Primera de dos partes
La política exterior de Estados Unidos ha estado basada en la filosofía del realismo. Esta es la visión maquiavélica y hobbesiana de las relaciones internacionales, de que “might is right” (está bien usar la fuerza) y que sólo los Estados pueden ser actores en el escenario internacional. Este pensamiento corresponde al membrete equivocado de las ideas de Isaac Newton y Francis Bacon y a las ideas del patriarcado. Fue promulgado a la fuerza en las universidades y en el Gobierno por Henry Kissinger en los últimos 40 años Horace Campbell, dirigente de la Comunidad Panafricana.
Como bien dice Wallerstein: “El imperialismo no terminó”.
El cuatro de julio de 1776 se declaraban independientes del coloniaje anglosajón las 13 colonias de Norteamérica, constituyendo la primera nación independiente del continente Americano. Una nación que se perfilaría pronto como una nación fomentada sobre las libertades de los seres humanos, obviamente que siempre y cuando fueran sus ciudadanos.
Su política exterior se cimentó entonces en la ampliación territorial y muy pronto ya en 1803 el presidente Jefferson compraba La Luisiana a Napoleón, adquiriendo así costas del Golfo de México. Y ya en 1819 tenían completa posesión sobre la Florida, sin dejar ya de desear poseer la isla de Cuba.
Eso sin dejar de luchar contra las tribus indígenas que habitaban las fronteras de las tierras conquistadas y así arrebatándoles las tierras, revirtiendo así las concesiones que hubieron de permitir los ingleses de antaño.
En 1823 y ante la posible reconquista de la América Insurrecta por la Santa Alianza, y los cada vez más visibles rasgos de su interés por todo el continente se forja la “Doctrina Monroe” que surge a la luz, en su Mensaje al Congreso del presidente James Monroe, el dos de diciembre de 1823. Donde decía: “Los continentes americanos, por la libre e independiente condición que han asumido y que mantienen, no deberán ser considerados ya como susceptibles de futura colonización por cualquiera de las potencias europeas”. Esta doctrina llamada “América para los Americanos”, constituía una verdadera luz verde a las acciones imperialistas estadounidenses. En las palabras del profesor titular de Teoría de las Relaciones Internacionales, Política Exterior Argentina y Sistemas Políticos Latinoamericanos Comparados en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina, Luis Dallanegra Pedraza:
La “Doctrina Monroe constituye un protectorado arbitrario, impuesto sobre los pueblos que no lo han solicitado ni tampoco lo necesitan. La doctrina Monroe no es recíproca y por consiguiente, es injusta. Podrían enumerarse los casos en que la aplicación de la doctrina Monroe ha causado dificultades en las Repúblicas hispanoamericanas”.
“La soberanía de los EU, Francia, Inglaterra, Holanda... se extendieron hacia América Latina y el Caribe, desconociendo a la vez la soberanía de numerosas naciones...” Narciso Isa Conde, “Cronología Imperial: Una Crónica de Infamias” 1995.
La “Doctrina Monroe”, si bien no constituía una ideología completamente imperialista, fue la iniciadora de las funestas doctrinas imperiales estadounidenses y fue la que cimentó teóricamente el proyecto de dominación imperial estadounidense que aún contenía.
La fase que sería continuadora a la “Doctrina Monroe” en la consolidación imperial de los Estados Unidos constituyó el “Destino Manifiesto”, frase que apareció por primera vez en un artículo de la revista Democratic Review de Nueva York, de John L. O’Sullivan, en 1845. En su artículo, O’Sullivan explicaba las razones de la necesaria expansión territorial de los Estados Unidos, escribió: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.
Esta doctrina del “Destino Manifiesto” incentivó la convicción de la existencia de una característica especial de los estadounidenses en el mundo, colocándolos como los aptos para llevar al mundo sus valores. Difundió que la “misión” que Dios eligió para al pueblo estadounidense era la de explorar y conquistar nuevas tierras, con el fin de llevar a todos los rincones de Norteamérica la “luz” de la democracia, la libertad y la civilización”.
Bajo esta doctrina los Estados Unidos arrebata a México: Texas (independiente 1840) y California en 1845 e invade este país en 1847 hasta arrebatarle Colorado, Arizona y Nuevo México y se apodera asimismo de Nevada, Utah y parte de Wyoming. Esta doctrina les hace intervenir múltiples veces en Centroamérica, imponiendo así la apropiación de Gran Bretaña de Belice. Y destruyendo así en poco tiempo las ideas de la Unión Centroamericana.
Ya en los finales del siglo XIX y con su “Destino Manifiesto” los Estados Unidos eran un país cuyo territorio abarcaba de la costa americana del océano Atlántico a las playas del Pacífico. Había expandido su poderío al continente Aiático, donde se apropió de las Filipinas tras la guerra Hispano-norteamericana y se convirtió en una potencia colonial en el Caribe. Obtuvo las islas de Hawai* y la península de Alaska. En Centroamérica, ejerció enorme poder político y económico en la región, Mediante el Tratado Hay-Bunau Varilla por el que cercenan la provincia de Panamá a Colombia, fraguan una independencia espuria y ceden la zona sobre la que se construirá el Canal que, al que el general Omar Torrijos, dijera: “Será como un puñal clavado en el corazón de la dignidad del pueblo panameño”. Cuestión que se manifestaría casi 90 años después en su intervención a Panamá para derrocar al general Noriega.
“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad” Simón Bolívar, Carta a Campbell
Pronto esta doctrina cuasi-interna daría cabida a un paso más importante dentro del pensamiento imperialista estadounidense, que sería su fase Intervencionista, mediante esta fase el “Destino Manifiesto” volvería a sus raíces en la “Doctrina Monroe” que se convertiría en “América para los estadounidenses”.
Continuará mañana...