profesores nos reconocemos como lectores tardíos de la verdadera literatura. No fuimos lectores infantiles o púberes de Julio Verne, Emilio Salgari o Alejandro Dumas. Posiblemente recordemos con agrado los domingos de la infancia cuando recorríamos con la vista las imágenes de las llamadas “tiras cómicas”, mientras nuestro padre y otro adulto nos leía el poco texto contenido en cada recuadro. Fueron los primeros contactos con la lectura. Después siguieron los libros de texto gratuito con los que aprendimos a leer en las escuelas públicas, así como las revistas de la peluquería del barrio que eran un recurso más para la práctica de la lectura. Es incuestionable que las restricciones económicas constituían (y constituyen) un factor importante en el retraso de lo que ahora conocemos como lectura literaria. Por ello nos duele saber que hay tantos niños en este país que, por su situación de pobreza, siguen teniendo limitadísimo acceso al capital cultural, pues no sólo carecen de bienes de consumo que les pueden hacer la vida menos pesada, más agradable, sino de bienes culturales que les pueden conferir dignidad, inteligencia de sí mismos y del mundo.

La lectura no debe ser un lujo para ciertos sectores o una actividad sólo para las clases pudientes. Es una necesidad en nuestro tiempo para todo aquel que quiere construirse a sí mismo, pensar, soñar, imaginar, encontrarle sentido a la vida. Especialmente la lectura literaria o de ficción, aunque aparentemente no le encontremos aplicación “práctica”. Mucha gente ha empezado a entender la importancia de contar con espacios íntimos, orientados al fortalecimiento de nuestro espíritu y ha entendido también que leer no es para aislarnos del mundo, sino para buscar elementos que nos permitan introducirnos en él de manera diferente. Existen pruebas de que los jóvenes y adultos que leen literatura, son quienes más curiosidad tienen por el llamado “mundo real”, por los temas sociales, por los asuntos de actualidad.

Por todo lo anterior y sin desdeñar la televisión y el cine, que por lo demás pasa por una especie de renacimiento muy interesante que se debe aprovechar en la actual educación, me parece de fundamental importancia la revaloración del libro en las escuelas. Nuestros alumnos desarrollarán el interés, el gusto por la lectura, en la medida que nos escuchen hablar de autores y de buenos libros, que les leamos poemas, que les contemos bellas historias recuperadas de distintos espacios y tiempos, que les pongamos en contacto con cuentistas, novelistas o poetas que les puedan resultar atractivos. No podemos perder la oportunidad de contribuir a la formación de nuevas generaciones de buenos lectores.

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