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La nomenclatura de la Nomenklatura (y de la raza)

Francisco José Amparán

Segunda y última parte

Apropósito de los nombres de calles: reflejando nuestra bizarra noción de la historia, muchas de ellas reflejan el curioso concepto que de los “héroes” padecemos desde siempre. Y consagran los nombres de mexicanos cuyo principal mérito fue matar a otros mexicanos. Francisco Villa, sí, derrotó a las remolonas huestes de Victoriano Huerta. Pero su ideología deja mucho qué desear, por decir lo menos. Al final terminó provocando intencionalmente una intervención americana (¡mira tú, qué patriota!) y quemando mujeres vivas. Como ejemplo para los niños resulta, creo… peligroso. Lo mismo Zapata: si su mayor logro fue conseguir la creación del ejido, como que su legado resulta, por lo menos, cuestionable. Por no decir nada que fue un factor de desestabilización en la primera oportunidad de democratizarse que tuvo este país en el siglo XX (y no tendría muchas): siempre vale la pena recordar que el Plan de Ayala fue en contra de Madero. ¿Por qué? Porque éste no había cumplido sus promesas ¡menos de dos semanas después de haber ocupado la Presidencia! De que hay gente desesperada, la hay.

Aparte de que, como en todo, hay “buenos” y “malos”. Leandro Valle tiene su calle porque fue un general liberal; pero no Miguel Miramón (quien siendo su compañero en el Colegio Militar durante la invasión americana defendió Chapultepec junto a él), por cometer el error de pensar (como buena parte del país…) que la solución para los eternos problemas de México era una monarquía católica.

Otro problema es que la mayoría de esos “héroes” resultaron derrotados, traicionados, fusilados o asesinados. Bonitos ejemplos les ponemos a nuestros niños. Y luego nos extraña que se pasen en el clavado decisivo, o que le atinen a un juez en el último tiro con arco. Se los hemos estado diciendo toda la vida: si quieres tener nombre de calle, has de fracasar; lo importante no es ganar, sino perder heroicamente. Creo que no son los nervios lo que los hace fallar los penaltis: es conciencia genética de lo que se necesita en este país para ser considerado “héroe” y digno de pública y vial mención.

Aunque también resulta pertinente ser ave canora o picuda. En Torreón tenemos una avenida Pavorreal, una calle de la Cigüeña y un andador del Cenzontle, pero ninguna rúa llamada Octavio Paz o Alfonso García Robles o Guillermo González Camarena. Un país que le ha dado a la Humanidad poetas, filósofos, astrónomos, pintores, inventores, científicos, diplomáticos, novelistas y cineastas de gran talla, prefiere conmemorar pajarracos o militarotes que a la mera hora jamás ganaron una guerra extranjera.

En México lo extraño de los bautismos no se concreta a las calles, ni los responsables son siempre los miembros de la Nomenklatura en turno. Alguna gente tiene desbordada imaginación a la hora de ponerle nombre a su changarro. Hace unos años existía (no sé si todavía) por la Saltillo 400 una marisquería llamada Kwashiorkor. Lo cual, de acuerdo, puede sonar tropical y no sé qué tanto evoque cálidas playas y palmeras borrachas de sol. La cuestión es que Kwashiorkor se le llama a la condición de aguda carencia de vitaminas que provoca la monstruosa distensión de vientres que todos hemos visto en los niños de Etiopía y Somalia víctimas de la hambruna. No sé de dónde agarraron el nombre, ni porqué consideraron que era adecuado para un expendio de alimentos.

Como hace poco, por la Calzada División del Norte, acaba de abrir sus puertas (y sus ventanillas nocturnas clandestinas, supongo) un expendio de cerveza llamado Lubianca (sic). Por supuesto, la Luvyanka era la prisión central y cuartel general de la policía secreta soviética, que tuvo en la KGB su última, terrible encarnación. La sola mención de la Luvyanka ponía a temblar al más pintado en la URSS. ¿Por qué bautizar así a un expendio? ¿Será que quien por ahí pasa, confiesa hasta lo que no ha hecho? Misterio absoluto.

Ya para terminar, parece que si a veces nos sobra imaginación, también de repente hay una carencia extrema de la misma. ¿Han visto qué dice el letrero que nombra a la joroba del cruce de Periférico y Carretera a San Pedro? Pues ni más ni menos que “Puente Paso a Desnivel”. ¡OoOoooh!

P.D. 1: Y a propósito de las insensateces de las Nomenklaturas, me solidarizo con Laura y Germán: ¡La Pereyra es y siempre será la Pereyra!

P.D. 2: La Aristocracia Petatera esta semana fracturó a un policía y masacró a patadas a dos jóvenes. ¿Necesitamos que haya un muerto para darle un escarmiento a esos imbéciles, cobardes y soberbios adolescentes y a sus padres?

Consejo no pedido para bautizar ahijados no deseados: Lean “Los nueve mil millones de nombres de Dios”, de Arthur C. Clake; vean “El nombre de la rosa” (Der name der rose, 1986), con Sean Connery. Y escuchen “My name is Luka”, de Suzanne Vega. Provecho.

Ah, y este domingo cumplimos cuatro años en este espacio. Gracias por aguantarnos.

Correo: francisco.amparan@itesm.mx

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