“Todos los mexicanos debemos poner atención en que no se nos vaya la nación de las manos, por lo que los actuales son tiempos de saber conciliar”. Con esa frase sin trabas, el secretario de la Defensa, Ricardo Clemente Vega, hizo ayer un llamado al diálogo entre todos los mexicanos.
La afirmación del militar es al mismo tiempo un diagnóstico certero del mayor conflicto del país: después del asombro inicial de la alternancia en los comicios de 2000, México se sumió en un laberinto difícil del que no ha podido salir. Es necesario cambiar de rumbo, pero ¿hacia dónde? Es allí donde salta el desacuerdo. Los temas sobre la mesa son muchos y por alguno hay que empezar a destrabar el nudo de esta nueva vida democrática: Reforma Energética, Reforma Fiscal, Reforma Laboral, Reforma Judicial, Reforma Educativa, Reforma Electoral.
En los tres años no hay muchos avances qué festejar y sí abundan los síntomas de que una tormenta más grave se avecina. Cada vez es más difícil ver que las autoridades de distintos niveles accedan al diálogo, herramienta fundamental de la política bien entendida. Ahora en donde unos ven complots otros alegan provocación; en donde unos ven transparencia otros olfatean con sospecha. La discusión de los problemas nacionales ha derivado, más que nunca, en un ajedrez electorero.
Esta nueva dinámica genera tensión en todos los ámbitos: tensión entre el Gobierno Federal y el Gobierno capitalino; tensión en la ruptura de alianzas entre partidos políticos; tensión al interior de los mismos; tensión en la desconfianza de los Gobiernos estatales y la Secretaría de Hacienda; tensión en las contradicciones entre distintas dependencias; tensión cuando no cuadran las cifras oficiales y los reportes de las Organizaciones No Gubernamentales.
Antes que cualquier otro cambio, es necesario que los mexicanos –incluidas, por supuesto, las autoridades- saquemos adelante una reforma impostergable: mientras no asumamos como base del desarrollo la capacidad para llegar a acuerdos, la nación se nos va a seguir saliendo de las manos y estaremos cayendo en el vacío.
