No podemos negar la gran influencia que tienen nombre y apellido en nuestro desempeño personal… ¡Imagínese a mi amigo Pedro Angulo! El pobre es y habrá de ser por siempre blanco de burlas, mofas y befas por parte de sus compañeros y amigos que no podrán dejar de ver en su apellido una clara invitación al albur.
Me acuerdo de doña Zoila Becerra del Corral, del señor Tirado de Barriga y de una infeliz mujer que tenía la desgracia de llamarse Conchita Partida del Hoyo…
Algo parecido le sucede al señor Rosado… Suena el teléfono: ¿Perdone, está el señor Rosado? Sí… Pues que le pongan talco. Perdone ¿está el señor Malo? Sí… Pues que se alivie. ¡Nunca falta un impertinente que se quiere hacer el chistoso! (1)
El apellido es, pues, el que realmente nos da identidad. Nos diferencia (2) de los demás, ya que el nombre no es suficiente. Nada más ciertos personajes muy notables de la historia, el arte o la cultura pueden darse el lujo de ser identificados y reconocidos “sólo por su nombre solo”.
Si alguien le menciona a Leonardo sin apellidos, usted ya sabe que se están refiriendo al científico y pintor Leonardo Da Vinci, llamado así precisamente porque nació en Vinci, cerca de Florencia, en Italia.
Dante, Copérnico, Maquiavelo y Napoleón deben haber tenido muchos tocayos, sin embargo, no se necesita el apellido para saber de quién estamos hablando.
Es bien sabido que para la escritura de los nombres y apellidos no puede haber reglas estrictas. Hay quien escribe Cortés o Valdés con z al final y nadie le dice nada, a pesar de que originalmente ambos apellidos son con S y con acento en la E.
La Real Academia Española nos deja libres para escribir nombre y apellido como queramos (la verdad es que no le queda de otra). Hace –eso sí- algunas recomendaciones. Por ejemplo, nos aconseja poner el acento en donde haya necesidad para indicar la pronunciación correcta. No es lo mismo escribir Juááárez que Juareeez.
Debemos incluso poner acento en la inicial, cuando lo requiera, y que no nos importe que sea mayúscula Álvaro, Águeda, etc.
Que no se nos olvide tampoco que los apellidos no deben pluralizarse: San Nicolás de los Garza no debe ser de los Garzas.
Cuando un apellido viene de otro idioma que no es el nuestro, por lo general se respeta la grafía ¡Oiga ¿Y qué es eso?! La grafía es la forma en que se escribe una determinada palabra. O sea, que los nombres extranjeros, es recomendable que se escriban y se pronuncien de acuerdo con su idioma original: Los Kennedy, los Borgia. Imagínese si nos ponemos a castellanizar nombres extranjeros: Entonces Doris Day pasaría a ser Dorotea Díaz y Tom Cruise tal vez se convertiría en Tomás Crucero. ¡¿Se imagina?!
Por si las dudas
1. Pero no Cuauhtémoc. Me faltó ésta: Perdone ¿está el señor Blanco? Sí. Pues que lo pinten.
2. Diferencia. Yo sé que ya lo sabe, pero por si se le pudiera olvidar le recuerdo que no debe decir “Nos diferencííía”, que lo correcto es “nos diferencia”. No le vaya a poner el acento en la í.
Comentario. Una persona que se negó a dar su nombre nos escribe desde tierras tabasqueñas y nos sugiere agregar al artículo sobre los saludos que publicamos hace unos días, la palabra "adiuuu" cuyo origen se remonta a la época en que el gobernador Tomás Garrido implementó una política anti religiosa, mandando a quemar muchas iglesias y a colgar a una gran cantidad de sacerdotes. Fue entonces cuando los tabasqueños tuvieron qué cambiar el adiós que tenía implicaciones religiosas, por el adiu, que hasta ahora se usa ocasionalmente.
Frase loca... de remate
Frase para terminar: La experiencia nos enseña que el hombre no ha aprendido nada a través de la experiencia.
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