Reportajes

Las dos caras de la fiesta navideña

FABIOLA PÉREZ-CANEDO HERRERA

Noche Buena|Los regalos no llegan para todos

EL SIGLO DE TORREÓN

Para algunos comprar regalos es un verdadero suplicio económico, para otros el escoger la mejor marca es su conflicto

COMARCA LAGUNERA.- Javier llega al tianguis de la mano de su papá, a quien lleva casi corriendo hasta la tienda de juguetes donde hay unos camioncitos de plástico en exposición. Con gran alegría lo toma y lo muestra a su tutor: ?¡Éste es! ¡Éste es el que quiero!?.

El padre lo examina sonriendo, busca el precio debajo del vehículo, son 199 pesos. Lo devuelve al niño y en voz baja le pregunta: ?¿quieres el carrito o un cambio??.

El pequeño analiza el vehículo, mira a su padre y nuevamente baja la vista al camión, hasta que se decide: ?un cambio?.

Decenas de personas buscan frenéticamente entre la ropa amontonada que poco a poco va desapareciendo. Entre los más humildes, los tianguis ofrecen una oportunidad para que alcance con el salario mínimo.

Lo más pedido son los juguetes, con las pelotas no hay necesidad de buscar tallas, sólo un diseño colorido será suficiente para hacer feliz a un grupo de niños, por eso muchas personas las solicitan.

?Para nosotros son como centros comerciales?, señala Martha Ibarra, ama de casa. La ropa de segunda se ofrece en precios que van desde los cinco hasta los 50 pesos. Algunas prendas cuestan 100, pero ésas son nuevas e, incluso, traen las etiquetas de la marca todavía.

Con 210 pesos la señora compra dos pantalones de mezclilla, tres blusas, un trenecito de plástico y una muñeca muy maltratada, que va a ?rehabilitar? para obsequiarla a su hija de tres años. Con esto tiene ya los regalos de sus tres infantes.

Afuera de su vivienda en la colonia La Merced, se encuentra Estela Santos, quien ha pasado toda la mañana vendiendo chicles en un crucero, en compañía de sus tres hijos, dos niños y una jovencita. Al menor, un automovilista de buena voluntad, le regaló un muñeco del Hombre Araña al que no soltó en las cinco horas que estuvieron ahí.

Como voz tímida, Estela explica que su marido trabaja en otro crucero también como vendedor. A ella no le gusta pero no conoce otra forma de obtener dinero. Dice que no puede trabajar en una maquila porque no tiene dónde dejar a sus niños, aunque reconoce que llevarlos al crucero también resulta peligroso.

En esta casa cenarán tamales en la Noche Buena, la señora comenta que es lo más económico pero está agradecida, pues sabe que otras personas no tienen siquiera para frijoles o papas. Estela repite que no importa la comida sino el estar juntos, toda la familia. Ella es originaria de un ejido de Durango y no podrá visitar a su gente, pero insiste en que estarán juntos de corazón.

El precio es lo de menos

En colonias como Torreón Jardín o El Campestre La Rosita, pareciera que existe una competencia por cuál es la casa mejor arreglada o simplemente, con más ornamentos navideños. Hay luces, coronas, grandes monos de nieve y no falta el Santaclós. La temporada se ?siente? en el ambiente.

En los centros comerciales ubicados sobre el bulevar Independencia, se compra sin culpas, todas las tiendas ofrecen las más atractivas ofertas, desde un 25 por ciento de descuento a contado, boletos para rifas de automóviles y televisores a partir de los 250 y 500 pesos, además de la posibilidad de pagar en enero o febrero, algunos se extienden hasta marzo.

Desde que los primeros comercios abren ya hay clientes esperando, todos buscan presentes para los seres queridos, no es lo mismo una Navidad sin regalos y, aunque muchos coinciden en que lo que cuenta es la intención, también se argumenta que el detalle por sí mismo habla del aprecio a la persona.

Mariana Ruiz, quien tiene 19 años y es estudiante, busca un regalo para su novio. Posiblemente le lleve un tarro o una prenda, aún no lo sabe. Su mamá le dio 250 pesos y ella ahorró 230, así que tiene posibilidades de adquirir ese suéter negro que viste el maniquí y cuesta 489, así hasta le sobraría.

Por su parte, Rocío Fernández, quien tiene 26 años, cuenta que ya terminó la carrera y comenzó a trabajar en una empresa grande gracias a la recomendación de un conocido dentro de la misma. Se considera muy afortunada, pues la mayoría de sus compañeros de generación aún no encuentran empleo.

?La situación está muy difícil?, comenta mientras escoge un regalo para su pareja, con quien tiene ocho años de noviazgo. Dice que, por primera vez, no escatimará en gastos para el presente que le va a dar, pero está indecisa entre un abrigo negro y largo de tres mil 969 pesos y una chamarra de piel que está rebajada de mil 498 a mil 49, con un cinto de 269 que vio en otra tienda.

Comenta que no tiene gastos porque vive con sus padres, así que todo su sueldo es ?para mis chicles?. Quizá le regale las dos prendas y deje el cinto para después. Ya ahorrará en el año 2005, dice que será uno de sus propósitos de Año Nuevo.

La mayoría de los comercios están adornados con guirnaldas y coronas, repletas de luces blancas, que según comentan los encargados, se ven más elegantes que las de colores, que se encuentran en las tiendas de ropa y juguetes para los niños.

Algunos maniquís visten gorros de Santaclós. Se escuchan villancicos navideños, algunos clientes los entonan alegremente mientras continúan comprando, dejándose llevar por el ?espíritu? de la temporada y del lugar.

Familias enteras, abuelos, niños, bebés en carreolas, todos pasan con torres de cajas que apenas pueden sostener. La fila de los lugares que envuelven regalos parece interminable, avanza despacio porque la mayoría lleva muchos artículos y no cesan de llegar más compradores.

Mario tiene 29 años, dice que ha andado de joyería en joyería en busca de un anillo de compromiso para su chava, porque en esta Navidad va aprovechar para pedirle matrimonio. El que más le ha gustado cuesta poco más de siete mil pesos, pero indica que se va ahorrar dos regalos, el de la temporada y el cumpleaños de ella la siguiente semana.

Las carreolas sirven para llevar más bolsas y cajas. Estefanía, quien es empleada de una juguetería, comenta que los juguetes más vendidos son los carros y motos donde se suben los niños a conducir, para dar vueltas en la plaza, además de las muñecas, en el caso de las pequeñas.

Dice que han acudido muchos adultos a preguntar por muñecos de exhibición, ?de los que no son para jugar?. Algunos los utilizan para la decoración de las habitaciones de sus niños y otros para uso personal, pero los más económicos tienen un precio de 395 pesos.

Sonia Martínez, quien es ama de casa, dice que todo el 24 va a estar preparando la cena, pero admite que no va a cocinar. Entre risas, confiesa que pagará 750 pesos a una señora para que haga una pierna de cerdo, ensalada de manzana, espagueti blanco y por supuesto, pavo con su respectivo relleno.

También compró un pastel de fruta como postre. Mientras ella ha pasado toda la mañana en los centros comerciales consiguiendo los últimos regalos, en su casa está la muchacha en el aseo, pues todo debe estar resplandeciente para la Noche Buena.

El principal contratiempo en su casa es la discusión sobre a cuál familia visitarán primero, pues su marido siempre insiste, pero este año toca el turno a sus padres.

Una confesión dolorosa

Los colores verde y rojo, las nochebuenas, las luces de colores, las coronas sobre las puertas, nada de esto se ve en las comunidades marginadas de la región, pareciera que a lugares como la colonia Rocío Villarreal o La Merced, no ha llegado la Navidad, pero la realidad es que los ingresos de las familias no resultan suficientes para comprar adornos, por eso son contadas las viviendas que tienen pino.

Esteban es un niño de siete años que habita en uno de estos jacales, junto con sus padres y dos hermanos menores. Dice que, cuando cumplió cinco, su mamá le confesó que no existía Santaclós y que eran los padres los encargados de llevar regalos a los pequeños.

Adela, la madre del pequeño, explica que tuvo que decírselo, luego que el niño le mostró la lista de regalos que pediría al anciano de rojo: una patineta, un carrito de carreras, una pelota y ?un malo?.

Dos años han pasado desde entonces y Adela considera que Esteban ya es un niño muy maduro, que ha sabido llevar bien su situación económica.

Para esta Navidad, el pequeño espera, sin mucha ilusión, que los jóvenes universitarios que fueron el año pasado por estas fechas, asistan nuevamente con regalos y juguetes para los niños de esta comunidad y ?ojalá que me toque un pantalón?.

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