Estamos acostumbrándonos en Torreón a ver más comúnmente el ejercicio pleno de la libertad de expresión. En esta ciudad como en el entorno nacional, los medios de comunicación realizan su labor amparados en el derecho que nuestra Ley otorga y dentro de una sociedad que exige aunque sea en ese aspecto, este precepto básico de la democracia se lleve a cabo de manera cotidiana.
Y es natural, aquí ya hubo alternancia, Zermeño abrió brecha, Salomón recuperó para el PRI y Anaya hizo lo propio después para sus colores. Inclusive, aquí los patos le tiraron a las escopetas. El PAN según nuestros órganos electorales hizo trampa para el distrito seis federal, que revocó una elección y en la siguiente tanda el PRI salió victorioso.
En fin, todo esto sirve para dejar en claro que desgraciadamente los laguneros no gozamos al parejo de las libertades básicas. Apenas cruzando el río Nazas llegamos a una ciudad controlada por una familia que basados en el éxito económico de su patriarca, ha llevado con su elevado poder de compra a crear un ambiente en la ciudad de Gómez Palacio realmente de miedo conveniencia.
Es de verdad triste cómo la oportunidad de servir realmente a la comunidad, se vea empañada por berrinches y frustraciones de una persona que la madurez y el otoño lo han alcanzado. No se puede negar el avance en la obra de la administración pasada versus sus predecesores. La Alcaldesa actual hace su esfuerzo por servir a los que menos tienen y lidia en medio de un montón de gente de complejo comportamiento y de sensibles recortes federales.
Pero su peculiar estilo de comportarse: o me haces caso o te parto. Es una práctica común entre ellos. Eso sí, generosos son a la hora de pagar favores y servicios y ni duda que el talento empresarial está a la vista.
Todo esto viene a colación por la enésima ocasión que este medio informativo tiene fricciones para el desempeño de su función en la autoproclamada capital industrial de La Laguna. Inició durante la administración pasada, donde El Siglo de Torreón era tildado por muchos improperios, enemigos del progreso nos llamaban. Luego, ya dentro del presente trienio, empezamos con la demanda interpuesta hacia la reportera María Elena Holguín por la cobertura periodística sobre el litigio de la expropiación de la pequeña propiedad de Jorge Estrada Atolini, por aquello del desfogue de la planta tratadora de aguas de la localidad. Demanda que fue retirada pero que su fin intimidatorio funcionó. Como dato anecdótico el señor Estrada tiene custodiada su casa desde entonces.
Siguió el incidente con otra reportera –mujer, para variar- en la que el comandante de la Judicial del estado de Durango intenta darle dinero “para los chescos” cuando en realidad quería agradar a sus amos.
Ahora, una publicación sobre diferencias entre un documento que el tesorero turna al cabildo con la nómina de los principales funcionarios y su página actual de Internet, genera hoy una reacción de mutis ante El Siglo de Torreón para respondernos sobre el hecho, pero horas después un comunicado de prensa acusa a este diario de mala fe en contra de Gómez Palacio y hasta de dolosa tildan su actuación.
En los años que tengo viviendo dentro de esta empresa, no he conocido otros intereses que tengan más que el interés de sus lectores y el de ser vehículo importante de nuestros anunciantes. Así que si el dolo es informar, ahí están los resultados.
El escrutinio periodístico de las cuentas públicas ha puesto tenso al tesorero Carlos García principalmente, que su reacción fue la de responder primitivamente y tal vez tratando desviar la atención sobre la revisión del gasto de los dineros públicos.
Ojalá y estos incidentes sirvan para lograr jalar a los gobiernos vecinos, a la modernidad democrática que aún no llegamos a respirar del todo en La Laguna y destierre las prácticas propias de caciques, de una vez por todas.