En una de sus frases lapidarias (Opus 453), Carlos Fuentes dice que hay sólo dos cosas que tenemos en común los mexicanos, esa extraña nación que, siendo de las más heterogéneas y quizá la étnicamente más mezclada del mundo, se empeña en pretender un inútil y patético monolitismo. Esas dos cosas que, según Fuentes, vinculan a la nación y forman el Kola-Loka fundamental de la mexicanidad son: el culto a la Virgen de Guadalupe y el odio al gringo.
De la segunda, la verdad, nunca he estado muy seguro. Al menos en el Norte, ese antiamericanismo etéreo se contrapone desde hace dos generaciones a los muy prácticos viajes a chivear a Laredo y el empeño de tener a los críos en escuelas bilingües. Pero de la primera no me cabe ninguna duda: todo mexicano es guadalupano, sea católico, protestante, budista o ateo (gracias a Dios). En lo más íntimo del alma, los mexicanos sabemos que de no ser por la Morenita, a este país se lo hubiera cargado el diablo (ah, ¿qué todavía no?) desde hace ya buen rato. Claro que Nuestra Madre suele dejar desamparados a sus hijos a la hora de anotar los pénalties o marcar delanteros rivales que miden alevosos 15 centímetros más. Pero en general todo mexicano bien nacido sabe a quién encomendarse en los momentos de mayor necesidad.
Llámenlo manía, pero un servidor lleva cuenta de a dónde acudir en busca de ayuda estando en el extranjero. Y no, no me refiero al consulado mexicano más cercano, especialmente a últimas fechas. Digo, si a usted se le pierde el pasaporte, los boletos de avión y la cartera, ¿le pediría ayuda a quienes tienen como jefe a Luis Ernesto Derbez? Sí, nuestro servicio exterior ha sido tradicionalmente una de las pocas burocracias eficaces del Estado mexicano. Pero insisto, en estos últimos tiempos…
Cuando en Extranjia las cosas van mal (o uno quiere que sigan bien), o se está a punto de ponerse a berrear la Canción Mixteca a grito pelón, no hay como acudir a la Virgen de Guadalupe. La cuál, y esto deberíamos saberlo, es una de las más populares del catolicismo, y su imagen puede encontrarse en muchas partes fuera de México. Si requiere su auxilio, consuelo y protección, la puede hallar, por ejemplo, en la nave derecha de Notre Dame de París; o en la del mismo lado de la Catedral de San Patricio en Nueva York (donde, nunca lo olvidaré, me encontré con una dama negra, rotunda de toda rotundidad, llorando a lágrima viva y moco tendido pidiéndole no sé qué a la Morenita en un inglés de Harlem. Una visión impresionante); en Roma hay una capillita dedicada todita a ella a unas cuadras del Coliseo. Y si anda nostálgico en Viena, no hay pierde: ir a la Iglesia de los Capuchinos (cerquita de los caballos lipizanos, equinos que curiosamente hacen monadas) y visitar ahí la tumba de un mexicano, un tal “Maximilien, Kaiser Von Méxiko” (así dice la inscripción), que como debe ser tiene una imagen de la Guadalupana guardando su alma; y, me late, impidiendo que se le acerque el enloquecido fantasma de Carlota.
Esta vocación mariana del mexicano es perfectamente explicable en un pueblo lejos de Dios, cerca de Estados Unidos, históricamente lleno de miserables y de riquezas no aprovechadas, y tradicionalmente gobernado por ineptos y pillos de toda laya. Simple condición humana: el mejor refugio es el maternal, y si es divino, mejor. Además de que, quizá por aquello del “Non fecit taliter omni nationi”, la tradición mexicana nos dice que la Virgen se sigue apareciendo, y de las maneras más extrañas, entre éstos sus entenados.
Así, no pasa un trimestre sin que se reporten apariciones de la Guadalupana que quedan plasmadas en troncos de árbol, manchas de humedad en el Metro de la ciudad de México, comales más bien sucios y tortillas quemadas. Más que nada, creo que la presencia de estas figuras tiene que ver con el desamparo en el que nos sentimos a principios del Siglo XXI (y a lo largo de todo el XIX y XX), la inaudita fe del mexicano, y su proclividad al surrealismo más desvergonzado. Aunque en otros lugares de la Cristiandad se reportan apariciones de la Virgen, lo insólito de los lugares y formas en que se manifiesta en México creíamos que era único. Digo, ¿qué pueblo encuentra la imagen de su Santa Patrona en una mancha de aceite en el suelo del taller mecánico “La bujía sabia”?
Por eso no dejó de sorprendernos que en Estados Unidos se reportara hace poco la aparición de la imagen de la Virgen María en un lugar extraordinario: un sándwich tostado de queso. No sólo eso: el sándwich ya estaba mordido, dado que quien descubrió la imagen ya le había dado su entre, antes de encontrarse con “una cara que me miraba desde la tostada” según propia expresión de la señora Diana Duyser, elaboradora del lonche milagroso. Pero espérense, que hay más: resulta que el sándwich (y la supuesta imagen de la Virgen) tienen ya diez años, y todo ese tiempo la señora Duyser lo guardó con naftalina en un Tupper en el buró de su recámara. Por supuesto, en esa larga década no se desarrolló ni un hongo en el sándwich tostado.
Pero lo que bate el récord de lo absurdo, lo que definitivamente nos demuestra que este mundo ha enloquecido, una señal más (junto al triunfo de Buffalo de la semana pasada) de que El Fin de los Tiempos se avecina, es que la señora puso el sándwich en subasta, al mejor postor, en el principal sitio ciberespacial dedicado a estos menesteres (e-Bay, pues). El cuál en un principio retiró la oferta, según su política de que no se pueden postular bromas. Cuando se aclaró que la cosa iba en serio, se permitió que continuara el regateo en línea. El resultado fue que el sándwich con el supuesto rostro de la Virgen María fue adquirido por un casino de Las Vegas en la friolera de $28,000 dólares. Sí, leyó usted bien: un sándwich de hace diez años (y ya mordido, además) fue vendido en un tercio de millón de pesos. Ese solo hecho nos demuestra que todo es posible en este mundo, y que puede llegar a haber suficientes mexicanos que crean honrado a Madrazo (o a Lopejobradó) como para que cualquiera de ellos tenga la oportunidad de ser presidente de este país. Momento en el cuál, por supuesto, habría que emigrar a Australia.
El affaire de la Virgen de la Tostada (chequen el asunto y las fotos en los sitios de CNN, Reuters y la BBC) se presta a numerosas elucubraciones. Una muy pertinente tiene que ver con que los compradores, siendo de donde y quienes son, difícilmente le van a dar al objeto un uso monacal. ¿Para qué querrán el Santo Sándwich? ¿Qué piensa hacer la Mafia (dueña verdadera y mayoritaria de Las Vegas) con semejante icono? Ésa es una de las preguntas que más duramente me atosiga desde que leí atónito sobre todo este asunto. Ellos dicen que le van a dar “un uso educativo”. Uno tiembla al pensar qué tiene en mente esa gente cuando piensa en la palabra “educación”.
Otra cuestión es que, por supuesto, como en el caso de las apariciones de la imagen de la Guadalupana en sitios por demás inverosímiles, ésta tiene que ver con la buena fe y la buena vista (y la imaginación) del espectador. Porque claro, rara vez estas imágenes son prístinas y claras. En el caso presente, se trata de un claroscuro formado por las áreas quemadas de la tostada, que ciertamente tiene la apariencia de un rostro femenino. La cuestión es que esa cara difícilmente puede ser asociada con la Virgen María. En primer lugar, porque nadie sabe qué fisonomía tenía la Madre de Dios; en segundo, porque sus representaciones varían según las tradiciones nacionales y las apariciones más conocidas (del Pilar, de Fátima, de Lourdes, la Negra de Cestoczowa, la del Cobre de Cuba, nuestra Morenita…) presentan muy diferentes rasgos; y en tercero, porque a quien me recordó la cara de la tostada fue a Jayne Mansfield. O quizá a Marilyn Monroe. O a alguna rubia más bien llenita por el estilo. Cómo se le ocurrió a la señora Duyser que ése era el rostro de la Virgen, se me escapa por completo. Lo que sí es que le sacó provecho al parecido…
Total, que en este principio de milenio, los eventos más extraños pueden suceder… y el capitalismo salvaje neoliberal globalizado se las ingenia para vender y comprar cualquier cosa. Y como siempre, habrá gente que, de alguna manera, sacará provecho de la credulidad ajena y de la humana tendencia a ver lo que no existe. Y creo que esos hijos de la tostada (y no el FMI ni la WTO ni el WB (el World Bank, no el Canal Warner) ni el WC) son los verdaderos villanos de este nuestro siglo.
Consejo no pedido para obrar milagros: Lea “Constancia y otras novelas para vírgenes”, de Fuentes; y vea “El manantial de la virgen” (Jungfrukällan,1960), de Ingmar Bergman, una de las mejores películas de su serie sobre leyendas suecas. Provecho.
PD: Para los que inquieren, preguntan y se angustian: el libro “Esquinas a la vuelta del domingo” se puede conseguir en la librería del Tec de Monterrey. Sirve que conocen las nuevas y hermosas construcciones del Campus (No, en el yeso fresco no se distingue ninguna imagen).
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