No logro entender por más que me devano los sesos cómo es que estemos tranquilos sólo porque la señora leyó un mensaje en el que dice no buscará la candidatura a la Presidencia de la República, eso querían eso les dije, comentaría en voz apenas audible. En la imagen de la tele me pareció verle mover los labios en ese sentido. En honor a la verdad me gustó el aplomo con el que se paró ante las cámaras sabiendo que la verían millones de mexicanos. Agregó que no ha intervenido en decisiones institucionales que competen a quien ocupa la Presidencia de la República, con quien en 2006 se irá a casa. Me pregunto ¿si hubiera intervenido, lo diría? Líneas antes, como un mensaje subliminal, dejó sentada la tesis de que México está preparado para ser gobernado por una mujer.
No hace mucho el vapuleado Andrés Manuel López Obrador cada vez que subía al podio de conferencias, donde es jefe de Gobierno, exclamaba, que a él lo dieran por muerto. No en un sentido biológico claro está. Era obvio se refería a que no tenía aspiraciones para figurar como candidato para la grande, pidiendo paz y que lo dejaran trabajar. En realidad su pretensión era ahorrarse los golpes bajos de sus malquerientes, si reconocía un interés anticipado en participar. Ahora que Fox lo trae de punching bag ha tenido que admitir su anhelo, pues tuvo que descubrirse para defenderse, apuntando que con la intención de inhabilitarlo lo han implicado en diversos asuntos criminales. El mismo Santiago Creel Miranda, secretario de Gobernación, cada vez que lo cuestionan de si va a buscar la candidatura por el PAN, manifiesta que en lo único que piensa es en el cargo que actualmente ocupa. Cabe pensar que lo otro, la Presidencia de la República, no entra en sus planes. Mañana, con la misma contundencia, puede decir que lo pensó mejor y ni quién proteste su decisión.
¿En qué documento consta su renuncia? ¿Es una decisión irrevocable? ¿Si el día de mañana, en un mes o en un año, decide que acepta su candidatura, quién será el guapo que se lo reproche? ¿Podrán ser demandados para que cumplan su palabra? Es una arraigada costumbre de que el buen político debe mentir. De ahí que llama la atención que todos hayan aceptado, sin más ni más, el deslinde que hace la señora Marta Sahagún sometiéndose a lo que dice su marido de que se retirarán de la política en 2006, yéndose a su rancho. Ya lo hizo antes de ahora negando que tuviera aspiraciones, para volver poco después a demostrar con sus actitudes que seguía en pie de lucha. Es una estrategia que nadie reclama. Se da por sentado que así tiene que ser.
Ese es el lenguaje político. Decir ahora lo que negarán más adelante. ¿Se abre un debate nacional para llamar a rendir cuentas a los que negaron sus pretensiones? ¿El o los encargados de presidir los comicios, les negarán su registro tomando en cuenta que ya habían dicho que no la jugarían? Los electores, al acudir a las urnas, si miran su nombre en las boletas, encorajinados por la burla, ¿emitirán sus votos por otro candidato? Si eso sucediera miraríamos cómo en el futuro nadie se atrevería a tomarle el pelo a la ciudadanía. Lo que sucede en la actualidad es que aceptamos como lógico que los políticos sean marrulleros, mendaces y camanduleros. Las palabras del político son como las hojas secas del otoño: arrastradas por el viento nadie sabe a dónde van a parar...