MÉXICO, DF.- El paso de la flama olímpica por la Ciudad de México concluyó con un emotivo relevo final de la atleta de 94 años Rosario Iglesias “Chayito”, quien encendió un pebetero provisional que se colocó en el Zócalo capitalino.
El fuego que arderá en los XXVIII Juegos Olímpicos Atenas 2004 arribó a esta capital a las 04:00 horas de ayer, procedente de Brasil, en su recorrido por los cinco continentes donde visitará 34 ciudades de diferente países.
A las 7:00 horas, el fuego olímpico fue entregado en una linterna al jefe del Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, para después ser trasladado al mismo lugar donde fue encendido hace 36 años, el Estadio Olímpico Universitario.
En una imagen que pareció un deja vu, el escenario donde se realizaron los Juegos Olímpicos de 1968 recibió de nueva cuenta el “Símbolo Universal” y fue la misma mujer que encendió el pebetero hace más de tres décadas, Enriqueta Basilio, la portadora de la antorcha.
La ex atleta, quien fue la primera mujer en encender un pebetero olímpico en la historia de los Juegos modernos, recorrió los primeros 400 metros de un trayecto de poco más de 50 kilómetros por las principales calles y avenidas de esta capital.
Ahí comenzó el recorrido de la antorcha olímpica por suelo mexicano, en un hecho histórico ya que miles de habitantes capitalinos se volcaron a las calles para vitorear la flama que fue portada por personalidades de direfentes ámbitos como la comunicación, investigación, cultura y deporte.
En su primera parada, en la Alberca Olímpica Francisco Márquez, más de dos mil personas se dieron cita en este escenario que también fue sede de los Juegos Olímpicos México 1968 y donde hace 36 años Felipe “Tibio” Muñoz obtuvo la medalla de oro en los 200 metros estilo pecho.
Las principales calles de la capital mexicana se vieron repletas de gente que hicieron valla sin necesidad de autoridades policiacas o de protección civil, con tal de ser testigos de un hecho sin precedentes.
El segundo sitio donde descansó la flama olímpica fue el Museo de Antropología e Historia, sitio en el que la campeona de la Olimpiada Infantil 2003 en lucha libre, Carmen Arias, fue la encargada de portar la antorcha.
Pero aún faltaban dos sitios más para que el “Símbolo Universal” finalizara su segunda visita a México en la historia del olimpismo; la Basílica de Guadalupe y el Zócalo capitalino.
El fuego olímpico iluminó el hogar de la “Emperatriz de América” mientras la lluvia hacia su aparición. El escritor Germán Dehesa, quien tuvo que recorrer 800 en lugar de 400 metros ante la inasistencia de su antecesor, fue el encargado de depositar la antorcha en el tercer sitio de descanso.
Así, el fuego olímpico inició su camino rumbo al Zócalo de la Ciudad de México, punto donde se daría fin al recorrido, que comenzó en el Estadio Olímpico Universitario.
La velocista sonorense no pudo bajar del vehículo que la transportó al centro de la ciudad, y tuvo que ser el comentarista de televisión, José Ramón Fernández, el encargado de suplirla en su tramo y recorrer un total de 800 metros.
Fernández entregó el fuego olímpico a “Chayito”, quien se encargó de encender el pebetero en el Zócalo, en donde se dieron cita más de diez mil personas, con lo que se dio fin al trayecto de la antorcha olímpica por la Ciudad de México.
Paso accidentado
El fuego olímpico tuvo un accidentado paso ayer por Ciudad de México, en donde se apagó por unos segundos y sorteó una riña entre periodistas y policías.
La llama olímpica se apagó en manos de Enriqueta Basilio, quie hizo el primer relevo en su marcha por la ciudad.
El fuego fue reencendido inmediatamente y Basilio completó su carrera por el óvalo del Estadio Olímpico Universitario.
El otro obstáculo que debió sortear el símbolo de los Juegos Olímpicos se desató horas más tarde, en el Monumento a la Independencia, cuando camarógrafos tuvieron una refriega con elementos de seguridad del Comité Olímpico y policías locales que les impedían rebasar los límites en torno a la antorcha. El portador de la tea en el momento, el conductor de televisión Adal Ramones, fue sacado del lugar a bordo del vehículo que transporta a los relevos, para metros adelante continuar su marcha.
El último esfuerzo
En medio de gritos y porras en favor del equipo de futbol América, el comentarista deportivo José Ramón Fernández corrió los últimos 800 metros del recorrido de la antorcha olímpica por las principales calles de la Ciudad de México.
Fernández, quien rebasa los 50 años de edad, llegó exhausto y dando algunos resoplidos al templete colocado en la plancha del Zócalo capitalino, donde lo esperaba la última portadora de la flama, doña Rosario “Chayito” Iglesias.
De esta forma, el polémico comentarista deportivo fue otra víctima del olímpico desorden que privó en todo el recorrido que realizó el fuego olímpico, ya que también el dramaturgo Germán Dehesa debió recorrer 800 metros, pues no llegó su relevo.
En medio de una algarabía y de chiflidos al más puro estilo futbolero, Fernández trotó por algunos momentos durante el tramo que le tocó cubrir y en los metros finales “echó su resto” para tratar de darle un digno colofón a este evento.
Finalmente, Fernández debió recorrer los 800 metros debido a que quien debía de ser su relevo, la corredora sonorense Ana Gabriela Guevara, no pudo descender del autobús que la transportaba para esperar al comentarista en las esquinas que conforman las calles 20 de Noviembre y República de Uruguay.
Miles siguen su andar
La directora del Instituto del Deporte del Distrito Federal (IDDF), Dione Anguiano Flores, se mostró satisfecha con la respuesta que tuvo por parte de la población al recorrido de la antorcha olímpica.
Anguiano Flores dijo que aunque será prácticamente imposible igualar el millón de espectadores que presenciaron el paso de esta flama olímpica en Beijing, China, la asistencia en la Ciudad de México ha sido elevada hasta ese momento.
La dirigente comentó que los habitantes de la capital se han ido sumando de manera voluntaria para observar el paso de la antorcha y que le sorprende la cantidad de personas que han estado en las calles y avenidas por las que ha circulado el fuego olímpico, tomando en cuenta que es día laboral.
Agregó que hasta ese momento no era necesario poner vallas para limitar la zona en que debían estar los espectadores, “pues la gente se ha organizado y además contamos con 13 mil elementos de diversas corporaciones que están destinados a cuidar la antorcha olímpica”.
Acerca de la no elección de los 47 medallistas olímpicos que tiene México como portadores de la flama, Anguiano Flores dijo que las designaciones se hicieron en base a lo que especificó el Comité Organizador de Atenas y reiteró que este acto no sólo es deportivo.
Ana no puede bajar
Alrededor de ocho mil personas impidieron que Ana Gabriela Guevara terminara el penúltimo recorrido, de 400 metros, con la antorcha olímpica en el Zócalo capitalino; la ceremonia duró 55 minutos bajo una pertinaz lluvia que de pronto fue aguacero, pero a nadie amedrentó.
Impedida de descender del camión urbano de pasajeros -dos pesos el pasaje, se lee en la puerta delantera- y con el nombre de “Torino”, sobre 20 de Noviembre, llevó dentro de la unidad, durante un breve trayecto la flama que encenderá el fuego olímpico ateniense dentro de 59 días.
Como un atractivo pez de oro en una enorme pesera de cristal y metal, es observaba con su irremediable cola de caballo. Una delgada bandita azul le coronaba la cabeza.
Aclamada por la muchedumbre, “Ana... Ana.. Ana!” ondeó una bandera mexicana por una de las pequeñas rendijas del camión.
Ante la imposibilidad de descender, el conductor de televisión José Ramón Fernández, entre empujones y custodiado por un fuerte dispositivo de seguridad, terminó de hacer el recorrido con la antorcha. Menos de 100 metros.
“Permitan el paso a Ana!”, repetía el maestro de ceremonias por el sonido local, cuando en las dos pantallas gigantes apareció la diminuta imagen de Fernández. Después corrigió.
Otra campeona, Rosario Iglesias “Chayito”, de 94 años de edad, recibió al fuego y encendió el pebetero habilitado en el estrado donde se realizó el acto, que comenzó a las 19:05 y finalizó a las 19:50.
Mientras el lábaro patrio ondeaba en lo alto de la asta sobre la plancha de concreto, a un lado del Hotel Majestic, en el último piso de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), se lee en una enorme manta blanca que pocos toman en cuenta: “Y los Amigos de Fox, cuándo”, y “el Pemexgate', cuándo”.
Poco antes de finalizar la ceremonia, Ana intenta descender de nuevo del camión. Imposible. Otra vez, sus puertas son copadas por la muchedumbre que se conforma sólo con mirarla.