EFE
Los Ángeles, EU.- Hollywood tomó partido político en un año polarizado entre los seguidores de Fahrenheit 9/11 y los de La Pasión de Cristo, pero al final las estrellas no pudieron contra ?los valores morales? de George W. Bush.
En una cartelera más bien mediocre en sus estrenos, ambos títulos demostraron que el público es capaz de volcarse cuando se les da temas relevantes y se pone pasión en la pantalla.
Y Pasión es lo que puso Mel Gibson al financiar de su propio bolsillo la historia más veces contada en el cine, la vida de Cristo, pero centrada sólo en las 12 horas anteriores a su muerte.
El actor y director se desmarcó por completo de Hollywood rodando en latín y arameo con actores prácticamente desconocidos y dejando que las iglesias y el boca a boca llevaran el peso de su promoción.
El resultado marcó un hito en Hollywood con una recaudación de 610 millones de dólares en taquilla, a base de inspiración divina y la ayuda de Internet para saltarse los canales habituales de publicidad.
En el caso de Fahrenheit 9/11 la recaudación fue algo menor y la ideología diametralmente opuesta, pero la ácida crítica contra el Gobierno de George W. Bush vivió un fenómeno similar al de la Pasión, convertida en el documental más taquillero de la historia del cine.
Todo gracias a otra figura polémica como Michael Moore, cineasta cuya cruzada fue más allá del dinero y los premios, lanzando un ataque contra Bush en pleno año electoral, en el que fue seguido por otros muchos.
Este año, Hollywood se echó a la calle como no lo había hecho desde la década de los setenta y las protestas contra la guerra de Vietnam.
Una unión contra Bush que fue más allá de los llamados ?liberales de Hollywood? como Tim Robbins, Barbra Streisand o Martin Sheen.
Leonardo DiCaprio, Ben Affleck, Drew Barryomore, Brad Pitt o Jennifer Aniston, entre otros, prestaron sus nombres a una campaña en la que Bruce Springsteen puso la música.
Hay quien dice que, de hecho, su presencia perjudicó la causa demócrata en las elecciones o, simplemente, que no consiguieron nada contra los que votaron a favor de Bush, descritos en Hollywood como un público similar al que dio la victoria a la película de Gibson.
El caso es que con el triunfo de Bush, el mundo del espectáculo sigue víctima de la ola de miedo y censura que le atenaza este año.
Lo que comenzó en enero con el seno de Janet Jackson en televisión, para noviembre había evolucionado en autocensura cuando varias filiales de la cadena ABC de televisión cancelaron la emisión de la película Salvando al soldado Ryan, el Día de los Veteranos, por temor a ofender al público y ser multados.
?Lo que da más miedo es que se están tomando decisiones por temor a las acciones que pueda tomar el Gobierno?, declaró un ejecutivo de televisión que prefirió mantener el anonimato.
Otro tipo de temor afectó a otro tipo de industria dentro del mundo del espectáculo, el del cine pornográfico.
La presencia de un portador del virus del Sida entre sus actores y el temor a una epidemia a gran escala llevó a esta industria millonaria a un inusual parón de cerca de dos meses que hubiera sido impensable hace unos años.
También reavivó la polémica sobre la necesidad de una regulación en el sector, una medida que profesionales como Sharon Mitchell, ex actriz porno ahora dedicada a vigilar la salud de este sector, están seguros de que devolverían la pornografía a sus ?eras más oscuras?.
Por contra, la luz se hizo este año para el cine hispano, en Hollywood y fuera de sus fronteras.
El mexicano Alfonso Cuarón se encargó de dirigir con éxito una de las franquicias más millonarias de la pantalla, la de ?Harry Potter?, y el malo de ?Spiderman 2? tuvo acento español gracias a Alfred Molina.
Además, la invasión de películas en español ha sido imparable en las pantallas de Estados Unidos.
Un cine que demostrará su importancia en las candidaturas al Oscar, donde se espera una lista con títulos en español como Diarios de Motocicleta, María Llena de Gracia, Voces Inocentes, Mar Adentro o La Mala Educación.
?Las películas hispanas están sembrando la semilla de una revolución?, confirmaba el periódico The New York Times.
Una semilla que hasta germina entre los angloparlantes como James L. Brooks, maestro de la comedia en Hollywood cuyo último estreno se titula con toda propiedad Spanglish.