En la Región Lagunera se recuerda con cariño a profesores, por citar alguno, el profesor Joaquín Galindo Herrera, quien hiciera de la Secundaria Federal Uno la mejor secundaria en su tiempo, cuando estaba ubicada en la avenida Morelos y calle Degollado en la ciudad de Torreón, por los años sesenta. Entre alumnos, maestros y empleados administrativos de la secundaria trasplantaron cientos de arbolitos en las cercanías de esta escuela, hechos que aún persisten en memoria de muchos alumnos y vecinos en aquel entonces.
María Reyes A. de García una maestra rural de ese entonces, profesora de las que hoy se le llamarían de excelencia, aunque a lo mejor en la actualidad no la considerarían así, por los parámetros en decadencia que presenta este sector el cual deja mucho qué desear y desgraciadamente son más lacayos de un salario que de su profesión, dicha maestra acudía al vivero de Cuidad Lerdo con una camioneta que el Comisariado conseguía prestada en el ejido, donde fungía como: Directora, Profesora, Secretaria, Conserje, Consejera y hasta Enfermera; en dicha camioneta podía llevar eucaliptos, fresnos y pirules, estos los árboles eran trasplantados en patios de los ejidatarios, en la misma escuela y en los poblados donde ella vivió y trabajó, por lo que dejó un legado que perdura: Árboles.
Bien, estos recuerdos llegan a mi memoria por unos hechos muy lamentables, sucede que una banda o gavilla de quienes se dicen profesores, se convierte en una turba de asesinos, sin misericordia masacran a siete hermanos árboles, uno de ellos un eucalipto de 50 años de edad y seis laureles de la India de aproximadamente siete años de edad que se encontraban en la calle Guerrero esquina con Sarabia, de Ciudad Lerdo, Durango, donde estos fascinerosos derribaron una vieja casona para construir un auditorio. Poco o nada les importó que los alumnos de la escuela que ellos dirigen se dieran cuenta de la infame acción por parte de estos mercaderes de la educación.
Es una lástima que esta pandilla esté encabezada por quien debería defender su terruño, el diputado federal Juan de Dios Castro Lozano y la familia Castro Muñoz, estos seudoeducadores contaron con la complicidad silenciosa de las autoridades municipales y federales que tuvieron que cerrar por varias horas la calle Francisco Sarabia, para poder derribar el añoso, rugoso e indefenso eucalipto.
Algunos lerdenses ahora lanzan consignas por la demolición del puente elevado construido por la hermanita del diputado Juan de Dios Castro Lozano, la diputada plurinominal Rosario Castro, con un costo en ese entonces (1996) de 250 mil pesos, quien ahora pretende regresar como presidenta municipal, en pleno siglo XXI en Lerdo es uso y costumbre caciquil repetir, González Achem es otro ejemplo.
Total que el vergonzoso silencio de los lerdenses ante el acto de talar árboles es un usufructo de una familia a la que el sistema político ha favorecido y más grave aún el caso del señor Castro Lozano, presidente de la Honorable Cámara de Diputados, quien fue asesor jurídico de Fox, reconocido teórico del Derecho y además profesor de muchas generaciones lerdenses.
Señores: los árboles que derribaron no son de su propiedad, sino que eran parte del patrimonio de la Ciudad, como todos los demás que viven en parques, a la vera del río y en las banquetas. Bueno en este caso queda demostrado que la política no sirve para mejorar el entorno social, sino para dar impunidad al disponer de todos los recursos en pos de generar un negocio familiar.
¿O qué, la política en México no es un negocio de unas cuantas familias? Inclusive esta gavilla de seudoeducadores y amañados políticos que más allá de ganar canonjías, con estos lamentables hechos usan todo el privilegio que dan los puestos con el viciado y sucio sistema político mexicano, con una anomia que espanta a los azorados y timoratos ciudadanos lerdenses. Pobre Ciudad Jardín, tan cerca de los caciques y tan lejos de Dios.
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