GARDNERVILLE, Nevada, EEUU (AP) .- En la carretera nacional 395, que atraviesa este pequeño pueblo, Dennis Hope vende terrenos vírgenes por la bicoca de 19,99 dólares el acre (0,4 hectárea). Ofrece lotes espaciosos cerca de sitios privilegiados: el Mar de la Tranquilidad, el Mar de la Serenidad.
No hay vecinos a la vista hasta donde se pierde el horizonte.
Claro está que no hay aire ni agua. La temperatura de día es tórrida: 110 grados centígrados. Y por la noche es frígida: 155 grados bajo cero.
Se trata de la Luna, donde millones de personas han "adquirido" lotes preferenciales. Y tienen certificados enmarcados muy vistosos para demostrarlo.
El "vendedor" de la Luna es un ex actor, ventrílocuo, concesionario de casas rodantes y vendedor de una fiambrería. Calcula que ha probado unas 96 actividades antes de abrir su propia compañía, Lunar Embassy (Embajada lunar).
Ha sido el mayor éxito de sus muchas ocupaciones.
Por momentos se muestra brusco, verborrágico, defensivo y quisquilloso. Cuando empezó a "vender" la Luna hace 23 años lo hacía más en broma que otra cosa. Ahora dice que cree a ciencia cierta que la Luna será colonizada.
Y sostiene que los más sagaces llegarán con los títulos de propiedad emitidos por su compañía.
"Creo con todo mi ser que estoy vendiendo propiedad que me pertenece", afirma. "Creemos que lo que hacemos es válido".
Lunar Embassy, con licencia del estado de Nevada, dice tener dos millones y medio de propietarios en 80 países. Más de 1.300 corporaciones han adquirido lotes, incluyendo los supermercados Safeway en Gran Bretaña, que revendieron 20.000 lotes a sus clientes.
Si bien la aventura parece divertida e inofensiva, algunos pueden arriesgar lo que no tienen para comprar su sueño lunar. En Rumania, donde el salario mensual equivale a unos 100 dólares, algunas personas están dispuestas a pagar la mitad de esa suma por la promesa de vivir en la Luna.
"No me considero un artista del engaño", replica Hope. "No me considero sino un hombre de negocios que ha hallado una oportunidad".
En la oficina de Lunar Embassy se ven camisetas, placas y mapas --artículos en venta-- que publicitan el derecho de su compañía al espacio exterior.
Se sienta erguido, con los codos plantados sobre el escritorio y sus dedos tamborilean sobre el escritorio. Mira a la interlocutora con displicencia, como si explicar su actividad fuese una monumental pérdida de tiempo.
"No me diferencio de ningún otro hombre de negocios del mundo", asegura. "La única diferencia es que el producto que vendo no existe aquí".
"No lo veo como una gran diferencia", responde ante una objeción.
La transformación de Hope de cínico en convencido podría ser la consecuencia lógica de sus incontables horas en compañía de apasionados del espacio, entusiastas de "Star Trek" y empresarios dispuestos a viajar al espacio en aeronaves de fabricación privada.
"Todo lo que hay que hacer es abrir los oídos para escuchar; las posibilidades son interminables", insiste. "Estaremos en la Luna este año. Todo va a empezar a suceder".
Parece un hombre convencido de su propia prédica.
En algunos países como Rumania, Suecia, Japón, Canadá, Nueva Zelanda, Kazajistán y Rusia, Hope ha vendido "embajadas" a comerciantes locales por una tarifa única mínima de 75.000 dólares. Por contrato con Lunar Embassy, los "embajadores" están obligados a vender un número especificado de propiedades por mes.
En Rumania, por ejemplo, Adi Dragan, de Bucarest, dice haber vendido unos 200 lotes en dos años al precio de 49 dólares por 70 hectáreas. El ingreso les bastado a él y a su esposa, paralizada por un accidente laboral, para salir adelante.
Los compradores lo consideran un seguro para el futuro, afirma. Un padre flamante compró un lote, dice Dragan, en la esperanza de que algún día "mi hija vaya a la Luna".
Recientemente Hope empezó a "vender" lotes de Marte y de un satélite de Júpiter, y piensa vender pronto lotes en Mercurio.
Dice que cree tener el derecho a vender propiedades celestiales debido al Tratado del Espacio Exterior de las Naciones Unidas de 1967.
Ese tratado existe, como también una división de las Naciones Unidas, con sede en Viena, llamada Oficina para Asuntos del Espacio Exterior. Allí funciona el Comité para los Usos Pacíficos del Espacio Exterior.
El tratado, elaborado cuando Estados Unidos y la Unión Soviética libraban una carrera desenfrenada a la Luna, decretó el espacio exterior "provincia de toda la humanidad".
Hope fundamenta sus aspiraciones en el Artículo II, según el cual los satélites naturales (las lunas) y los planetas "no están sujetos a la apropiación nacional". Conjetura por lo tanto que la apropiación individual es factible.
"Éste era mi modo de decirle al mundo: muy bien, ustedes han escrito todas estas leyes y han creado estas construcciones sociológicas", sostiene. "Bien: dentro de ese esquema ustedes han dado determinadas oportunidades a los individuos, si éstos realmente desean tomarse el tiempo de estudiarlas".
Los funcionarios legales de la ONU dicen que la afirmación de Hope es infundada.
Pero en el estado de Nevada es perfectamente legal vender terrenos sobre los cuales uno no puede caminar, manejar, sobrevolar o navegar.
"Algunas personas en Nevada pueden argumentar que nuestra jurisdicción se extiende hasta la Luna, pero nosotros no lo creemos realmente", afirmó Tom Sargent, vocero de la secretaría de justicia estatal.
Mientras la compañía pague su cuota anual de 100 dólares y no haya quejas, Lunar Embassy mantiene su licencia. Hasta ahora no ha habido quejas.
Pero "vender" la Luna ha acarreado problemas a algunos de los asociados de Hope en el exterior. Por lo menos dos han sido encarcelados acusados de fraude.