En Piedras Negras ocurrió la tragedia que todos conocemos cuando una creciente desbordó el río Escondido, provocando a su paso muerte y destrucción. Los damnificados ascienden a varias miles de familias que quedaron en el más absoluto desamparo. No desearíamos que el suceso se haya dado, pero gracias a ello descubrimos cómo muchos de nuestros compatriotas han respondido al llamado de solidaridad acongojados por los sufrimientos de quienes perdieron a sus seres queridos o sus bienes materiales. Las remesas de artículos necesarios para la supervivencia no han dejado de fluir desde que se presentaron las aguas turbulentas que arrasaron con viviendas y seres humanos. Esta vez se hicieron a un lado los pequeños asuntos particulares, las querellas y la mezquindad, para asumir una solidaridad con las personas que padecieron el percance, lo que nos devuelve la fe en la convivencia social.
Las cosas se enredaron cuando un presunto narcotraficante, recluido en un reclusorio de máxima seguridad, quizá conmovido por la tragedia, decidió hacer una aportación en mercancía para lo cual mandó un trailer, que contenía su donativo, consistente en varias toneladas de alimentos. De súbito las autoridades eclesiásticas y oficiales, al darse cuenta de quién era el donante, quedaron perplejas no sabiendo si aceptar o no el generoso obsequio. No encontraron razones para rechazarlo pues consideraron que en verdad era necesario para aliviar los males que se han abatido sobre los habitantes de aquella comunidad. La dádiva la recibió la parroquia del Sagrado Corazón del lugar y de inmediato, una vez que se dieron cuenta que el remitente era el ex capo Osiel Cárdenas Guillén, líder del Cártel del Golfo, procesado por delitos contra la salud, cual si se tratara de una papa caliente, autoridades eclesiásticas y del estado se manifestaron ajenas al envío considerando no tener ligas de ninguna especie con el narcotraficante, lo cual estaba de sobra decirlo.
En un asunto que tiene más púas que un erizo, diría yo, había que tomar una decisión ciertamente peliaguda, esto es, muy difícil de encarar. Es posible que no tuvieran más remedio que deshojar una margarita, diciendo: la recibo, no la recibo, etcétera, llegando a la conclusión de que había que tomarla. Lo malo del asunto es que de aquí en adelante bajo esa fórmula cómoda de que la ayuda, venga de donde venga, si es necesaria para cubrir necesidades sociales urgentes, debe ser bienvenida, estemos dando al traste con el Estado de Derecho. Ese criterio nos lleva a considerar que el Gobierno no solamente se declara insolvente e incapaz de afrontar una mala jugada que nos hace la naturaleza, sino que además está llegando a la cúspide de la molicie. Nomás eso nos faltaba. Lo que podría dar paso a que el país, teniendo millones de familias en la más absoluta inopia, espere a que los recursos provenientes del tráfico de narcóticos resuelva el problema. Nadie lo ha planteado con tanta desfachatez como Rafael Caro Quintero, que actualmente purga una sanción en la cárcel, narcotraficante y homicida, autor del asesinato del agente de la DEA, Enrique Ríos Camarena, quien dijo hace tiempo: déjenme las manos libres, no me estorben y yo les pago el monto de toda la deuda externa que tiene México. Es, desde luego, apremiante e impostergable satisfacer el hambre del pueblo, pero no a cualquier costo. ¿0 sí?
No, no es suficiente con lavarlos con agua bendita para lograr que, los billetes o lo que con ellos se compra, pierdan su olor a hierba maldita. Para decirlo sin ambages, creo que las autoridades locales se precipitaron al prohijar que las eclesiásticas aceptaran la dádiva de un barón de la droga, incurriendo probablemente en una transgresión legal, artículo 400 fracciones I, párrafo segundo y II del Código Penal Federal, al no dar cuenta con la narcodonación a las oficinas que persiguen los delitos contra la salud. La hermenéutica jurídica y la simple lógica apuntaban a que la PGR hiciera un aseguramiento, tanto de la mercancía como del trailer en que era trasladada, del que nada se sabe ahora, cuyas placas nadie se tomó la molestia de anotar, pero cuya hedentina inconfundible quedó en el ambiente. Luego podría, no dudo que así lo fuera, ser entregada en depósito a las autoridades municipales previa autorización para que dispusieran de los víveres por tratarse de bienes perecederos. Los que se apresuraron a tomar las cajas y paquetes que contenían la remesa todavía no se dan cuenta que incurrieron, sin que fuera su propósito, en un encubrimiento.