Hay confusión en los medios políticos debido a unas declaraciones periodísticas del diputado Jesús de León Tello quien pronosticó la probable designación, por el Congreso Local, de un gobernador que sustituya, con el carácter de interino, al actual Jefe del Poder Ejecutivo de Coahuila, a partir de diciembre de 2005.
¿Sabrá el diputado que para esa fecha el Gobierno de Coahuila ya estará en manos de quien resulte electo en los comicios del 27 de septiembre anterior?
Se designa un gobernador “interino” cuando el titular constitucional solicite licencia temporal, sobrevenga una causa grave que obligue su renuncia, o fallezca. En este evento no se habla de un gobernador interino, sino de un sustituto, siempre que el deceso del titular acaezca después de la mitad del período para el cual fue electo. Quién sabe qué cuentas haría el legislador al introducir el tema en el debate público, pues después repitió que el gobernador “interino” estaría en funciones de diciembre de 2005 hasta septiembre de 2006.
Acríticos, como suelen ser nuestros políticos, se abocaron para avalar el proyecto; no así el cauto gobernador Martínez, quien prudentemente declaró que eso —la unificación de elecciones— tendría que someterse a estudio. Al segundo día varios políticos de diversos partidos se esmeraron en propalar la necesidad de una consulta pública sobre el tema. Pero en los corrillos del Congreso Local hubo quienes preguntaban: ¿A qué las prisas? ¿A qué la desmesura? ¿A quién se le queman las habas?...
El actual Gobierno de Coahuila inició funciones el uno de diciembre del año 1999 y las va a concluir el 30 de noviembre de 2005. Así, dentro de un año estará en ciernes el proceso del 27 de septiembre de 2005 para elegir a un nuevo gobernador. Ese mismo día se votarán los diputados del Poder Legislativo. La composición del Poder Judicial se hará, como siempre, en un procedimiento indirecto: el recién electo Ejecutivo del Estado los propondrá en ternas y el nuevo Congreso Local los escogerá. En la misma fecha, por elección secreta y directa, serán votados los 38 Gobiernos municipales que sustituirán a los actuales. Todo claro...
Pero el diputado De León había propuesto multitud de interinatos: un gobernador “interino”, 35 diputados locales “interinos, 38 cabildos “interinos” y un Poder Judicial con facultades dilatadas. En fin, que todo el Gobierno sería “interino” mediante un sencillo expediente: que el Congreso decretara una prórroga en cargos y funciones para beneficio de los integrantes de los Poderes Legislativo y Judicial y de los Ayuntamientos de Coahuila. Un golpe rápido, como los de Kid Azteca o los rapidísimos del gaucho veloz... aunque se mande por un tubo la libre y soberana voluntad de los ciudadanos expresa en las elecciones de 1999. Y todo por la obsesión de unificar las elecciones locales y las federales, bajo la premisa de que se ahorrará mucho dinero y mucha grilla.
El diputado de marras sacó a relucir el viejo, pero superado, problema de la diacronía en las elecciones locales y las federales, por las que, históricamente, los gobernantes de Coahuila gozaban de un papá consentidor en el primer año de su sexenio pero sufrían bajo un padrastro tiránico en los cinco siguientes. Tal realidad ya no existe, se liquidó como consecuencia de la elección presidencial del año 2000. La estabilidad política del Mandatario coahuilense no depende de la simpatía o la antipatía del Jefe del Poder Ejecutivo Federal, sino de sus propios actos de gobierno, de su relación con la ciudadanía, de su habilidad política, capacidad de gestión y colaboración económica en las obras públicas.
No existe razón que justifique la necesidad y menos la urgencia de unificar las elecciones federales y locales. Tampoco es real la sugerida economía de recursos fiscales y mucho menos la disminución de la agitación política. Si bien las elecciones federales y las estatales pueden llevarse a cabo en una misma fecha, ambos procedimientos requieren órganos ejecutivos independientes, para la preparación, organización, desarrollo, vigilancia y validez de los respectivos procedimientos electorales que igual van a demandar un presupuesto económico propio. Las elecciones federales y las estatales podrán ser ríos con cursos paralelos, pero sólo habrá confluencia en la fecha de las elecciones. Por lo demás, cada competencia y sus respectivos órganos electorales marcarán las correspondientes necesidades y definirán sus propias fuentes de solución.
Ahora que si el apareje de elecciones locales y federales es de veras importante, no hay para qué contradecir la voluntad de los ciudadanos sobre la duración de los ejercicios gubernamentales. Un buen estratega electoral podría dar recetas para acomodar procesos y fechas sin tanta interinidad, como propone el diputado De León. Los ciudadanos esperan que su actual mandato sea respetado tal como fue emitido. Nada hay que justifique las prisas y las desmesuras, aunque muchos políticos pongan sus habas en tueste...