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Los comicios y la cábala

Gilberto Serna

El último debate que sostuvieron George W. Bush y John Kerry, a menos de dos semanas de la elección, que decidirá cual de los dos ocupará el salón oval de la Casa Blanca los próximos cuatro años, no hizo más que destacar quien de ellos es el más listo para polemizar acerca de los problemas a los que se enfrentan los Estados Unidos de América, así como quien tiene el don de la palabra para apabullar a su contrincante en un torneo retórico de escasa duración. El aspirante a desbancar al Presidente en turno tenía la ventaja, prerrogativa de un verdadero francotirador, criticando lo que el otro ha hecho en los cuatro años que lleva al frente de la nación, dedicándose a hacer resaltar las metidas de pata en que haya incurrido. A su vez el mandatario, con cuatro años de experiencia en el cargo, conocedor de los recovecos del poder, por lo que se encontraba en una posición relevante con un equipo de trabajo distribuido en oficinas burocráticas que le daba la oportunidad de sacudir a su oponente calificándolo de ignorante. Todo dependía de quien utilizara la retórica de la mejor manera pues no hay que olvidar que estaban frente a un público de millones de telespectadores pendientes de lo que dijeran y del más mínimo de sus gestos.

Los mexicanos vemos, desde los tendidos de sol, lo que allá sucede, en la nación que se considera como la campeona de la democracia en el mundo; aunque cabe recordar que en la elección anterior, hace cuatro años, hubo un forcejeo de última hora que empañó la victoria del de Texas, cuando las boletas electorales en el Estado de Florida no eran muy claras sobre a quien le daban la ventaja; ¿no lo cree? pregúntele a Al Gore que tuvo que hacer de tripas corazón cuando la Suprema Corte falló a favor de Bush. El joven George es simpático, risa y risa ordena a sus bombarderos vayan a hacer su labor a los países árabes. Le cae bien al ciudadano común de su país, es alcohólico redimido, testarudo y fanfarrón, furioso y petulante; y como todos los políticos que ocupan un cargo: está muy creído de sí mismo. El John Kerry maneja mejores y más sesudos argumentos, aunque su parecido con el actor Fred Gwynne (1925-1993), que interpretaba a la cabeza de la familia Munster no le atraiga las simpatías que tenía el artista en la comedia televisiva, que usted recordará interpretaba a un gracioso empleado encargado de conducir una carroza fúnebre, un buenazo incapaz de matar una mosca, a pesar de tener el aspecto siniestro del legendario frankestein del cual era su antitético en carácter. Ambos disputan nada menos que la rectoría de la nación más poderosa de todos los tiempos sobre la faz de la Tierra.

No estoy muy convencido de que los electores tuvieron la oportunidad de enterarse a fondo cuál es el más idóneo para ocupar la Casa Blanca. Lo que ahí dijeron, por persuasivo que pudiera parecer, no demostró otra cosa que su discurso nace de la elocuencia con la que manejen sus ideas. Uno u otro debieron utilizar su facundia dirigida a convencer a sus oyentes. Eso no es garantía alguna de que puedan gobernar sin dejarse llevar por la paranoia. La guerra ha sido el tema dominante. No es para menos, una sombra amenazadora se cierne sobre los hijos del Tío Sam: el terrorismo. El miedo está presente en cada una de las casas de los norteamericanos quienes pueden llegar a la conclusión de que más vale malo por conocido que bueno por conocer. Ello puede inclinar la balanza recordando aquel consejo vaquero de que no se debe cambiar de cabalgadura a la mitad del río. Si la labia de Kerry consiguió que los electores piensen que es una alternativa viable frente a un presidente fracasado, ya la hizo. Si la gente continúa pensando que él es indeciso y zigzaguea en sus decisiones, ¡abur! mi querido John, sería Bush quien se alzaría con el triunfo.

Estoy examinando con doble lupa lo que sucede en la campaña electoral por llegar a la Casa Blanca. Dijo Kerry que el trabajador ha padecido durante el período buchista, mientras los ricos han gozado de enormes beneficios. Al senador Kerry lo tacharon de liberal fuera del centro político, demasiado a la izquierda. Hay en la Unión Americana un sistema de seguridad social en crisis, una política fiscal embrollada y una inmigración problemática. Esto es, la gente quería saber que piensan hacer los candidatos en cuanto a impuestos, jubilaciones, salud pública, aborto, investigaciones médicas con células troncales y que con los indocumentados latinos. Ambos candidatos se adjudicaron una fe religiosa que en el caso de Bush lo ha hecho orar mientras rompe con sus manos el mandamiento que dice no mataras. En fin, los mexicanos podríamos decir que el asunto ni nos va ni nos viene. Aunque en realidad si nos importa pues nuestra economía doméstica está uncida al tren de las barras y las estrellas aunque viajemos parados en un trémulo e inestable armón, agarrados con manos y dientes al último furgón. Si George W. Bush resulta reelecto no menospreciar la cábala que rodea a los que han asumido el cargo de Presidente en un año terminado en cero.

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