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Lo que haría falta

Patricio de la Fuente

Digamos que yo también me estoy adelantando con eso de la sucesión presidencial, ando desbocado pero no precisamente en pos de un candidato en especial –y si tengo alguna preferencia siento que todavía no es el momento de revelarla- sino más bien quisiera hablar de aquello que hace falta, de lo que México necesita en términos de un Presidente de la República para el período 2006-2012. Son simplemente ideas que estoy seguro podrían servir y otras tranquilamente irán a parar a la basura por pecar de ingenuas; pero ya ven, que eso de lo quimérico y fantasioso es propio de la juventud y además a mí nunca se me quitará. Quiero pues, adelantar qué es lo que considero le hace falta al alfil que termine ocupando Los Pinos, cuáles son los elementos indispensables, necesarios para tener al mandatario que nos merezcamos y digo nos merezcamos pues a la hora de escogerlo muchas veces o nos hemos equivocado o la coyuntura histórica terminó llevándonos por la senda del error. Bueno, ya estuvo bueno de rollos: entremos en materia.

Mi deseo proviene de algo muy simple y de suma sencillez; la noción de que el actual Gobierno nomás no está gobernando como debería y en el aire quedan una serie de promesas incumplidas. Del Vicente Fox esplendoroso, aquel que supo con gallardía romper todos los cánones nada queda ya, se encuentra eclipsado por una serie de imponderables que podrían salir del paso si nuestro Presidente tuviera la suficiente visión o experiencia política, (algo de lo que adolece). Olvidémonos ya de los errores diplomáticos, de las pronunciaciones o tiempos gramaticales y entendamos que Fox está harto, hastiado y busca con un afán insólito regresarse a su rancho. Creo que en su fuero interno nunca imaginó los vericuetos y niveles de complejidad intrínsecos si se pretende conducir a un país lleno de problemas –algunos se pueden resolver; otros no- que necesita de mano firme. Estimo tampoco estaba entre sus planes tener a una esposa con tal nivel de ambición y posturas demagógicas que terminaría por eclipsarlo de tal manera. Pero ya me desvié otra vez del camino, pues no queremos hablar de Fox sino del próximo.

Antes que nada, los partidos se tienen que poner a barrer la casa y hablo de todos sin excepción alguna. México entero está decepcionado de organismos políticos que actúan con un grado de infantilismo tal que son incapaces de ponerse de acuerdo, ya no digamos en lo complicado, sino en lo esencial. Deben pues comenzar a limpiar a fondo, sacar al puñado de sátrapas que tienen dentro y rescatar a los cuadros valiosos que se han perdido en un triste anonimato provocado en parte por los recientes escándalos. Después de ello deben con urgencia escoger entre los militantes ejemplares y rescatar única y exclusivamente aquellos que cuenten con los niveles de patriotismo y entrega necesarios para conducir a México por la senda del entendimiento y el bien común, (entiéndase bien común como la capacidad de velar por el interés colectivo, nunca el personal).

El IFE (Instituto Federal Electoral) también tiene vela en el entierro. No puede convertirse en parte, pero sí en juez y es su deber máximo el que los procesos electorales transcurran con la mayor armonía posible. Lo que a los contribuyentes nos cuesta cada elección –federal, estatal o local- no va en concordancia con lo que recibimos a cambio; es francamente injusto que en un país con cuarenta millones de pobres un tipo como Roberto Madrazo se atreva (no tiene límites) a vilipendiar una fortuna para ganar cualquier elección o que al PAN se le permitan abusos y para acabarla de fregar se le impongan multas que a mi juicio son irrisorias, ofensivas para la sociedad. Nuestra joven democracia está en pañales, pero ello no es pretexto para permitirle al Partido Verde y su gloria nacional llamada Jorge Emilio González convertir una causa justa y loable como lo es la ecología, en un negocio familiar.

Después de nominar a sus posibles candidatos, los partidos necesitan a toda costa buscar generar un debate de las ideas consensuado y razonable. Frente a la oposición es estéril atacar por atacar, vilipendiar por el simple placer de hacerlo aunque dicha táctica sea tan popular en nuestros tiempos de violencia política. Es menester que aquellos que pretendan alcanzar la silla más codiciada del país estén por encima de calumnias y difamaciones, limpios de polvo y paja –o por lo menos con cierto grado de honorabilidad- si pretenden hablar de valores como la justicia y la equidad.

Un buen gobernante debe tener un mínimo nivel de compromiso con otras estructuras de la esfera política. Hasta cierto punto es entendible que existan afinidades de grupo o de género, sin embargo mucho nos ayudaría que a la hora de formar su gabinete el siguiente Mandatario tuviera muy presente en la memoria quiénes son realmente aquellos competentes, ésos a los que a la hora de la verdad no les tiembla la mano tomar decisiones, por más difíciles que sean. Un buen Gobierno puede ser de izquierda, derecha o estar posicionado en el centro, pero a la larga lo que realmente importa es poder lograr un diálogo serio y responsable con todas las fuerzas. Tristemente en México seguimos inmersos en un debate estéril que a nada nos ha llevado, por ello la importancia de lograr acuerdos.

Para lograr lo antes mencionado es muy importante contar con un grupo de colaboradores dispuestos a rifársela por México, su gente y sus instituciones. Claro está, también el clamor por una sociedad civil que mantenga los ojos bien abiertos y que en determinado momento no le tiemble la mano señalar tropelías y abusos de confianza. Ya lo hemos dicho hasta el cansancio y no lo dejaremos de hacer nunca: somos demasiado licenciosos, permitimos o deseamos que otros sean los que nos resuelvan la vida y a la hora de la verdad es únicamente cuando comenzamos a vociferar en contra. Ponernos como mártires de esta tragicomedia mexicana de nada nos va a servir. ¿O acaso el paternalismo nos ha llevado hacia algún lado?

Un Presidente capaz es aquel que muestra una clara tendencia de recapitular la historia con el objeto de no cometer los mismos errores del pasado. Y si hablamos de pasado es vital nos pongamos a resolver casos pendientes por más difíciles que resulten: Posadas Ocampo, Colosio, Ruiz Massieu y la Guerra Sucia de la década del setenta. ¿Por qué será que nos asusta tanto revisar dichos asuntos? ¿Acaso tememos encontrarnos a un sistema en pleno grado de putrefacción? Es muy probable, sin embargo no podemos vislumbrar futuros paradisíacos sin haber resuelto todo aquello que desde hace tantos años venimos arrastrando y que con el paso del tiempo se torna complicado.

Quiero un Presidente fuerte, pero nunca un dictador. El que detente el Poder Ejecutivo tiene por esencia y obligación que ser respetuoso del orden jurídico y no estar violando a la Constitución a su antojo. Lo anterior me hace recapitular en una idea que mantengo desde hace tiempo: es urgente una carta magna que esté acorde a los nuevos tiempos ¡No es posible pretender que un documento elaborado en 1917 siga siendo eficaz en nuestros días! Sin ser experto en la materia sigo pensando que la cantidad de enmendaduras que ha sufrido la Constitución vienen provocando lagunas jurídicas sobre las cuales muchos se vienen aprovechando y ello no es justo.

También quisiera un Presidente que tenga los pies bien puestos sobre la tierra. El enorme círculo de aduladores que suelen rondar a un Mandatario muchas veces provoca que entre en pleno estado de desconocimiento de la realidad del país y llegue inclusive a pensar que “todo marcha de maravilla y no existen errores de ninguna índole”. Información es poder y si el hombre de Los Pinos no la tiene pues sencillamente andamos de la fregada. ¡Y se me estaba olvidando la cuestión del centralismo! No podemos, ni debemos hablar de progreso cuando sigue siendo injusta la distribución de recursos hacia los estados y municipios, por ello el siguiente Mandatario debe pactar con el venerable Congreso de la Unión para lograr una forma más equitativa con fin de que los dineros sean distribuidos de manera fácil, práctica y acorde a una legislación moderna. ¿O a poco existe algún estado de la República que esté conforme con lo que recibe? Ello nos lleva también a la urgencia de una Reforma Fiscal integral que castigue, condene plenamente a los delincuentes de cuello blanco y se ofrezcan estímulos a los contribuyentes responsables.

¿Pero quién quiere pagar impuestos cuando los políticos se roban el dinero a manos llenas? Aquí sería responsabilidad del Poder Judicial el reformarse por completo para conseguir atrapar a todos aquellos que han –de una u otra manera- delinquido y andan paseando tan tranquilamente por las calles. Desgraciadamente la corrupción nos ataca a todos a distintos niveles: magistrados y jueces se hacen de la vista gorda y aceptan cualquier cantidad de “mordidas” a cambio de favorecer a un puñado de delincuentes que se hayan enquistados a todos los niveles y en todos los ámbitos de las esferas social, política y económica.

Hablemos del caso Pemex y la Comisión Federal de Electricidad. El siguiente Mandatario la tiene difícil pues respecto a ambas paraestatales muchos son los mitos y romanticismos que las rodean, pero honor a quien honor merece, son disfuncionales. ¿Tendremos que seguir encaprichados con dos industrias que son verdaderamente un lastre para la sociedad y que diariamente pierden enormes cantidades de dinero? ¿Quién les va hacer entender a los senadores y diputados que al paso al que vamos en unos años se podría generar un auténtico caos en dicho sentido si no establecemos medidas concretas para revitalizarlas como para ayer? El populismo del PRD y el cansado, desgastado discurso revolucionario del PRI se han convertido en lastres para que ambas compañías puedan transitar hacia sistemas modernos; además está el caso de un sindicalismo anacrónico, abusivo y gandalla que a la menor provocación amenaza con irse a huelga. ¡Así se las van a ver cuando nos llegue un apagón y el país se vea en una verdadera crisis energética!

Nuestro alfil para 2006 lleva la consigna de generar nuevos empleos; no basándose en estadísticas engañosas sino en una economía real, que se vea reflejada en los bolsillos del que menos tiene. También debe a toda costa tener la visión necesaria para establecer alianzas estratégicas con otros países para así lograr manufactura de calidad propia si queremos competir con las grandes –y potencialmente peligrosas- economías como la china. Si de relaciones exteriores hablamos, hay que desmitificar nuestra interdependencia con los Estados Unidos y entender el fenómeno como algo natural, históricamente imposible de romper los vínculos que por tantos años han repercutido y tienen trascendencia sobre la vida de millones de personas. Sin perder nuestra dignidad, claro está, importante quitarnos de encima el lastre de hipersensibilidad frente a los yanquis. Ya hablando del caso Cuba, entender la relación como extensión natural de la Doctrina Estrada, es decir, aquella capacidad de que nadie nos imponga estar con el más débil y apoyarlo durante las circunstancias adversas. Ello no significa aprobar los abusos que el régimen de Castro comete a diario tratando de acallar a las voces que disienten.

También urge transformar al campo, estimular al agricultor, generar programas funcionales que rescaten dicho rubro del total abandono en que se encuentra. Aquí vendría siendo de fundamental importancia crear una cultura donde el empresario y aquel que trabaja la tierra vayan de la mano en pos de un futuro equitativo y conveniente para ambos. En todos los casos mencionados durante mi tesis, quisiera destacar la necesidad de programas que no vayan de acuerdo a un proyecto político en específico y más bien trasciendan los seis años de mandato constitucional.

Está claro que la caballada para 2006 todavía no se define y que, en opinión de muchos, verdaderamente está muy flaca. Yo sencillamente no me hago a la idea que entre tantos buenos mexicanos no exista alguno con las virtudes y capacidad necesarias para lograr lo toral, ese hombre o mujer lo verdaderamente grande para llevar a un gran país hacia un futuro promisorio. ¿Será acaso que nos hemos conformado con muy poco? ¿Se habrán terminado los tiempos de grandes Estadistas? ¿Caben en estos tiempos modernos un Churchill o son simplemente producto de otra coyuntura? Bueno, que al fin y al cabo sólo nos resta esperar, ser pacientes y ante todo, muy observadores.

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