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Las paradojas de la política

Gilberto Serna

La tremenda paliza que le están dando a los adeptos a Elba Esther Gordillo, duramente moqueteada por sus malquerientes en el interior de la Cámara de Diputados, está propiciando que se pierdan los estribos tanto por uno de los bandos como del otro. Los diputados seguidores de la aún poderosa profesora inicialmente ocuparon la jefatura de diversas comisiones de las cuales, una vez que hicieron su arribo las huestes de Emilio Chuayffet, han sido desplazados luego que aquélla cayó en desgracia al ser desbancada de la Coordinación Parlamentaria por un grupo mayoritario contrario que aprovechó su falta de tacto político al tratar de imponer a sus compañeros legisladores una reforma legal que no contaba con un consenso previo, la cual, para acabarla de amolar, tenía su origen en su cercanía con la familia presidencial, a la que evidentemente trataba de agradar.

En estos días, al entrar en funciones un nuevo líder encargado de encabezar a los priistas, las piezas han empezado a ser removidas, tanto por derivar su nombramiento de una líder que ya no lo es, como por la necesidad de que la nueva gente cuente con la confianza del nuevo pastor.

No tiene otra interpretación que la de quien encabeza un grupo busca llevar a sus favoritos a los primeros lugares de mando para que le cubran las espaldas. Lo que sucede en el caso, es que los ánimos están encendidos con lo que se pierde la dimensión de cuál es lo verdaderamente importante: conservar la fuerza popular que se requiere para afrontar las elecciones que vienen en este y en los próximos años. En vez de ello se pierde la cabeza que da lugar a que se despotrique, no dándose cuenta que los muros que pretenden derrumbar son los de su propio partido.

A eso se le llama paranoia partidista, que es una psicosis caracterizada por vanidad, desconfianza e inquietud. Es algo fácil de percibir. Hay que respetar las jerarquías aunque tengamos que mordernos una parte sensible del cuerpo. No es posible que hagamos cera y pabilo de los dirigentes del partido político al que se pertenece y se permanezca como si se estuviese a salvo de resultar pringados con sus propias diatribas.

Hay en la actitud del Partido (de) Acción Nacional de apoyar a Diego Fernández de Cevallos, contra quien se han enderezado las baterías por una supuesta relación con el crápula, corruptor de funcionarios, Carlos Ahumada, una madurez que no está demostrando el PRI, cuando menos no algunos de sus afiliados. Es el caso del diputado veracruzano Miguel Ángel Yunes, quien desde tiempo atrás y cada vez que se le antoja hacerlo, por una causa u otra, califica de cínico, mentiroso y perverso al líder tricolor, Roberto Madrazo, endilgándole todos los males que aquejan al partido fundado por Plutarco Elías Calles. Lo que parece olvidar, el talentoso veracruzano, es que en política como en la ruleta, a veces se gana y a veces se pierde.

La actitud de encono que muestra ahora, en que aparentemente enfrenta la desgracia, es porque no puede dar marcha hacia atrás por lo que mantiene una actitud beligerante. Lo que le pase al partido, en el que milita, da la impresión de no importarle. La cohesión, tan necesaria en cualquier organización, le viene holgada.

Creo que a Miguel Ángel Yunes se le ha extraviado la brújula. Para militar en un partido se requiere disciplina y mesura. Los enemigos están en las barricadas de enfrente. La mejor ayuda que puede darle a su agrupación es el no denostarla. Y lo hace cuando, como toro de lidia, embravecido, bajando el testuz, arremete contra toreros, picadores, monosabios, el juez de plaza y los espectadores, olvidando que los que traen el estoque no están en esa plaza, son sus contrarios, dispuestos a privarle de Presidente otros seis años. Hay ocasiones en que pareciera que desea que un movimiento telúrico sacudiera su casa, cayéndole el techo encima. No se explica de otro modo sus constantes dicterios contra el Presidente del CEN de su partido político, quien puede merecer lo que de él se diga o más aún, pero mientras, la suciedad que se arroja sobre Roberto Madrazo, envuelve de un aroma fétido a su partido al cual, dice orgulloso Miguel Ángel Yunes, no renunciará. Son las paradojas de la política.¡Cuidado! No regresemos a los días aciagos del pasado.

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