Reportajes

Lado humano | Cuando éramos niños

Luis Guillermo Hernández Aranda y Arturo González González

Guillermo Anaya y Luis Fernando González Achem recuerdan su infancia.

Antes de ser alcaldes los juegos eran la principal preocupación.

GUILLERMO ANAYA

“Me la pasé muy padre”

EL SIGLO DE TORREÓN

Torreón, Coah.- Guillermo Anaya lo mismo disfrutó de las aventuras de Batman que de El Santo, el Enmascarado de Plata. El hoy Alcalde de Torreón define su infancia con la palabra felicidad. No puede ocultar cierto sonrojo cuando confiesa haber sido un niño consentido.

—¡Es que era el menor de diez hermanos!, dice.

En aquellos días, Guillermo Anaya disfrutaba de la compañía de sus primos, once en total, más los amigos. Al ser un grupo numeroso nunca faltaron los “cómplices” para la diversión.

—Siempre estábamos en la alberca de mi casa o paseando en bicicleta todo el santo día. Me acuerdo que vivíamos en Torreón Jardín. En aquel tiempo La Rosita y lo que ahora es el Rodríguez Triana, era un rancho, yo tenía tal vez ocho o diez años y nos íbamos hasta allá de aventura. Nos dirigíamos al Lienzo Charro a andar en bicicleta.

El Alcalde también disfrutó los juegos de bríncate burro, el chinchilaguas, las escondidas y los encantados.

Ser el menor siempre tiene sus ventajas. El hermano más cercano al Alcalde es mayor cinco años, así que a Guillermo Anaya nunca le faltó protección.

Se define como un niño travieso, “es que siempre he sido muy inquieto”. En esos días donde no se miden los riesgos con tal de ser el protagonista de múltiples aventuras, Guillermo Anaya sufrió algunos accidentes.

—Me pasaban muchas cosas. Me atropellaron a dos cuadras de mi casa, en esa ocasión paseaba en bicicleta pero iba en sentido contrario, pasó un carro y me atropelló. Un día también me salí del carro. Íbamos a la escuela en la mañana, manejaba mi hermana Chole y yo estaba sentado en la parte de atrás... entonces en una vuelta ¡pas!, salí volando. Gracias a Dios no pasó a mayores.

Guillermo Anaya Llamas estudió la primaria en el Colegio Cervantes. En ese entonces se acostumbraba asistir en la mañana y por la tarde.

Algunos amigos de aquella época son: Daniel Moya, Rodrigo González Sesma, Emilio Chahur. La amistad con ellos continúa aunque debido a las ocupaciones es difícil tener un contacto más frecuente.

En los días de escuela a Guillermo Anaya le gustaba jugar beisbol. Algunas veces cubrió la posición de jardinero izquierdo, otras de tercera base. Confiesa no ser muy bueno en el diamante.

—Es que no era mi deporte.

El Alcalde también jugó futbol, ahí era el encargado de meter los goles.

—También practiqué el basquetbol, la natación y el karate, en fin todos los deportes. Desde primaria estuve en natación. Comencé a estudiar karate a los siete años y todavía lo sigo practicando.

Los castigos

Debido a lo inquieto el Alcalde no se caracterizó por ser muy buen estudiante. Recuerda que en primaria tenía un promedio de 9.6, “pero en secundaria fui más relajiento y me perdí”.

El estar siempre en la calle y en ocasiones sacar malas calificaciones provocaba ciertos castigos por parte de la madre de Guillermo Anaya.

— Mi mamá me prohibía salir de la casa durante varías semanas, entonces me tenía que brincar por una ventana y llegar antes que regresara mi mamá, ¡pero si me cachaban me iba peor, me duplicaban el castigo otra semana!

Guillermo Anaya confiesa que sus materias favoritas siempre fueron Historia de México, Civismo, las que menos despertaban su interés eran Matemáticas, Física y Química.

Recuerda que desde niño le decían Memo y nunca tuvo ningún apodo, a pesar de ser de complexión delgada y baja.

—Hasta tercero de secundaria fue cuando empecé a crecer pero me decían Memo, no tenía apodo, yo era más bien el que ponía apodos.

Aunque primero lo niega, después el Alcalde confiesa que desde niño comenzó a despertársele un sentimiento “grillero”, característica inobjetable de todo político.

—A lo mejor pero sin darme cuenta, como éramos muy inocentes, era algo no formal.

Santa Claus siempre cumplió los deseos de Guillermo Anaya. Explica que al ser el hermano menor siempre le fueron pasando la ropa de sus hermanos y los juguetes que ya no quisieran, entonces nunca experimentó algún deseo truncado.

—Si quería una bicicleta pues ahí estaba la bicicleta de mi hermano mayor y ésa era la que me tocaba a mí. Le compraban ropa y era a mí la que me tocaba la que venía de uso de mis hermanos mayores. En aquella época, comparado con mis hijos, a mí no me importaba ni cómo te vestías, ni qué marca, ni nada de eso. Había menos mercadotecnia. Me acuerdo que tampoco importaba lo material, que al salir de sexto grado de primaria me dijo mi papá: ¿qué quieres que te regale?, le respondí que un timbre de bicicleta, quizá nunca llegó pero eso era lo que quería o un reloj que me regalaron, era tan poco lo material con lo que se pensaba en la infancia que era feliz con lo que había, te divertías con lo que tenías. Nunca me quedé con un trauma de que yo quisiera algo.

Entre los héroes favoritos de Guillermo Anaya están: Superman, Batman, El Santo.

—Cuando estábamos chicos y mi mamá iba a la Alianza a comprar el mandado, si nos portábamos bien, nos traía monitos de lucha libre. También llegué a tener máscaras con capa y todo, aunque nunca fui a la lucha libre.

De niño Guillermo Anaya no soñaba con ser Alcalde, él quería ser como su papá, químico.

—Todos en mi casa se han ido por la rama de la ingeniería y pues yo creía que por ahí iba a ser, a pesar de que batallaba muchísimo con las matemáticas porque mis hermanos mayores así eran, les gustaban las manualidades, arreglar cosas. Yo batallaba muchísimo hasta preparatoria que me decidí por el derecho.

Guillermo Anaya no para de contar anécdotas de su infancia, donde los juegos siempre estuvieron presentes y es que después de todo, dice el Alcalde “yo me la pasé muy padre en mi infancia”.


LUIS FERNANDO GONZÁLEZ ACHEM

“Desde pequeño trabajé”

Cd. Lerdo, DGO.- Mucho antes que Luis Fernando González Achem considerara en serio llegar a ser Presidente Municipal, recorría las calles de Lerdo en un “chamuco” repartiendo productos de aquel negocio en donde laboraba.

El Alcalde resume su infancia en una frase: felicidad y mucho esfuerzo. Y es que, según dice, “desde niño he trabajado”.

Luis Fernando fue el “niño sandwich”. Dice que con cuatro hermanos mayores y cuatro menores y dos padres muy bondadosos, se sentía muy arropado. “Para los más grandes yo era el consentido y para los más chicos me sentía el protector”.

Asegura que desde los ocho años comenzó a trabajar vendiendo quesos. También fue repartidor de la tortillería de Don Avelino Delgado y recogedor de ropa de la tintorería Canadá, entre otras cosas.

Dice que en cuestión de dinero no le iba tan mal. “Yo siempre fui bueno para vender... cuando el salario mínimo era como de 20 pesos, yo ganaba a veces hasta sesenta pesos”. Pero había que contribuir al gasto familiar, comenta.

—¿No se compraba dulces?

—La verdad es que tenía mucho acceso al dulce sin comprarlo. Cuando trabajé con Don Salvador Valdés en Chavita, pues ahí disfrutábamos de lo que quisiéramos.

Pero no todo era trabajo, Luis Fernando, el niño, también tenía tiempo para asistir a la primaria en la escuela Justo Sierra, donde cursó los grados tercero, cuarto, quinto y sexto. Primero y segundo los terminó en la Francisco Sarabia y en la Anexa.

—¿Y el juego?

—Beisbol de mano y futbol... no se puede decir de salón porque jugábamos en la calle... pero de porterías chicas, pues.

Respecto al segundo deporte, dice que fue portero del equipo del barrio, bastante tiempo y luego fue lateral derecho, “porque llegó un muchacho que era portero, muy bueno y queríamos ser protagonistas en el torneo”.

Se acuerda que a veces jugaba descalzo “porque cuando las familias son muy numerosas, lo que ya no le va quedando al hermano mayor se va pasando, entonces yo viví mucho tiempo de ‘gallitos’ de mis hermanos mayores, luego jugaba futbol, tiraba la patada y se me salía el zapato”.

Pero Luis Fernando confiesa que para el futbol no era bueno, aunque asegura que compartió cancha con grandes jugadores, varios de ellos llegaron a ser profesionales en Primera División, por ejemplo “Carlos ‘Banana’ Ortiz, fue mi compañero en un equipo que se llamaba Milán”.

Cuenta que en el barrio también jugaban a los encantados, a la guerra y la paz. En ese tiempo no había televisión, “estamos hablando de otro mundo, muy diferente. Ha cambiado enormemente, ahorita hay una gran influencia de los medios de comunicación”.

Al preguntarle sobre sus héroes infantiles, hace una breve pausa y dice: “Siempre he sido juarista. Juárez es el personaje, contra lo que diga Fox...”.

—Ya tiene una coincidencia con Andrés Manuel, el también es juarista...

—Yo creo que como millones de mexicanos... también Guerrero Mier es juarista, de veras, es egresado de la Universidad Juárez. En Durango hay una gran identidad con Juárez, basta y sobra con que la universidad, la máxima casa de estudios del Estado lleve el nombre de Juárez, como muchas otras cosas.

Y es que, según dice, desde muy pequeño fue “un enamorado de la historia”, además de que el personaje lo atraía por su “infancia difícil, su orfandad, su perseverancia y su voluntad para después convertirse en el salvador de la República”.

Pero también admiraba a deportistas como el “Cri Cri” Fernández, goleador de la Ola Verde del Laguna de Segunda División y a Héctor Espino, a quien se refiere como “el ídolo en el beisbol”.

—¿Luis Fernando González Achem era un niño peleonero?

—Me defendía, generalmente no agredía, pero hasta la fecha me gusta defenderme cuando hay ataques injustos, pero no, nunca me especialicé, mi estatura y mi peso no me ayudaban mucho.

El Alcalde de Lerdo echa un vistazo al pasado y con la ayuda de su memoria e imaginación trata de describirse como “un niño muy inquieto, con muchos amigos, muy amiguero, yo me colaba a todas partes, en época de posadas yo me aventaba varias al día y me tocaban los bolos”.

Recuerda que durante un año fue monaguillo del hoy Obispo Eloy Mireles, cuando fue párroco en Lerdo y que “también le aprendí muchísimo”, de quien dice le inculcó grandes valores sociales.

El Edil lerdense confiesa que era un alumno regular que le gustaba estudiar. “Generalmente yo le ponía atención a la plática de los maestros y sacaba buenas calificaciones”, dice.

Pero su “coco” eran las matemáticas. “Las trataba de entender pero definitivamente la clase de historia y de las materias sociales fueron siempre de mi elección”.

González Achem no niega que desde chico ya era “grillo”: fue presidente de la sociedad de alumnos de la escuela Justo Sierra. “Yo creo que sí tuve una tendencia desde niño”.

¿Imaginaba llegar a ser Presidente Municipal?

—Sí, la mera verdad que sí... pero no dos veces.

Recuerda que en la primaria les platicaba su “sueño” a sus compañeros y ellos se reían y cuando hablaba de eso con sus papás, le decían: “póngase a estudiar y échele ganas”.

De entre las travesuras que no ha olvidado, quizá porque le valieron castigos con vara de membrillo, destaca un incidente en casa de una de sus tías.

“Quebré una figura de cristal cortado, pasé y golpeé la mesa donde estaba colocada, pero fue sin querer... de todos modos me dieron unos varazos. Era una de las tías ricas de la familia y pues olvídate, fue un drama, porque además del valor real de la pieza, tenía mucho valor sentimental para la tía”.

Confiesa que varias veces se fue de “pinta” con sus compañeros de la escuela. Se iban a la acequia de las moras a bañar y comer los frutos. “¿Te imaginas? Cuando regresábamos me preguntaba mi papá: ‘te fuiste de pinta’, y le decía: ‘no, papá’, todo mojado con agua chocolatosa y con la boca pintada de morado”.

Dos cosas deseaba que le hubieran regalado: una bicicleta y una pelota de futbol.

“Las condiciones económicas eran muy difíciles, mi padre le apostaba mucho a la agricultura y al campo y desafortunadamente, a veces estaba a punto de levantarse una cosecha buena y caía una granizada... yo hubiese querido de niño una bicicleta, también un balón de futbol”, dice Luis Fernando González Achem.

—Si pudiera cambiar algo de su infancia, ¿qué sería?

—Hubiera convivido más con mis padres, no hubiera andado tan amiguero, vagando, jugando. Disfrutamos muy poco a mis papás, murieron muy jóvenes y bueno, sí me hubiera encantado haber convivido más con ellos.

NOTA: Para este ejercicio se intentó durante ocho días contactar a la alcaldesa de Gómez Palacio, Leticia Herrera, quien nunca atendió al llamado.

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