En al menos siete municipios se tiene registrada la presencia de añejas disputas entre familias, por lo menos desde hace diez años, y que a la fecha han arrojado cerca de un centenar de muertos de diferentes edades.
Mediante una investigación realizada por El Siglo de Durango en algunas municipalidades, fue posible conocer que ciertas rencillas datan del año de 1955, iniciando incluso por situaciones nimias como el que un miembro de cierta familia le mató un animal de granja y/o mascota a la otra, hasta envidias por situaciones territoriales.
De los datos recabados fue posible saber, por ejemplo, que una de las familias con más conflictos en Vicente Guerrero es la conocida como los Cuevas, quienes tienen problemas al menos con dos familias del lugar, al grado de enfrentarse a balazos a plena luz del día.
En Rodeo existen las vendetas o rencillas entre las familias de apellidos Medina y Rentería; en Nuevo Ideal y Canatlán, están los Méndez contra los Medina; también como es del dominio público las alianzas entre los Delgado Canaán y los Salazar en el municipio de Canatlán, para vengarse de sus enemigos de hace años, en este caso los Díaz.
Parte de estos conflictos originados a principios de los noventa derivaron en el atentado contra el dirigente campesino, José Manuel Díaz Medina, de acuerdo con la versión que hasta el momento ha manejado la Procuraduría de Justicia en torno al caso.
Respecto del municipio de Tepehuanes, están las rivalidades entre los Herrera y los Cano; en Villa Ocampo es otro lugar donde existen conflictos entre clanes familiares y finalmente en Canelas se tienen ubicados a los Cárdenas contra los Coronel.
La Policía Ministerial, en anteriores ocasiones, advierte que este tipo de hechos de sangre son imposibles de prever, aunque en su momento ha sido necesaria la intervención de la fuerza pública para meter orden o dirimir dichas diferencias.
Eulalio Aldama Enriquez, director de la Policía Ministerial, declaró que otro factor que se añade a los conflictos es la cultura de la portación de armas de fuego, lo que va de la mano de la idiosincrasia de las personas al pensar que deben tenerla para garantizar su seguridad, siendo que las funciones de orden y de protección le corresponden a las autoridades.