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La Marcha

Patricio de la Fuente

Para mañana, los capitalinos nos hemos unido pues queremos nuestra voz sea escuchada; consideramos la unión en este caso es fundamental: marcharemos del Ángel de la Independencia al Zócalo pues creemos la inseguridad que estamos viviendo se ha transformado en un fenómeno insostenible. Quiero dejar muy en claro que estamos hastiados, enojados, preocupados y profundamente tristes pues la libertad que en esencia deberíamos tener; nos ha sido cooptada de la manera más abrupta: sobrevivimos dentro de un clima verdaderamente atípico; aunado a lo anterior las garantías individuales se ven diariamente violadas.

No es exageración: este país vive a merced del hampa y nadie ofrece soluciones viables para acabar, arrancar de tajo un fenómeno inusual que por desgracia es pan nuestro de cada día. ¿Hasta cuándo tendremos que aguantar que un puñado de hampones hacia los cuales sobran los calificativos más atroces dictaminen nuestras acciones y movimientos? Es por ello que marcharemos de forma pacífica pero al mismo tiempo enérgica para ser finalmente atendidos por un Gobierno que mucho pretexta pero cuyas acciones hacia la erradicación del fenómeno han sido francamente mediocres. En cualquier sociedad moderna –y ante todo que se preste de ser democrática- la administración en turno debe ser lo suficientemente capacitada para oír de viva voz cuáles son los problemas que aquejan o permean en el entorno para darles pronta atención. ¿Hemos sido verdaderamente eficaces a la hora de demandar soluciones? Creo que no.

Los políticos mexicanos están francamente perdidos en el abismo: desde el presidente Fox hasta Andrés Manuel López Obrador. Es inconcebible aventarnos frases del tipo de “el país marcha de maravilla” o el “hay puros complots en mi contra” cuando México entero se encuentra secuestrado por los criminales. Cierto, el problema les fue heredado a las actuales administraciones y existe una coyuntura de fondo que es muy complicada, sin embargo ni a mí ni a nadie nos han podido responder cuáles son las acciones que a continuación se llevarán a cabo para –si no resolverlo- por lo menos menguar el alcance que las organizaciones criminales tienen sobre una sociedad harta hasta la médula de un puñado de funcionarios ineficientes a los cuales el don de la palabra se les da de maravilla pero a la hora de la verdad sólo quedan silencios que nos lastiman profundamente a todos.

La cuestión que hoy reseñamos trasciende el ámbito político, va mucho más allá y sus raíces se encuentran en una triste realidad; la de un país que no acaba de florecer, que vive crisis tras crisis sin encontrar el camino que lleve a la armonía, a un entorno donde nuestros hijos puedan salir a la calle sin más equipaje que el poder de la imaginación y la capacidad de movimiento. Carecemos de una cultura de participación ciudadana, pretendemos que el Gobierno nos ponga vida, obra y milagros en charola de plata y ello sencillamente nos ha llevado a una nación aletargada por el tiempo, aquejada eternamente e identificada con la perenne figura del indígena que duerme plácidamente sobre un nopal y espera con impaciencia que alguien le tienda ayuda.

Cierto, debemos ayudarnos, pero mediante la utilización de nuevos métodos. Urge participemos en la vida nacional, demandemos que todas las voces entonen la misma sinfonía. ¿Por qué persisten los problemas? Pues gracias a nuestra terrible falta de acción, a la flojera de hacer algo tangible que deje para siempre hondas raíces en la existencia del prójimo. Me gusta la idea de la marcha pues es un método eficaz para ejercer presión, para decir basta, estuvo bueno ya de estupideces y pongámonos todos a trabajar al unísono pues de no hacerlo el país que le dejaremos a nuestros hijos será, desde donde se quiera ver, un auténtico caos. Tenemos, debemos revisar el sistema de procuración de justicia: aquí a los criminales se les protege. Menester tipificar el secuestro y el robo como delitos aún mayores si pretendemos los hampones den marcha atrás. También importante luchar contra la corrupción y entenderla como un fenómeno que se da y florece en todas las esferas, que finalmente imposibilita alcanzar mejores niveles de seguridad.

Capacitemos a la policía, establezcamos métodos de control y aprendamos de nuestros vecinos. Digo, hasta pena me da preguntar dónde demonios fue a parar el dineral que se le pagó al ex alcalde de Nueva York (Giuliani) y cómo se ha atacado el asunto. Con el perdón de ustedes fue un show muy bien orquestado que de nada ha servido a la larga pues no podemos pretender que las realidades de la ciudad de la Gran Manzana y México sean las mismas.

Ya no hablemos de un problema a nivel capital de la República pues en todos, absolutamente todos los estados del país las cosas andan por los suelos. Quizá vendría siendo importante una marcha a nivel nacional para que las autoridades vean que ahora sí la cosa va en serio, que finalmente cien millones de mexicanos y sus vidas prenden de un hilo, trátese de una persona con amplios recursos hasta el ciudadano que es atracado, secuestrado por cantidades de dinero irrisorias. Es la hora de la verdad, basta ya de sandeces.

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