El día domingo dedicado al Señor, es un día cabalístico, es el séptimo día de la semana, las sagradas escrituras anotan que el Todopoderoso descansó en ese día después que se había dado a la tarea de crear todo aquello que suponía un esfuerzo supremo aun para el gran hacedor. Es un día en que se pueden buscar signos en los astros para acceder a la adivinación supersticiosa. La gente sencilla acude a las parroquias. Lo que no estábamos enterados es que a nuestro Gobierno, dicho coloquialmente, se le quemaban las habas por dar a conocer su determinación de enfriar las relaciones bilaterales con el Gobierno de Fidel Castro Ruz. Para hacer el anuncio aparecieron en la pantalla chica dos de los secretarios de Estado. Era la tarde del domingo. Se les veía tiesos, sentados atrás de una mesa. Ambos carecían de corbata, por lo que traían desabrochado el botón del cuello de sus camisas. Uno lucía una chamarra de cuero negro y el otro una chaqueta tweed de color azul marino. Los dos se veían vestidos informalmente, dando la apariencia de estar regando un jardín con el pasto crecido hasta las rodillas.
De como sucedieron las cosas, a una velocidad desconsiderada, se siente en la piel que hubo apresuramiento. No era cuestión de esperar un día más, procedía llamar con premura a los titulares de las secretarías de Relaciones Exteriores y de Gobernación. Tráiganlos donde se encuentren, fue la orden terminante. No importa el decoro con el que se presenten. En cualquier país del mundo un secretario de Estado tiene el pundonor de presentarse con la dignidad que su cargo requiere. No se trata que un alto funcionario vista faraónicamente, con ropa cara y elegante, es sólo que la ligereza no va acompañada de los adminículos que requiere una persona seria y circunspecta. El que viste de traje para una ceremonia, como la del pasado domingo, cuyas imágenes iban a dar la vuelta al mundo, traería corbata, quizá con una camisa blanca impecable. Es obligatorio vestirse con saco y corbata cuando se asiste a determinados actos que requieren solemnidad. No se veía si traían calcetines o calzaban unas pantuflas o les faltaba cualquier otra prenda. Es que el tiempo apremiaba. El mudarse de ropa les hubiera llevado unos minutos, pero la decisión estaba tomada y había que darla a conocer sin mayor dilación. ¿Cuál era el apuro? ¿O se hizo a propósito para que se dijera que la decisión surgió de manera espontánea, sin llamada telefónica de por medio, en medio de una crisis emocional?
Se empezaron a oír las palabras con las que nos decían de los móviles para ordenar que la embajadora mexicana se regresara a México y el cubano del igual rango se retirara a su patria. A otro diplomático lo despedían llamándole persona non grata, por lo que ni oportunidad tuvo de meter sus tiliches en una maleta cuando ya viajaba en un avión. Es que dos cubanos pertenecientes al Partido Comunista cubano realizaron, decían frente a los micrófonos, actividades inaceptables que se realizaron fuera del marco institucional contrarias no sólo a la amistad sino además al respeto que están obligados a darse los Gobiernos. Los secretarios de Estado, con el ceño fruncido, no se sabe si porque interrumpieron su día de descanso o porque debían poner cara de circunstancia, se negaron a mencionar en qué consistieron esas actividades, manifestando que legalmente estaban autorizados para reservarse lo que según Ernesto Derbez constituyeron francas violaciones a la Convención de Viena. Bien, lo único cierto es que no revelaron en qué consistieron esas violaciones, por lo que se ignora si eran causas suficientes para hacerlo.
La pretensión era ¿no dejar que la izquierda llegara al poder, habiendo la necesidad ineludible de romperle el cascarón al huevo antes de que fuera empollado? ¿Influyó el hecho que Ahumada resultara chasqueado en su intento de buscar asilo en la isla? ¿Había que tomar medidas para contrarrestar lo que Cuba pudiera alegar en la rueda de prensa a que convocó el canciller Felipe Pérez Roque? ¿Correspondía armar una estrategia para contrarrestar la información que podría involucrar a altos cargos del Gobierno? El que el empresario argentino, devuelto a nuestro país, hubiera cantado la palinodia, ¿no era suficiente? ¿Por qué las prisas, los gritos, las carreras por armar el tinglado, sin dar oportunidad a los actores para una muda de ropa, actuando con insólita rapidez? ¿Era acaso perentorio hacerlo? ¿De dónde surgió la urgencia para dar a conocer que se congelaban las relaciones? Da la impresión que la precipitación tuvo su origen en un negado arrebato. Dicen que cuando uno se enoja se sube la sangre a la cabeza, cegando todo raciocinio ¿Sería ese el caso?