El destape de Felipe Calderón Hinojosa y su renuncia a la Secretaría de Energía en el gabinete de Fox, ofrecen un curioso ejemplo de la irresponsabilidad de muchos de los personajes de nuestra vida pública y el cargo de las culpas al Presidente, al que nos empeñamos en usar como Chivo Expiatorio.
Como es sabido, el pasado fin de semana el gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez destapó a Felipe Calderón como precandidato del PAN a la Presidencia de la República, en un acto celebrado a las afueras de Guadalajara frente a más de cuatro mil personas.
El acto de indudable connotación electoral mereció un comentario del presidente Vicente Fox, quien reprobó las actitudes tanto del ex Secretario como del Gobernador de Jalisco. La crítica presidencial, apunta a la indebida anticipación en cuanto a los tiempos y a las repercusiones del prematuro destape, en el marco de la Reunión Cumbre celebrada en la Perla de Occidente.
Ante lo que consideró una “reacción injusta y desmedida” del Presidente, Felipe Calderón renunció a su cargo en el gabinete, por estimar que a partir de ese momento se le privó de su legitimidad como interlocutor a nombre del titular del Poder Ejecutivo.
Por su parte, el gobernador Ramírez Acuña declaró a los medios de comunicación, que nadie salvo los jaliscienses que lo eligieron, pueden reclamarle sus actitudes políticas o sociales.
Sin embargo el señalamiento presidencial es fundado, porque además de imprudente, el hecho viola el Reglamento de Elección de Candidatos a Cargos de Elección Popular del PAN (partido de los personajes involucrados), cuyo artículo dos prescribe: “Ninguna persona podrá realizar actos de precampaña antes de la declaratoria de inicio (del procedimiento interno de elección) ni antes de registrarse como aspirante o precandidato...”.
Calderón Hinojosa hizo bien en presentar su renuncia, porque a raíz del prematuro destape, quedó descalificado para operar la Reforma Energética que tanto necesita el país, frente a una oposición que como nunca se esforzaría por señalar su desempeño como afectado por una ambición electoral explícita y concreta.
Es cierto que el presidente Fox declaró que él no daría banderazo alguno para la sucesión presidencial y que por tanto, todo mexicano era libre de actuar en consecuencia en el momento y forma en que lo juzgara conveniente.
Sin embargo mal puede interpretarse la expresión anterior como un llamado a la anarquía, porque cada eventual precandidato es responsable del momento y las circunstancias bajo las que deba iniciar su precampaña.
Lo anterior implica que no es lo mismo que el ciudadano Jorge Castañeda se aventure en una precampaña anticipada, a que lo haga desde el Gobierno en turno un Secretario de Estado. De hecho, López Obrador y Enrique Martínez como gobernadores o los integrantes del gabinete presidencial que se apunten como aspirantes a la próxima contienda presidencial, deben actuar con recato y limitarse al cumplimiento estricto de sus funciones, como carta de lucimiento frente a los electores.
La vida cotidiana en el cargo de elección o en el servicio público en general, ofrece al político una pasarela legítima que al ser aprovechada como oportunidad, lo sitúa a los ojos y en el juicio de los ciudadanos que eventualmente serán los encargados de valorar su desempeño y elegir en consecuencia.
Tal cosa hizo el propio Felipe Calderón el pasado doce de marzo, en su visita a esta ciudad. Frente a ciudadanos representantes de organismos intermedios de la sociedad, Calderón Hinojosa expuso logros del Gobierno foxista como parte de una gira nacional de información denominada “A la mitad del camino”, sin que el evento suscitara ningún reproche en relación a sus desde entonces conocidas aspiraciones.
Tanto Felipe Calderón como el Gobernador de Jalisco deben reconocer su error y asumir las consecuencias. Culpar al Presidente de este incidente y de todo lo que ocurre en el país, es una resabio del viejo presidencialismo autoritario, que nos impide madurar como sociedad responsable.