No le gustó a Víctor Cervera Pacheco, quien compitió por la alcaldía de Mérida, que el tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación haya ratificado el triunfo de su contrincante panista. Este político, con aura de imbatible, le han hecho morder el polvo. Hombre que, mientras detentó el poder, no hubo quién le hiciera sombra, dándose el lujo de ocupar el cargo de gobernador de Yucatán por diez años consecutivos. Un caso único en la historia de la política contemporánea.
Para hacer eso, violentó todas las leyes en vigor que establecen la prohibición de que la persona que haya ocupado el cargo de gobernador, aun con el carácter de interino o provisional, no deberá ser electo para el período inmediato. Víctor, no cabe duda, es un gallo muy jugado, experto en cómo el poder se ejercita con mano dura, desprovisto de cualquier escrúpulo electoral. Daba lecciones de caciquismo, antes de que el PRI fuera derrotado nacionalmente.
El Cervera Pacheco que conozco no le gustan las gracejadas pues, en vez de pupilas, parece tener dos carbones encendidos al rojo vivo. Cada vez que mira a alguien da la impresión de estar dispuesto a iniciar una reyerta. Se decía en tiempos idos, el de aquel priismo de carro completo, que era invencible. Era tal su destreza en asuntos electorales que se pensaba que en esos menesteres se las sabía de todas, todas. En esta ocasión, ya sin estar arropado por el presidencialismo priista, sufrió una estrepitosa derrota. Justo en el escenario de sus glamorosos triunfos. O la ciudadanía le volteó la espalda o no era tan león como él se pintaba.
Estoy consciente de que una golondrina no hace verano, por lo que es posible que lo acontecido en Yucatán no forzosamente debe repetirse en otras entidades. Esto lo estoy recordando a propósito de las elecciones que se celebrarán en Durango, Chihuahua y Zacatecas el domingo cuatro de julio. No hay decisión adelantada por más que las encuestas señalen a tal o cual aspirante como favorito. La moneda debe estar en el aire. Soplan aires distintos. Debe ser así si queremos evitar que las armas hablen por nosotros. La democracia acompañó, si no me equivoco, a los hombres, mujeres y niños que marcharon por las calles el domingo pasado.
Los ardides de antaño, el pueblo los rechaza. El movimiento, que protagonizó la sociedad civil el pasado fin de semana, reclama que el Gobierno combata a la delincuencia, en todos los órdenes. Es ahí, en la elección de nuestras autoridades, donde debe empezar la limpieza. De nada valdría que las familias hubieran salido a las calles si los comicios se celebran con los mismos vicios del pasado.
En Durango, no importa digan que el gobernador Ángel Sergio Guerrero Mier, es un clon político de las mañas que usaba Víctor Cervera Pacheco. El pueblo sabe que las autoridades que resulten, provenientes de una auténtica voluntad popular, serán las que el día de mañana se encargarán de darle seguridad a sus familias. No son las vulgares elecciones del pasado en que el pastel estaba horneado con anticipación y el pueblo decía “para qué votamos, si siempre ganan los mismos”. Eran los tiempos en que los votos se compraban con una despensa. En verdad os digo: eso era antes de la marcha de una sociedad dolida, ahora demos por sentado que será distinto.