Pensar que en México se vive en un régimen democrático, es una quimera. Los hechos demuestran lo contrario y los sucesos post revolucionarios, hablan de que no existe el espíritu liberal, como lo designa la Carta Magna, que permita ejercer las libertades individuales, con una subordinación a las nuevas políticas y programas económicos. Desde aquel entonces, se han experimentado en el país, dictaduras, imposiciones doctrinales, religiosas, ideológicas del código rojo, muy ajenas a la idiosincrasia mexicana. Y por intereses propios, enajenan a la nación con préstamos cuantiosos del extranjero, deudas que parecen impagables y sujetas al pago de intereses a los bancos internacionales.
Otros sin meditación alguna, firman como ejecutivos, tratados de libre comercio, que sólo son ventajosos al extranjero, sumergidos en un proceso de globalización mundial, en desventaja por las políticas de desarrollo interno que a la fecha no encuentran el camino correcto.
La desarmonía, la falta de orden y la aplicación asimétrica de la justicia, con una corrupción insospechable y la desobediencia a la Ley, en nada significan democracia. Mientras la base social -el pueblo- calla, porque de nada sirve la demanda, la exigencia de la aplicación de la justicia. Sólo se escucha la voz del poder en manos de la plutocracia, facción gobernante.
Si se analizan las cosas un poco más despacio, se observa una lucha entre los partidos políticos, poniendo piedras en el camino a los contrarios y zancadillas vergonzosas, con videos que demuestran la corrupción reinante. Se olvidan dichos partidos que los sostiene el mismo pueblo. Aunque el que decide al final, quién se sentará en la silla presidencial, es el poder de los ricos –plutocracia-, que presta el dinero para las campañas. Todo es un juego, una mentira por la que la ciudadanía ha perdido la credibilidad en los partidos, cansada de sus falsas promesas, lo que ha superado con el abstencionismo y el silencio. El pueblo se ha dado cuenta que no se respeta la Ley, ni los dictámenes de la Suprema Corte de Justicia, como se está viendo y con ello, se pierde el Estado de Derecho, cosa que conduce al desorden y la desobediencia. Además, con los escándalos se frena el desarrollo del país. El poder está en manos de la facción plutocrática, formada por ricos herederos y por nuevos ricos, nacidos de los fabulosos sueldos del aparato burocrático y político, quienes en realidad gobiernan en connivencia y la bendición del clero.
En el análisis somero, se encuentra algo incongruente al ordenamiento constitucional: el regreso al feudalismo, al latifundismo, por el que los ricos herederos compran tierras y derechos de agua a los ejidatarios, gracias a las reformas del artículo 27 solicitadas al Congreso, permitiendo así, la vuelta al caciquismo. Aquí en La Laguna ya existen varios ejemplos del neolatifundismo, que ahora en nada apoyan a los programas ecológicos, como la evaluación de los acuíferos para conocer cuánta agua queda en reserva, para el desarrollo regional, la supervivencia humana y la conservación de la biodiversidad.
La plutocracia jamás se preocupa de la forestación necesaria, ni de la protección de los ríos, ni apoyan la construcción de presas reguladoras del río Aguanaval. Tampoco existe el apoyo de los ricos, en la recuperación de las aguas residuales, en la conservación de los suelos. A ellos les interesa sacar más agua de la que se recarga en los mantos, para sembrar forrajes y mantener el ganado de engorda y lechero. Los ricos siguen contaminando el lecho seco del río Nazas, con el vertimiento de aguas residuales, industriales y urbanas. Y les importa poco el futuro de las nuevas generaciones de laguneros, que dependen del agua potable. No se ha visto algún interés en atacar frontalmente, la contaminación por basura, del aire que se respira, el que es de menor calidad cada vez, ni de los suelos que se erosionan y salinizan.
Las investigaciones piezométricas no son confiables para evaluar el acuífero principal, puesto que los niveles estáticos no dicen el volumen total, debido a que se desconoce la forma del cuenco y su textura geológica, como tampoco la calidad del agua, en su estado físico-químico. Pero hay que apoyar a los plutocráticos, dicen los técnicos en la hidráulica, cuando saben que ya existe tecnología de punta con los sondeos electromagnéticos, para conocer el estado de las reservas subterráneas.
Lo cierto es que avanza el desierto, las tierras se erosionan y son abandonadas, no existe el espíritu de reforestación y todo se vuelve politiquerías, sostenidas por los sectores privados, empresarios del sector plutocrático, a quienes les ha de interesar más la importación de millones de toneladas de maíz y de frijol transgénicos, de leche en polvo, entre otras cosas, aunque se dé al traste con la producción local o nacional, aún sabiendo el daño a la salud y a la economía del país. La plutocracia y el Gobierno dominantes, en el fondo no tienen la intención de mejorar la salud de la ciudadanía, pues importan alimentos de los Estados Unidos y de otras partes, sin tener un laboratorio autónomo bien equipado para conocer la calidad de los alimentos que consumimos los mexicanos. Todo es un perfecto negocio y nos invaden productos extranjeros que bien pueden ser fabricados en México y de buena calidad.
Volviendo la mirada al campo, se aprecia que continúan los vicios de hacer dependientes a los campesinos y sus familias, en lugar de llevar a cabo proyectos técnicos de seguimiento continuo y redituables, en lugar de programas de conversiones, que quedan truncos. Por esta razón el campo sigue con angustias y en la pobreza.
El único recurso que queda para salir adelante, se encuentra en nosotros mismos, cuando veamos en la automotivación, el amor al prójimo y seamos capaces de sembrar en los demás, la semilla del bien y el estímulo al desarrollo de potencialidades del hombre, en una sociedad de crecimiento simétrico y sin fronteras de ninguna especie. Tenemos los instrumentos en la mano, todo es cuestión de fe en nuestro futuro.