Todo escándalo dura hasta que aparece otro. Y la tónica de los últimos tres años ha sido esa: escándalos y humo.
Mientras se aplacan por ahora los fuegos de artificio entre Cuba y México, se agota una vez más el valioso tiempo que pagamos a funcionarios y legisladores y los muchísimos problemas de nuestro país siguen sin solución, en espera de que destapen el nuevo escándalo.
El precipitado rompimiento de relaciones con Cuba demostró una vez más la ilimitada capacidad de las autoridades para hacer el ridículo a nivel internacional, quedando al descubierto su ignorancia, irresponsabilidad y falta de oficio y aflorando como siempre, un nacionalismo a ultranza que esconde hipócritamente la mano que lanzó la primera piedra. El resultado es una situación extrema que pudo evitarse utilizando los caminos civilizados de la diplomacia.
Estas acciones burdas y atropelladas ya están dando resultados: cayó la Bolsa Mexicana y el dólar se fue hacia arriba. Bajo las pieles hipersensibles a la crítica externa, se mueven en realidad intereses partidistas que no ven la forma de moverle el piso a los otros y después no hayan cómo tapar la enorme cloaca de corruptelas que nos inunda. A todos les están saliendo los tiros por la culata.
Cuba y México han estado ligados desde la Conquista; allá se planeó la tercera expedición que enviara el gobernador de Cuba hacia México, Diego Velázquez, con fines de exploración y comercio en 1518. Hernán Cortés, al frente de la expedición, le comió el mandado a Velázquez y ya sabemos cómo acabó la incursión. Toda comunicación entre México y España pasaba por Cuba durante la Colonia. La inmigración europea durante los siglos XIX y XX hacia México, obligadamente hacía escala en la isla.
Su condición insular y posición geográfica en el Golfo de México convierten a Cuba en uno de los cruceros más importantes del mundo. Colonia española desde 1510 y semi-colonia norteamericana de 1898 a 1958, la historia de Cuba es una sucesión de dictaduras.
Mi relación con Cuba viene desde mi infancia portuaria, en el Caribe costarricense de Puerto Limón. Con los barcos europeos llegaban los sonidos, los sabores y colores de Cuba y de las otras islas. Recuerdo especialmente las fotografías color sepia de la revista “Bohemia”, editada allá. Aparecían los artistas de moda, principalmente mexicanos, argentinos y norteamericanos. También salían los barbudos rebeldes de la Sierra Maestra, Camilo Cienfuegos, Fidel Castro y el Che Guevara. De los tres, el nombre más sugerente y poético era el de Camilo. Entonces yo no entendía muy bien qué estaba ocurriendo en Cuba, pero a Costa Rica empezaron a llegar muchas familias cubanas; venían de “la pobre isla que cayó en las garras del comunismo”. Vino después la fallida invasión de Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles; Cuba seguía desdibujada en mi pensamiento. Más tarde, como toda mi generación, comencé a escuchar a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanés y a leer a Carpentier. Entonces todo mundo hablaba bien de Cuba, se empezaban a ver los innegables logros de la revolución, principalmente en salud y educación. Películas como “Fresa y Chocolate” y “Azúcar Amargo” mostraban una Cuba nostálgica y empobrecida, pero a un pueblo tratando de sobrevivir con dignidad. En esa época México era el “hermano mayor” de Cuba, el canal de comunicación. Y los cubanos, “nuestros hermanos”. Se hablaban maravillas de Cuba. Fidel era carismático, todos los escritores e intelectuales de importancia lo visitaban en la isla y se tomaban fotos con él. ¡Qué tiempos aquéllos, ah!
Entonces Fidel también contaba con el apoyo económico de la Unión Soviética. Cuando cayó la URSS y se acabó el apoyo, las cosas comenzaron a cambiar. La situación de Cuba, a pesar de sus avances culturales y agravada ya de por sí por el embargo norteamericano, empezó a decaer. Aumentó el éxodo de los balseros. La difícil situación económica y la falta de libertades eran razón suficiente para que cientos de cubanos se arriesgaran a los peligros del mar. Los medios de comunicación nos mostraban a aquellos hombres, mujeres y niños que habían cruzado a la deriva las aguas del Caribe. Entonces comenzaron a saberse cosas feas de Fidel: las cárceles repletas de presos políticos, la falta de libertades fundamentales, los fusilamientos. Ninguna novedad en el empoderamiento progresivo de cualquier dictador.
Sin embargo, todo pueblo tiene su dignidad y un Gobierno que lo representa. En México teníamos la ilusión de haber crecido y madurado políticamente. Con algunos errores y tropiezos, habíamos logrado mantener siempre una imagen de respeto hacia otras naciones. Era algo que nos distinguía.
El problema de relación que hoy tenemos y que originó el escándalo de los videos se habría quedado en México si a Carlos Ahumada no se le ocurre correr hacia Cuba. Ese fue un accidente circunstancial. El problema era en México, no con Cuba. El que Ahumada se haya ido para allá cambió todo. Y en el fondo, lo que no soportaron las autoridades mexicanas fue que se ventilaran afuera los asuntos de casa.
Veamos unas pocas verdades, amargas pero reales y actuales que ocurren en nuestro país y que pueden parecerse a algunas que pasan en Cuba, con la diferencia de que allá hay un Gobierno totalitario y aquí vivimos en una democracia: el éxodo de nuestros connacionales hacia la frontera norte ha sido continuo por lo menos en un siglo. La diferencia con los cubanos es que ellos se lanzan al mar y los nuestros al desierto. Las muertas de Juárez se siguen sumando sin redención ni justicia y los pensionados del Seguro Social, lo sabemos de sobra, no tienen futuro. Allá no pueden hacer lo que quieren porque entre otras razones están ahorcados económicamente. Y aquí, no se hace lo que se necesita porque cada vez hay un nuevo escándalo que ocupa el interés y el tiempo de las autoridades. Todo esto que no se hace en nuestro país lo saben ellos muy bien; (ellos, en este caso son los funcionarios, los legisladores, las autoridades); pero que no vengan otros a recordarlo, mucho menos si son extranjeros y muchísimo menos ahora si son cubanos (que reviran las ofensas que primero recibieron) porque están atentando contra nuestra soberanía y porque todo lo que venga de Cuba está pervertido y automáticamente es mentira.
Como verdaderos novatos en la política, las autoridades actuales olvidan que para lograr acuerdos es preciso negociar, pero se enganchan en pleitos inútiles que desgastan y anulan posibles negociaciones, no sólo a nivel internacional, como es el caso con Cuba, sino entre las diferentes facciones partidistas en nuestro propio país. Todo ha de ser como ellos dicen y si las cosas no salen es porque la oposición pone obstáculos. Con todo mundo se confrontan y no se ha logrado avanzar un paso en ningún frente. Al destapar la carrera presidencial prematuramente, han echado a andar una bola de lodo que amenaza con cubrirnos a todos, quitándonos la confianza en la política, único medio civilizado de avanzar como sociedad.
Y en este afán por rebanarle el piso a todo posible contrincante para la grande del 2006, seguiremos viendo escándalos, nada más.
¡Qué pena, qué gran pena por los pueblos tan dignos y nobles como Cuba y México!...¿Qué gran pecado habremos cometido para merecer a nuestros gobernantes?