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Las viudas que heredan... el poder (así sea de rebote)

Francisco José Amparán

Primera de dos partes

Con todo el circo armado por la prepreprecandidatura de Marta Sahagún de Fox, su nada velada promoción vía la fundación Vamos México y sus relaciones peligrosas con la Lotería Nacional (que es para la asistencia pública y si no hay mujer con más público que la señora Sahagún, ¿entonces?), se han perdido de vista algunas cosas. Primero, que en un país aún machista como México, llegar a ver a una mujer sentada en la Silla del Águila se antoja todavía muy remoto. En segundo, que a pesar de que las mujeres son mayoría en el padrón del IFE, no tienden a votar por sus compañeras de género, dado que éstas ocupan apenas el 15 por ciento de los puestos de elección. Y en tercero, que está en chino encontrar un caso en el que una Primera Dama suceda a su esposo en el mando de un país civilizado y que ocupe algo más que un puntito, una cagatina de mosca, en el mapamundi.

Sin embargo, sí que podemos hallar mujeres que, viudas de personajes queridos por el pópolo, supieron llegar a mero arriba, en parte montadas en la popularidad del difunto. A continuación, un par de ejemplos:

Durante muchos años el mandamás de las Filipinas fue un señor llamado Ferdinand Marcos. Se decía que su principal consejera y asesora era su esposa, una ex reina de belleza llamada Imelda. Los Marcos no se andaban por las ramas y controlaban el archipiélago con mano de hierro. Tanto así que entre 1972 y 1981 Marcos se las ingenió para gobernar por decreto, mediante una Ley marcial: ni elecciones, ni oposición, ni marchas, ni nada que le estorbara. Para efectos prácticos, aquello era una dictadura familiar y de los cuates, los cuales aprovecharon la oportunidad para hacerse inmensamente ricos.

Pero no hay mal que dure cien años: Marcos tenía un rival tenaz y popular, Benigno (Ninoy) Aquino, que en sus meros moles había sido, sucesivamente, el alcalde, gobernador y senador más joven de la historia de su país. Como Ninoy era muy crítico y fijado y la gente tendía a hacerle caso, Marcos lo había mandado al exilio. Pero hubo de resignarse a permitirle volver a las Filipinas en 1983, en medio de una crisis económica causada por su misma voracidad.

Ninoy no alcanzó a pisar el suelo de su patria: cuando aún estaba en la escalerilla del avión, un sicario se acercó y le pegó un plomazo en la cabeza. El sicario a su vez fue victimado por las fuerzas de seguridad (bueno, lo de seguridad es un decir): en un minuto había desaparecido la esperanza de millones de filipinos y en apariencia, la explicación de porqué había ocurrido aquello. Por supuesto, hubo un estallido de indignación popular. Y por supuesto, el Gobierno abrió una investigación que, se aseguró, llegaría a fondo, cayera quien cayera. Como puede verse, las malas mañas y las promesas de ese tipo brotan como hongos por todo el mundo.

Por presiones de la opinión pública, la investigación condujo al juicio de varios militares muy cercanos a Marcos, que a todas luces habían urdido un abigarrado complot para eliminar a Ninoy. El problema fue que, siguiendo su natural inercia, Marcos los perdonó y dejó libres. La dictadura no se dio cuenta que el horno no estaba para bollos y acababa de subir la temperatura a niveles peligrosos. La gente tiene un límite.

Para colmo, Marcos tuvo la peregrina idea de que podría reafirmar su poder convocando a elecciones presidenciales adelantadas, en febrero de 1986. Como era de esperarse, resultó vencedor en unos comicios tan fraudulentos que habrían hecho enrojecer de vergüenza al PRI del estado de Hidalgo. Fue la gota que derramó el vaso.

La oposición se unió en torno a la viuda de Ninoy Aquino, una señora que hasta entonces no había andado en la farándula, llamada Corazón y mejor conocida como Cory (¡Esa manía filipina de los diminutivos!). Cory encabezó una abigarrada colección de grupos opositores, que al rato contó con dos aliados inesperados: la influyente Iglesia Católica filipina, encabezada por el Cardenal Jaime Sin (¡nombrecito para un purpurado…!); y un importante sector del Ejército, harto de las corruptelas de los Marcos… y deseosos de un pedazo del pastel.

La población realizó manifestaciones monstruo (que hasta eso, nadie acusó de ser organizadas por la ultraderecha) y con un movimiento tumultuoso que se dio en llamar del Poder del Pueblo, forzaron la salida de los Marcos del poder y del país. Las masas se precipitaron al Palacio Presidencial de Malacañang, donde quedaron turulatas al descubrir los closets que contenían la colección de miles de pares de zapatos de Imelda Marcos: el sueño de toda fémina. Digo, si uno saquea un país durante décadas, de perdido ha de cumplirse sus caprichitos…

Por supuesto, Cory Aquino resultó presidenta (1986-92) y a pesar de su inexperiencia no lo hizo tan mal. Digo, ha habido otros mucho peores, en Filipinas y en todas partes. Lo que sí es que resulta sensato considerar que jamás hubiera llegado a esa posición de no ser por la bala que truncó la vida de su marido.

Ya para terminar con las Filipinas: actualmente la Jefa del Ejecutivo del archipiélago es Gloria Macapagal Arroyo… hija de Diosdado Macapagal, quien fuera presidente del país antes de Marcos. Pero lo de las hijas prodigiosas lo dejaremos para una ocasión ulterior.

Otra viuda que llegó a la presidencia de su país en buena medida como reacción al martirio de su marido fue Violeta Barrios de Chamorro. Aunque ésa es una historia más complicada que la de Cory.

En los años setenta del siglo pasado, la familia Somoza llevaba décadas siendo ama y dueña de Nicaragua. No sólo eran gobernadores de provincia y presidentes de la República: también monopolizaban el comercio exterior, las comunicaciones y creo que hasta las misceláneas de todo el país. Eran los típicos dictadores que no tienen llene: lo querían todo y lo robaban a puños. Incluso la ayuda internacional que llegó para paliar los efectos del devastador terremoto de 1972, que asolara Managua, se la apropiaron… ¡para luego venderla a su propio pueblo desvalido! Digo, la que llegó aquí por los sismos de 1985 el PRI la repartió como propaganda de campaña; pero gratis.

Total, que los Somoza eran una calamidad casi sobrenatural. Y no se andaban con chiquitas: la oposición era fieramente reprimida. Y lo de fiera no es una figura literaria: se comentaba que en su zoológico particular Anastasio Somoza había tenido tigres y leones que eran alimentados con los cuerpos de los enemigos del régimen. Vaya uno a saber. Con lo que cuestan las croquetas y conociendo a Tacho, todo es creíble.

Continuará mañana...

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