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La Pasión

Juan de la Borbolla R.

Con la Semana Santa los cristianos debiéramos rememorar (otros simplemente lo aprovechan para buscar frenéticamente el placer y el descanso, la mayoría de las veces sin encontrarlo) ese momento medular de la historia de la humanidad en la que Dios se hace como una de las criaturas por Él creadas, para además de ello entregarse a un sufrimiento inenarrable que tiene como colofón su muerte violentísima clavado en una cruz.

La Pasión de Jesús viene a ser la manifestación patente del sentido redentor que tiene el sufrimiento y la cruz en un mundo contemporáneo que busca afanosamente huir de ella, evitarla e inclusive absurdamente incluso prohibirla.

Hace unos años hubo una iniciativa de un grupo de intelectuales en Holanda que plantearon la posibilidad de suprimir del diccionario las palabras que tuvieran que ver con sufrimiento, pena, dolor: cruz.

Fue también famosa la actitud de aquel dictador comunista de Albania que además de llevar a cabo ese tonto plebiscito donde la mayoría del pueblo azuzado por tan cruel sátrapa opinó que Dios no existe y por ello Hoxha decretó oficialmente en ese Estado ateo, por Ley la inexistencia de Dios; se propuso acabar con todas las cruces que existieran en el país. Así desmontó de todos los templos fundamentalmente ortodoxos, las cruces que remataban sus cúpulas y campanarios, y amenazó con penas severísimas a quienes mantuvieran una cruz en sus domicilios, pero en el colmo de su obsesión, un día que iba sentado en su lujoso vagón del tren, mirando por la ventanilla al horizonte, montó en cólera porque no se le había obedecido en su orden.

Había visto postes de telégrafo al margen de la vía que tenían forma de cruz y por supuesto ordenó también su derribo o cuando menos su modificación.

A veces sin llegar a los extremos del dictador más stalinista que el propio Stalin nos obsesionamos con quitar de nuestras vidas la cruz; solamente para tener que sufrir más por esa obsesión, dado que es inherente a nuestra naturaleza humana el dolor, la molestia, la contradicción por más que la moda contemporánea esté fundamentada en el hedonismo, en la búsqueda insaciable de comodidades y placeres; en el sentido egoísta de perseguir la satisfacción personal aunque ello me lleve a hacer infelices a todos los demás.

La Pasión del Señor nos ayuda a considerar el sentido corredentor que puede tener el sufrimiento para un cristiano.

Si Dios hecho hombre se entregó voluntariamente al peor de los sufrimientos; bastante peor que el que puede estar retratado en la magnífica película producida por Mel Gibson, porque apenas si se asoma en ella el sufrimiento moral que le causan nuestros pecados: los de usted amigo lector y los míos (no los de los judíos en general), fue para redimirnos de los efectos de esos mismos pecados que cada uno de nosotros cometemos muchas veces al día.

Pero Cristo: Dios y hombre verdadero permite a la criatura ser corredentora, de la misma manera que las santas mujeres comenzando por la Santísima Virgen lo fueron ahí en el Gólgota, al pie de la cruz.

El sufrimiento, el dolor, la muerte son inevitables y pueden ser fuentes de desesperación al no poder ser evadidas, o fuente de una profunda alegría interior al sabernos corredentores.

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