La música es el lenguaje universal por excelencia. Todo el mundo sabe identificarla pero pocos podrían dar una definición. Alguna vez leí que “más importante que tener una definición precisa de la música, importa sentir lo que la música puede hacer en nuestro oído, en nuestra inteligencia y en nuestro espíritu”.
Si alguien quisiera dedicarse en serio a la música, es conveniente que tenga “buen oído”, ser afinado, tener sentido del ritmo y algunas otras cualidades: digamos talento musical para componer o talento artístico para ejecutar algún instrumento. La gente común, como nosotros, que no tenemos un talento definido para ninguna de estas dos cosas, tenemos la posibilidad de desarrollar uno especial para el que únicamente se requiere tener un sentido sano del oído. Y el talento que podemos desarrollar es el de escuchar y apreciar la música que unos han compuesto (y componen) y otros ejecutan.
Todas las formas del arte son la expresión humana de sentimientos. Sin embargo, ésta tiene la particularidad de inspirar al que escucha; abre la imaginación, fuente original de todas las creaciones e inventos; provoca un estado anímico especial que reduce la ansiedad y crea un paréntesis indispensable en nuestra vida actual, tan saturada de estímulos vacíos y carentes de sentido. Se dice incluso que la música aplaca a las bestias; con que esta frase se refiriera a los demonios que todos cargamos dentro, ya sería benéfico.
La música tiene sentido cuando hay alguien que la escucha; es entonces cuando se cumple su función. Es la mejor medicina para los males del alma. Hasta nuestros días, aún no podemos explicarnos claramente qué la hace tan eficaz para levantar nuestro ánimo e iluminar nuestra alma.
Desde hace diez años, nuestra ciudad tiene el privilegio de gozar en dos temporadas anuales de la música interpretada por la Camerata de Coahuila. Y si de algo podemos sentirnos orgullosos los laguneros es de ser la sede de la orquesta. Este es un ejemplo concreto de lo que puede lograrse cuando se unen diferentes esfuerzos con el único objetivo de ofrecer a la sociedad una de las más ricas y nobles formas del arte.
En este decenio de existencia, la Camerata de Coahuila ha enriquecido la vida cultural de nuestra ciudad y estado, abriendo nuevos espacios para el estudio de diferentes instrumentos y ampliando nuestro conocimiento de obras musicales de distintas épocas, compositores y estilos.
Vivimos hoy especialmente agobiados por la difícil situación económica de nuestro país; crecen los sentimientos de impotencia y frustración ante la ínfima y degradante actuación de políticos y gobernantes. Y sin embargo, como pequeñas luces de esperanza, como para demostrar que si hay voluntad sí se puede, surgen agrupaciones de la sociedad civil que sostienen y apoyan a infinidad de obras en todo el país. Por lo general, se ubican dentro del ámbito educativo y de asistencia social. El caso de la Camerata es un raro ejemplo porque el beneficio no se limita a un grupo particular, sino que democráticamente se extiende a toda la comunidad. El grupo de personas que conforman el patronato que la apoya ha tenido la entereza y voluntad necesarias para que una ilusión se hiciera realidad.
Naturalmente, una labor de este tipo no habría podido concretarse sin el apoyo de los Gobiernos estatal y municipal; sin embargo, su existencia y consolidación en estos diez años demuestra que sociedad civil y Gobierno pueden trabajar unidos, independientemente de colores partidistas cuando hay visión y voluntad para que un proyecto noble perdure. Analogando al patronato, siempre me ha parecido que una orquesta es el ejemplo perfecto de lo que un grupo de personas con un objetivo común - en este caso hacer música- pueden lograr al unir habilidades diversas. En el mundo empresarial esto se conoce hoy como sinergia. En el caso de la Camerata intervino además la suerte, porque ¿de qué otra manera podría explicarse el privilegio de contar con un lagunero que reúne todas las exigencias de calidad, categoría y don de gentes como director? Tal es el caso del querido Maestro Ramón Shade, quien ha tenido la batuta de la orquesta por estos diez años, conformando un grupo al que ha dotado de personalidad propia, digno de presentarse en escenarios internacionales.
La conjunción de ejecutantes de diferentes instrumentos implica un alto grado de sofisticación y es una muestra excelente de lo mucho que encierra el significado de la palabra civilización. Basta pensar en la enorme cantidad de tiempo que tomó al hombre inventar la música, crear diversos instrumentos y los años de aprendizaje y práctica que mínimamente requiere un artista. Asistir a un concierto es hacerse solidario con esa parte noble de la creatividad humana, es ser testigo y promotor de lo mejor que puede lograr el ser humano.
El pasado jueves 17 tuvimos la oportunidad de asistir a un extraordinario evento que conmemoró el décimo aniversario de la Camerata. El programa seleccionado estuvo a la altura de la celebración: el Triple Concierto y la Séptima Sinfonía de L.V. Beethoven. Se dice que a Beethoven sólo puede comparársele con Miguel Ángel, un artista que ha estimulado la fantasía de los hombres por su manera de entender la creación y por su capacidad de difundir, a través de su obra, una fuerza moral tan enorme. La música de Beethoven expresa los grandes ideales humanos: ideas de libertad, el valor del hombre como individuo y una especie de heroísmo activo, de inagotable voluntad de lucha y de un movimiento constante hacia metas no alcanzadas. Todos estos valores son urgentes en la sociedad mexicana.
Felicitaciones al Patronato, a los artistas integrantes de la Camerata y a su director, Maestro Ramón Shade, por estos diez años de música, que esperamos se extiendan por muchos más.