Lo malo que tiene un país
donde el Gobierno es débil no es la fuerza de la oposición, sino la memoria del electorado
Anónimo
Es muy joven y endeble nuestra democracia, por ello podemos esperar cualquier cosa en el futuro. Precisamente es el futuro el que nos va avisando ya que la carrera por la Presidencia de México ha comenzado y en el horizonte podemos vislumbrar quiénes son aquellos con miras o de plano claras pretensiones hacia ocupar la silla más codiciada del país para el período siguiente. Hablar de personas en particular podría ser un acto temeroso e irresponsable dado que en política dos años y medio son una eternidad; la coyuntura bien puede cambiar de un día para otro, las patadas por abajo del agua vendrán como violento cauce de un río y seguramente podremos esperar muchas sorpresas a lo largo de los siguientes meses, sin embargo lo más grave y preocupante dentro de la arena política es el grado de ingobernabilidad que se podría alcanzar si no resolvemos los asuntos coyunturales que tanto urgen antes de hacer predicciones a priori: nuestra desgracia radica en que muchas veces hemos olvidado el pasado, los errores del ayer, vivido el presente muy de prisa y luego el futuro nos alcanza con la contundencia del mar embravecido y nada podemos hacer ya al respecto.
Adiós a los tiempos del PRI, aquéllos donde el sentido de la oportunidad y la calma resultaban vitales si se pretendía ganar. En aquellos ayeres el Presidente de México detentaba un poder similar al de un monarca sexenal y únicamente lo cedía en el momento preciso, ahora sí que cuando ya no quedaba tiempo y se volvía menester elegir un sucesor: he ahí la culminación, el grado máximo de poder o herencia del trono a la cual se refiere el politólogo Jorge G. Castañeda en una excelente obra publicada hace algunos años. Los tiempos eran tan precisos como los de cualquier reloj y siguiendo la consigna del viejo y muy experimentado Fidel Velázquez: “el que se mueve, no sale en la foto”. Para entonces el alfil del mandatario en turno tenía ya todas las cartas a su favor y la estructura de todo un partido trabajando en pos de alcanzar una victoria que después de siete décadas casi se volvía natural y obligada hasta que el sistema terminó por desgastarse a tal grado y la ciudadanía a cansarse de tal forma que otro partido –o más bien la estructura denominada “Amigos de Fox”- pudo terminar con setenta años de relativa calma electoral, rompiendo de forma magistral con un ciclo que parecía interminable muy a pesar del debilitamiento del sistema; el cual muchos afirman se comienza a gestar en 1968.
Pero a partir de entonces las cosas no han sido tan fáciles en la práctica. Vicente Fox llega a gobernar sin aparentes lastres o compromisos y desde el principio de su administración ha venido mostrando un grado de desinterés evidente en cuanto al ejercicio de gobernar se refiere pues vive en la incertidumbre entre ejercer el poder o permitir que otros lo detenten. Nuestro actual Mandatario no es político, tampoco estadista, más bien salió excelente promotor de campaña, publirrelacionista nato que durante la carrera del año 2000 se dejó llevar por el frenesí de las promesas fallidas y al final del camino ha podido hacer poco, está alejado de la figura de caudillo o salvador de la patria que muchos le habían vaticinado. Algunos analistas inclusive mantienen la opinión de que ya comienza a mostrar ciertos signos de desapego a la realidad y estoy totalmente de acuerdo con ellos quizá añadiendo el elemento o postura ingenua que en determinado momento puede representar una declaración tan fallida como afirmar aquello de que “todo marcha de maravilla” y México va por la senda correcta. ¡Háganme ustedes el favor! No sé si reír, llorar o ponerme a rezar.
Hablemos claro: pocos intentos hace Vicente Fox para gobernar y llenar vacíos de poder sin los cuales se puede tornar sumamente difícil el panorama. Permitir o alentar tal grado de descoordinación a nivel gabinete no es sano para una democracia en pañales. ¿Dónde quedó el equipo de colaboradores de lujo que prometía sacar al país del atraso? Pues en la nada, en los dimes y diretes o la descoordinación pura. Urge un proyecto de país donde las directrices o el modelo a seguir sea el mismo y quien no lo siga al pie de la letra pues a la calle y punto, así de sencillo. No podemos permitir un equipo de trabajo ineficaz al grado de que nadie se pone de acuerdo sobre cuáles son los asuntos que con urgencia deben ser atendidos. No debemos hablar de una sucesión presidencial adelantada cuando en la agenda existen tal número de casos irresueltos que al final del camino nos terminemos por quedar con un mal sabor de boca, con la sapiencia de que tantos esfuerzos por llevar a México por la senda correcta fueron tirados a la basura o sencillamente se quedaron encarpetados: pobreza extrema, relaciones internacionales, muertas de Juárez, guerra sucia, relación con los poderes de la unión, inseguridad, narcotráfico, niveles de desempleo, endeudamiento, entre otro millar del que algún día haremos mención.
Luego viene otro asunto, también bastante serio en la opinión de este columnista. Estamos hablando de las crisis políticas que hoy atraviesan todos –sin excepción alguna- los partidos. En primer lugar debemos fijarnos en el caso PRD pues es el que mayores sorpresas nos ha dado. Ahí el bueno para la contienda presidencial (aunque era dado a aseverar que lo dieran por muerto) era el otrora popular Andrés Manuel López Obrador, hasta hace poco tiempo natural contendiente en la siguiente carrera por la grande. Aun sin una estructura de partido eficiente –recordemos que el partido del sol azteca no tiene presencia en los estados del norte- AMLO logra mediante sus conferencias de prensa matutinas y actos de verdadero populismo quedarse bien grabado en la conciencia de miles de personas que en él veían un verdadero ejemplo del funcionario público trabajador, decente y honrado a pesar de sus humanos errores y contradicciones.
Aunque de alguna manera la caballada estaba flaca, Andrés Manuel era percibido como alguien con el suficiente capital y talento para gobernar el país y quitando su incompetencia para resolver los problemas torales que aquejan a los capitalinos, al final de cuentas era el preferido de los mexicanos. Sin embargo llegan los escándalos de corrupción y el halo de luz se está extinguiendo a pasos agigantados. ¿Alguien cree que el tabasqueño es lo suficientemente inocente para no haberse dado cuenta de lo que estaba sucediendo dentro de su propia casa? Quiero, por ello, dejar bien claro que el caso López Obrador ha sido decepcionante y hoy por hoy no estoy muy seguro si se merezca contar con la confianza del electorado. De acuerdo, existe un complot y afanosamente se busca debilitarlo hasta lograr su ocaso político, a pesar de ello AMLO sigue insistiendo en la conjura y a nadie nos ha podido explicar el porqué, el cómo, cuándo y dónde de las cosas y es ahí precisamente donde recae la gravedad del asunto: en las preguntas que quedan sin respuesta. ¿Así le haría si llega a la grande? ¿De esa forma le daría la vuelta a todo? Andrés Manuel necesita de un milagro para recuperarse de la estocada y nosotros necesitamos que dentro de los cuadros perredistas se ofrezcan otras opciones con el objeto de ponderarlas. ¿Habrá quién valga la pena?
Vayamos pues al caso PRI. No cabe duda que muchos mexicanos saben de la experiencia que el otrora partido en el poder tuvo en los enseres de gobernar y el buen saldo que dejó en muchas oportunidades; inclusive extrañan los métodos bien estructurados del tricolor para lograr soluciones y consensos. ¿Necesitamos ser gobernados con mano dura de nuevo? El tricolor está dividido, muy a pesar de lo anterior cuenta con magníficos cuadros que tienen experiencia y tamaños suficientes para ofrecernos y salvo las naturales excepciones –Roberto Madrazo, por ejemplo- existen políticos de altura dignos de ser presidentes de este país. Debemos pues observar a los gobernadores y probablemente de ahí obtendríamos un excelente candidato: tanto Enrique Martínez y Martínez como Manuel Ángel Núñez Soto cuentan con el perfil ideal para postularse pues han sido excelentes gobernadores de sus respectivos estados, son hombres de buena cepa que cuentan con la confianza de la gente y han mostrado talento, experiencia y habilidad. En fin, es cuestión de esperar a que los tiempos sean propicios y la contienda interna en serio resulte un proceso digno y democrático. Ojalá Roberto Madrazo no intente de nuevo aplicar sus tan bien conocidos trucos de alquimia electoral –ya sabemos cómo se las gasta- y salga ungido candidato: ahí sí sería cosa de preocuparnos y en serio. ¿O a poco ya se nos olvidó la forma en que llegó a la gubernatura de Tabasco? Si México está como está es gracias a su falta de retrospectiva histórica.
Para el final dejamos al PAN y su relajo interno, empezando por su gris Presidente nacional que vive, ése sí, en la total indefinición. Felipe Calderón y Marta Sahagún son las opciones que hasta el momento se dejan ver y para ser sincero, en caso de tener que escoger me iría sin chistar por el primero pues lo considero un político talentoso, de tremenda inteligencia y buen juicio a la hora de la verdad. Elegir a la primera dama sería un verdadero albur, una burla para México y la franca reelección prohibida por nuestra Carta Magna. Ya no me quiero referir al caso de la esposa de Vicente Fox pues en muchas ocasiones lo he hecho ya y creo mi opinión al respecto es de todos conocida.
Luego vienen los partidos chicos. Del verde ni hablar, es una risotada amplia y sonora lo que me provoca. Risas no me dan cuando pienso en el futuro de México y en el ocaso de un sexenio que pudo ser grande. ¿Dónde estaremos dentro de dos años? ¿Qué nos deparará el futuro?