Las cartas están sobre la mesa. Nadie que se precie de entender cómo se resolvían los conflictos al interior del partido, en aquel entonces invencible, ignora que era un valor entendido, que había una sola voluntad a la que se sujetaban todas las demás fuerzas. Era un pacto no escrito que se cumplía ineludible y fatalmente. Durante los primeros años, una vez que zarpó el Ipiranga hacia Francia, los pleitos entre los aspirantes a ocupar espacios de poder se decidían a balazos. Hubo muertos por doquier. La Presidencia de la República llegó un momento en que no albergó, por algún tiempo, a quien detentaba el poder sino a un pelele de quien verdaderamente ejercía el mando. Era una época turbulenta en que las armas dieron paso a un Gobierno unipersonal. Hubo necesidad de que a quien era considerado el jefe máximo de la Revolución se le ayudara a trepar en un avión enviándolo fuera del país. El Presidente, recuperó para sí y para los presidentes que venían atrás, el mando de la nación y por desgracia también el del partido.
Todo funcionó a la perfección hasta que empezaron a ser candidateados a la primera magistratura personajes que jamás habían ocupado un cargo de elección popular. Acaba de fallecer precisamente en esta semana uno de ellos. Y hubo alguno que ni siquiera había militado en el partido que lo postulaba. Llegaban a la Presidencia de la República sin saber qué hacer ni cómo hacerlo. Los hubo de todos los sabores. Se tardaron unos cuantos sexenios pero al fin lograron socavar el partido que los había acogido. Eso trajo la consecuencia que todos conocemos. El partido tricolor dejó ir de las manos la Presidencia. El pueblo se cansó y en una justa, donde estuvieron ausentes antiguas artimañas, obtuvo el triunfo quien no estaba preparado para asumir la función encomendada. Eso dio lugar a que en el PRI surgieran nuevos polos de poder y se diera una fiera lucha por su dirigencia. Hoy por hoy nos encontramos en esas épicas batallas.
Allá en el rancho “El Alacrán”, en el Estado de Sinaloa, el pasado domingo por la tarde se celebró un cónclave priista con la asistencia de 13 de los 17 gobernadores. Lo que fue relevante en esta junta es que la asistencia de la mayoría de gobernadores, aun con probadas disensiones, produjo un atisbo de que las cosas están mejorando en ese instituto político y que quien lo preside tiene poder de convocatoria. En lo que cabe considerar como una pataleta de los gobernadores que no asistieron, fue el machacar que era una reunión en que lo único importante era se dijera que en el PRI no hay discordancia, cuando la verdad es que la unidad de gobernadores, alrededor del jefe del partido, está ausente. No obstante lo que vio el ciudadano, sin más interés que observar cuidadosamente los fenómenos políticos que se dan en la actualidad, que lo aducido por Isidro Pastor, líder del PRI en el Estado de México, de que quería que Roberto aceptara que busca la candidatura para pedirle deje su cargo, lo cierto es que no midió sus palabras, tirando la piedra sin darse cuenta que los gobernadores tienen el techo de vidrio, pues si de destapes y renuncias hablamos hay varios a los que les queda el saco a la medida.
Roberto Madrazo en una categórica contestación a sus malquerientes, dijo que nadie debe usar los recursos públicos de los Gobiernos estatales para proyectar sus aspiraciones personales, esto en clara alusión a varios mandatarios que han dicho que la quieren pero que siguen apoltronados en las sillas de sus despachos de Gobierno. Antes había dicho que algunos gobernadores han manifestado su interés en ser candidatos, al igual que el líder del Senado. En fin, esto está calentando el caldero cuando faltan aún cerca de dos años para que sea destapado el bueno que abanderará la causa de los priistas. Lo que estamos viendo no es otra cosa que los escarceos previos a lo que vendrá cuando haya qué decidir. Entonces veremos de cuál cuero salen más correas.