EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La suspicacia del Cardenal/Archivo adjunto

Luis F. Salazar Woolfolk

Entre las reacciones que ha suscitado el anuncio de la muerte de Enrique Salinas de Gortari, destaca la del Cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Íñiguez.

El prelado de la Iglesia Católica, tomó el día de ayer la iniciativa de llamar por teléfono al noticiero del periodista Carlos Loret de Mola y en televisión de cobertura nacional, se manifestó incrédulo o al menos escéptico respecto de que la muerte del hermano del ex presidente sea una realidad y que la noticia corresponda a la verdad.

La duda encuentra su punto de apoyo en el hecho de que la Procuraduría de Justicia del Estado de México, dispensó la autopsia al supuesto cadáver del hermano menor de la familia incómoda. Acto seguido se procedió a la apresurada cremación del cadáver (o de un cadáver), sin que el mismo haya sido puesto a la vista de los medios de comunicación, contrario a lo que suele ocurrir en la página roja de todos los días.

La dispensa es contraria a derecho y cobra importancia a niveles de gravedad. Es inamisible omitir la autopsia al cadáver de la víctima de homicidio en cualquier caso y con mayor razón en la especie en que se trata del hermano de un ex presidente de la República, que por añadido es buscado por la Policía Internacional (Interpol) por cuestiones que implican lavado de dinero público o procedente del narcotráfico.

Ese entorno de persecución policiaca y la salvaguarda de los secretos consiguientes, es lo que según el Cardenal lleva a la sospecha de que el presunto occiso, optó por simular su muerte a fin de empezar en este mismo mundo, una vida nueva.

Llama la atención que el procurador del Estado de México, Alfonso Navarrete Prida, inició su carrera en la administración pública al amparo del grupo Salinas de Gortari, lo que desde luego introduce un elemento de suspicacia digno de ser considerado.

El proceder de Carlos Salinas como presidente y el de sus hermanos a la sombra del poder de su hermano, fue motivo de grandes escándalos que culminaron con la acusación que mantiene a Raúl en prisión sentenciado por homicidio y procesado por otras causas relacionadas con enriquecimiento inexplicable. Lo anterior sea dicho sin considerar las muertes de Manuel Clouthier, del Cardenal Posadas o de Colosio, que aunque no existen pruebas para imputarlos como responsabilidad de Salinas, de su Gobierno o de su familia, ocurrieron durante aquel período aciago.

Es de esperar que la intervención del Cardenal Sandoval Íñiguez vaya a acaparar la atención en el caso que nos ocupa, dada la investidura del interpelante como la naturaleza política del suceso al cual se refiere y el cierto olor a podrido en el que transcurre nuestra vida pública.

No faltarán opiniones de personajes, analistas y comentaristas que se pronunciarán por calificar en sentido positivo o negativo las declaraciones del purpurado, lo que trasladará el foco de atención de tal suerte que la omisión irresponsable de Navarrete Prida (que es la verdadera base de la sospecha) pase a un segundo término, para centrarse en la calificación sobre la pertinencia de lo declarado por Sandoval Íñiguez.

No sería la primera ocasión que tal cosa ocurre. Basta evocar el tema de los videos en los que aparece René Bejarano recibiendo maletines con dinero de manos de Carlos Ahumada para asumir que no hay poder institucional en el país, que sea capaz de poner tras las rejas al ex asambleísta. De hecho, la conducta punible de Bejarano compite su nivel de importancia con la teoría del complot.

Algo similar acontece en el linchamiento reciente de tres agentes de la Agencia Federal de Investigaciones, en el que la pérdida de vidas humanas y la conducta criminal de los culpables, pierden importancia frente a las repercusiones políticas de corto plazo.

Corremos el riesgo de que en el caso que nos ocupa, la confusión vuelva a imperar. Es posible que las acusaciones por lavado de dinero a nivel internacional que existen en contra de Enrique Salinas caigan en el olvido; es posible que el proceder irresponsable del procurador Navarrete Prida quede impune. Lo que es seguro es que el juicio sobre el comentario del Cardenal, pasará a ocupar un primer nivel de importancia en los titulares de nuestra vida pública.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 124472

elsiglo.mx