Desde hace algún tiempo he venido escuchando reiteradamente a diversos grupos de jóvenes referirse al consumo excesivo de alcohol por parte de sus congéneres. Se nota que es un tema que les preocupa, porque muchos de sus trabajos están enfocados a investigar el asunto o elaborar estrategias para prevenir sobre las posibles consecuencias de ingerir bebidas alcohólicas en grandes cantidades.
No crean que son mojigatos, al contrario, precisamente porque van a los antros cada fin de semana, viven de cerca el problema. Son quienes registran la gran cantidad de bares que se han abierto últimamente en la Comarca Lagunera; son quienes atestiguan que en los lugares en donde las bebidas se venden por litros, no existe el menor escrúpulo en despachar sus productos a adolescentes de secundaria y preparatoria; ellos han observado cómo los policías se acercan por su “moche” en especie, contribución por la que se hacen, como se dice comúnmente “de la vista gorda”; son quienes experimentan el doble discurso de la Ley municipal, que por un lado impide la venta de alcohol en los supermercados, tiendas de autoservicio y expendios, y por otro, permite el comercio de cerveza en el lugar conocido como “la cantina más grande de Torreón”, el estadio Corona, lugar en el que resulta insólito asociar el deporte con la bebida. Es entre ellos en donde circula el rumor de que en los antros donde se ofrece barra libre, se les pone éter a los hielos para que se les “suba” más rápido y no consuman tanto.
En pocas palabras, saben que el alcohol representa un negocio redondo para los involucrados con su venta, pero paradójicamente la mayor parte de las estrategias (tanto en los medios de comunicación, como las implementadas por parte de los Gobiernos, como el alcoholímetro) se dirigen sólo hacia los consumidores, catalogados como jóvenes “borrachos” que no tienen otra cosa qué hacer.
Y sí, realmente ¿qué opciones tienen los jóvenes laguneros para pasar su tiempo libre los viernes por la noche, sábados y domingos? Los que cuentan con recursos económicos pueden ir al cine, al boliche, a los antros, a la disco o a consumir bebidas por litro. Y párenle de contar. ¿Y los que no tienen recursos? Pues a ver qué inventan, pero como sociedad, como comunidad, no les hemos ofrecido una oferta distinta.
En España, país que nos ha puesto recientemente el ejemplo de participación colectiva, se gestó un importante programa de ocio alternativo, planteado por muchachos pertenecientes a la Juventud Obrera Cristiana de Asturias.
Esta asociación llevaba años trabajando con jóvenes desempleados y toxicómanos. Ellos solicitaron, en 1996, autorización al Gobierno Municipal para utilizar el centro cultural y las canchas deportivas con una fuerte población obrera, en horario nocturno, con la idea de ofrecer una forma diferente de divertirse sin consumir alcohol. Un año después, ya contaba con el respaldo municipal: se abrieron las bibliotecas, albercas, centros culturales, colegios, museos y canchas deportivas los viernes y sábados de diez de la noche a tres de la mañana y los domingos de cuatro a ocho de la tarde. El objetivo de este proyecto es que los jóvenes empleen esas horas en actividades de corte no consumista, con propuestas que respondan a las inquietudes, los gustos y las aficiones de ellos, desarrollando su creatividad y potenciando la relación y acción con los otros en un ambiente acogedor. Además, se recuperan los barrios como lugar de sociabilidad, mediante la optimización de los equipamientos públicos.
En 2002, en que fue celebrado el quinto aniversario de Abierto hasta el Amanecer, contaban ya con 40 instalaciones públicas y la colaboración de 120 organizaciones. En este momento el proyecto se ha extendido a otras ciudades de España y cada fin de semana se ofrecen alternativas para jóvenes de 13 a 35 años, tan variadas como las siguientes: futbol, papiroflexia, pulseras de imperdibles, camisetas de moda, bisutería hippie, escalada, pulseras de hilo, malabares, francés e italiano para viajeros, escuela de circo, escuela de canto pop-rock, cursos de fotografía, danza moderna, yoga, tai-chi, dibujo al cartoncillo, elaboración de títeres, aerobics, bádminton, baloncesto, bailes de salón, danzas del mundo, juegos de rol, mimbre, miniaturas, papel de agua, reciclaje, tatuajes de henna, voleibol, ciclos de cine, veladas de poesía y cuentacuentos, competencias de juegos de mesa y lanzamiento de dardos, torneos de coches teledirigidos, bicijuegos y un largo etcétera. Este proyecto recibió en 1999, el premio Reina Sofía en la modalidad “Prevención en el ámbito educativo y comunitario”.
En México, la propuesta no puede ser más que bienvenida, aunque evidentemente necesitaría ser ubicada en el propio contexto. Urge dar respuestas preventivas, ya que según la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA), elaborada en 2002, el consumo de bebidas alcohólicas entre los varones de entre 12 y 17 años se incrementó en un ocho por ciento en apenas cuatro años, de 1998 a 2002, alcanzando ya el 35 por ciento; las mujeres adolescentes llevan una tendencia similar y para 2002, una de cada cuatro jovencitas consumía alcohol. Aunque en lo personal considero que el alcohol es parte de la cultura y ha formado parte de la vida desde tiempos ancestrales, antes las mismas sociedades podían construir y establecer formas de autorregulación de su consumo.
Sin embargo, la dificultad se presenta cuando éste ya no encaja en una cosmovisión religiosa o de otro tipo de sentido o creencias, sino en la lógica del mercado, que no admite moderación posible.
En Torreón sería verdaderamente un reto la aplicación de un proyecto como el de Abierto hasta el Amanecer. Existe el equipamiento urbano necesario: ahí está el bosque Venustiano Carranza, los parques Fundadores y el de Las Etnias, la Deportiva, el Gimnasio Municipal, bibliotecas, museos... y también los jóvenes necesitados de otras opciones, tanto aquellos que tienen los recursos económicos, pero especialmente los que carecen de posibilidades de diversión. Estoy segura que en muy poco tiempo, tendríamos una comunidad distinta, constructiva.