Un día después de que asesinaran a un rehén, tres secuestrados nipones fueron liberados.
EL PAÍS
Bagdad, IRAK.- Un día más, las señales que envían los secuestradores de extranjeros en Irak son contradictorias. Después de que a medianoche del miércoles se conociera la ejecución de uno de los cuatro rehenes italianos, ayer quedaron en libertad los tres japoneses secuestrados el jueves de la semana pasada. Su entrega al Comité de los Ulemas, la más alta institución suní de Irak, fue transmitida en directo por la cadena de televisión Al Yazzera.
El secretario general del Comité, Harez Suleimán al Dari, reiteró ayer su petición para que se libere a todos los retenidos, pero precisó que el caso de los italianos es “muy complicado”. “Recibí una llamada en la que los secuestradores me expresaban su deseo de entregar a los rehenes cerca de la mezquita”, explicó el jeque Abdelsalam al Qubaisy, del Comité de los Ulemas, antes de asegurar que no sabía “exactamente desde dónde habían hecho la llamada”. Sólo que en esta ocasión no acudieron a entregar a los rehenes a la mezquita de Umm al Qora. “Tenían miedo de que pudieran detenerlos los norteamericanos, así que quedamos en la de Hamud Diab al Qubaisy”, añadió en referencia a la mezquita del barrio de Al Ameriya donde dirige las plegarias del viernes. Y allí aparecieron unos hombres acompañando a los rehenes japoneses que, según las imágenes de Al Yazeera, parecían en buen estado físico, aunque Nahoko Takato, la única mujer de la que se tiene noticia que haya sido secuestrada, rompió a llorar.
Al entorno del jeque Abdelsalam no parece sorprenderle la coincidencia de que la televisión de información continua árabe estuviera presente justo entonces y pudiera retransmitir en directo la liberación. El Comité, que ha reconocido la mediación pero señala desconocer quiénes son los secuestradores, emitió ayer un comunicado “agradeciendo al grupo la respuesta a su llamamiento” para liberar a los japoneses.
El texto insta además “a todos los responsables, grupos y organizaciones humanitarias en Japón y otros países, a que presionen a las fuerzas de ocupación estadounidenses para que liberen a todas las mujeres iraquíes detenidas en sus hogares y víctimas en prisión de un trato inhumano”.
El Comité asegura que con anterioridad ha ayudado a que los secuestradores, aparentemente grupos distintos, hayan liberado a un grupo de ocho conductores de varias nacionalidades (el día 11), a los siete chinos (el día 12) y al periodista francés (el 14). Pero ayer sus portavoces explicaron que el caso de los tres italianos que aún están en manos de sus captores tras el asesinato del cuarto, es “más complicado que el resto”. Los rehenes trabajan para una firma de seguridad de las tropas de ocupación y su país es un importante aliado de EU y “tiene fuerzas en nuestro territorio”.
"Cómo muere un italiano"
Fabrizio Quattrocchi, el rehén muerto el miércoles en Irak, intentó arrancarse el capuchón que le cubría la cabeza y gritó una última frase: “Ahora les enseñaré cómo muere un italiano”. Recibió un disparo en la nuca y se desplomó. Murió “como un héroe”, afirmó ayer el ministro de Exteriores, Franco Frattini. El asesinato de Quattrocchi, uno de los cuatro rehenes italianos secuestrados en Irak, conmocionó a la sociedad italiana y agudizó la angustia por el destino de los otros tres. Silvio Berlusconi aseguró que se mantendría firme: “Han destrozado una vida, pero no nuestros valores y nuestro empeño por la paz”.
Los dos grandes partidos de la oposición, La Margarita y Demócratas de Izquierda (DS), contrarios a la guerra y al envío de la misión militar italiana en Irak, hicieron causa común con el Gobierno. “No es momento de claudicaciones, el Parlamento debe permanecer unido en estas horas trágicas”, declaró Piero Fassino, secretario general de DS. El presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, reclamó “firmeza y coherencia” para “conseguir los objetivos en el ámbito de la ONU”, aunque pidió también que fueran apuradas “todas las posibilidades de diálogo” para liberar a Salvatore Stefio, Mauricio Agliana y Umberto Cupertino, los tres guardaespaldas que permanecían cautivos por el grupo Brigada Verde del Profeta.