“La raza humana tiene una sola arma eficaz: se trata de la risa”. Mark Twain
¿Qué fue lo que más te impresionó de la conversación que tuviste con el dalai lama? Quizá lo más sencillo de todo: su risa. Tenía yo una impresión equivocada de lo que sería un monje Tíbetano; de hecho, el más conocido de todos ellos.
Me imaginaba a un hombre serio, sumido constantemente en la meditación, agobiado por el hecho de ser el dirigente político en el exilio de un país conquistado por un Ejército extranjero y sometido a una sistemática política de genocidio cultural.
Pero en vez de eso encontré a un hombre amable de 69 años de edad, con un muy especial sentido del humor y una risa fácil y contagiosa.
¿Y en el aspecto político? Me llamó la atención su aceptación de las realidades que un mundo injusto le ha impuesto a su pueblo. Cuando se le preguntaba una y otra vez si le inquietaba el hecho de que el presidente Vicente Fox no hubiese querido recibirlo para no agraviar más a un Gobierno chino ya molesto por la visita del dirigente Tíbetano, él se alzaba de hombros y decía que era comprensible.
Cada gobernante, después de todo, tiene que tomar las decisiones que más le convengan a su país. Nada más lejano a su ánimo que recordar que Carlos Salinas de Gortari sí tuvo el valor de recibirlo en 1989, el mismo año en que recibió el Premio Nobel de la Paz, a pesar de todas las presiones chinas.
¿Es un hombre lleno de amargura? No, todo lo contrario. Yo ya sabía que el dalai lama había aceptado desde hace mucho tiempo que el Tíbet no será nuevamente un país libre en el futuro previsible. Lo único que exige hoy es que el Gobierno chino respete los propios acuerdos firmados en 1951 para respetar la individualidad del Tíbet aun cuando el país haya quedado integrado políticamente a China.
El dalai lama parece aceptar con ánimo filosófico el hecho de que el Tíbet, un país que tenía apenas seis millones de habitantes al ser invadido por China en 1950, no puede superar la dominación de un país-continente que cuenta ahora con 1,400 millones de habitantes.
Quizá hay un ánimo de tristeza en su voz cuando habla del genocidio cultural, de la desaparición gradual de las características que han hecho tradicionalmente del Tíbet una nación tan diferente. Pero la risa vuelve rápida a sus labios. ¿Es el dalai lama un antichino radical? Todo lo contrario. El dalai lama recalca siempre que no busca la independencia del Tíbet.
En su conversación conmigo reconoce que bajo el Gobierno chino ha habido una mejoría muy importante en el nivel de vida de los tibetanos, especialmente en las ciudades.
Plantea, sin embargo, que se puede lograr más, muy en particular en el campo, donde sigue habiendo una gran pobreza. Señala también que debe hacerse un mayor esfuerzo educativo: en la India la instrucción es mejor a pesar de la pobreza.
Pero ciertamente el dirigente del Gobierno tibetano en el exilio no piensa que todo lo que han hecho los chinos en el Tíbet es malo. ¿Qué te llamó la atención de su mensaje religioso? Lo más notable a mi juicio es su apertura a las ideas religiosas de los demás.
Frente al tan difundido concepto católico y cristiano de que “fuera de la Iglesia no hay salvación”, el dalai lama subraya que él no hace proselitismo: no le interesa que haya más budistas en el mundo.
Lo que busca es que la gente crea, que reflexione, que explore su interior y que continúe su perfeccionamiento. Esta actitud refleja uno de los aspectos más interesantes del budismo. Si bien se trata formalmente de una religión, no es teísta: no tiene un dios personal como el de los judíos, los cristianos y los musulmanes.
Hay quien piensa que el Nirvana o Buda son los equivalentes budistas del Dios de los cristianos, pero no: el Nirvana es simplemente un estado de perfección, el estado trascendente de libertad que se obtiene con la extinción del deseo y la conciencia individual y Buda es el título de aquella persona que logra esa perfección.
¿Qué recordarás con el tiempo del dalai lama? Habrá muchas cosas que sin duda recordaré de mi conversación con el dalai lama. Pero a final de cuentas, si debo quedarme con sólo una, ésta será seguramente su risa, tan llena de entusiasmo y de libertad.
Esto es lo que no puede matar la presión política. Por eso entiendo la desesperación del Gobierno chino: una risa como la del dalai lama puede ser el arma más peligrosa del mundo.
Empatados
El primer debate entre George W. Bush y John Kerry la semana pasada se centró en la guerra de Irak. Todos los expertos aseguraban que en este tema el actual Presidente obtendría necesariamente una ventaja. Pero a partir de ese debate Kerry ha cerrado la distancia y hoy se encuentra nuevamente en un empate con el presidente Bush. Correo
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