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Los cabos sueltos

Gilberto Serna

El simple anuncio de que la marcha cívica se realizaría, puso a transpirar a las autoridades dejándoles escurrir el sudor por todo el cuerpo, cual si se hubieran encerrado en un baño ruso. Lo que provocó que serios, muy serios, se apresuraran a declarar que ahora sí se va a hacer algo, como si antes no se hubieran enterado del estado que guardan las cosas o acabaran de tomar posesión de sus cargos. Veamos. En recientes años las cárceles se han ido atiborrando de delincuentes. No pasa un día sin que se sepa que han sido detenidos unos cuantos malandrines, sorprendidos en algún momento, durante el transcurso de su maldad. No obstante, los secuestros no disminuyen, pues apenas se pone a buen recaudo a un malhechor cuando surge otro, en una fila interminable de rufianes en que parecería estamos viviendo el cuento de nunca acabar.

El domingo pasado hubo una procesión de capitalinos dolidos por la inseguridad que priva en la ciudad de México. Para los que querían expresar su enojo les fue suficiente con salir a las calles, con las bocas tapadas, pues en ocasiones hay silencios que dicen más que las palabras. El día era caluroso, los rayos del sol caían a plomo sobre la gente, lo que no amilanó a los que escenificaron la muda protesta, apretujándose cientos de miles en la plancha de concreto. La sola presencia de familias en el lugar, compuestas del padre, la madre y los hijos, fue un severo reproche a la lenidad con la que han venido actuando las autoridades en el combate a la delincuencia.

¿Qué sucederá a partir de ahora? Los encargados de reprimir el crimen, durante varias semanas harán como que trabajan arduamente, con declaraciones tronantes, sólo eso, para en un futuro cercano, poco a poco, confiando en el olvido de la gente, volver a lo mismo. De ahí que no sea suficiente con una marcha para obligar al Gobierno a resolver los problemas que aquejan a la sociedad. No hay sensibilidad en las personas que están en las oficinas burocráticas para darse cuenta de cuando es verdad el malestar ciudadano. Una solución sería modificar las leyes para estipular que autoridades que no funcionen sean substituidas, mediante un referéndum o un plebiscito, sin que haya necesidad de esperar a que se cumpla el término de su mandato. Agregaríamos que hay gran cantidad de cabos sueltos en torno a los secuestros que así mismo requieren la atención ciudadana.

Dentro de este contexto se advierte que hay que parar la comisión de delitos conexos que le dan vida a los asaltos, robos, secuestros y asesinatos, encontrando que los muy desalmados truhanes están mejor pertrechados que nuestra policía, con pavorosas armas de grueso calibre. Aquí no se fabrican, dado que la Ley lo prohíbe, luego ¿por qué no se impide su ingreso a nuestro país? ¿Quiénes las introducen? ¿Son castigados? ¿Quiénes colaboran con los contrabandistas? La gente pide a sus autoridades no se hagan más tontos de lo que ya son. Es que acaso los responsables de vigilar las puertas fronterizas, por donde entra esta letal mercancía, ¿padecen de ceguera crónica? Vamos, que no nacimos ayer. El público está ahíto de que le den puro jarabe de pico. Ligados a los delitos que mencionamos existe una gran corrupción y un alto grado de impunidad. ¿Y qué me dicen de los bien surtidos arsenales de los que dedican sus afanes al sucio tráfico de drogas? En fin, me alegró que el pueblo, cansado de soportar la falta de seguridad, haya salido de sus casas a manifestarse. Aunque, hay que estar atentos, en el futuro, de que la marcha no haya sido predicar en desierto.

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