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Los días, los hombres, las ideas/Una elección crucial... y compleja

Francisco José Amparán

“Si Deutscher hubiera ganado, tendríamos la peor de las

dictaduras.

Es el antitodo: militarista,

anticristo, antihumano,

antiintelectual”

“El ruido de un trueno”.

Ray Bradbury

En su preciosa colección de relatos “Las doradas manzanas del Sol” (publicada en 1953) el maestrazo Ray Bradbury tiene uno que les resumiré lo mejor posible. Se titula “El ruido de un trueno” y está situado en el año 2055. Se acaba de llevar a cabo una elección mundial, ganada por un pelo por un demócrata decente llamado Keith, por encima de un protofascista llamado Deutscher, cuya descripción hecha por uno de los personajes abre estas líneas. En esos entonces es posible el viaje en el tiempo, pero con muchas limitaciones, dado que cualquier alteración del pasado puede tener enormes e imprevisibles consecuencias.

El cuento trata de una compañía llamada “Safari en el Tiempo, S. A.”, cuyo lema es: “Safaris a cualquier año del pasado. Usted elige el animal. Nosotros lo llevamos allí. Usted lo mata”. Lindo, ¿no? Y resulta que un cliente quiere tener disecado en la sala, cómo no, un tiranosaurio. Digo, si uno es cazador y tiene dinero, le tira (en varios sentidos) a lo más grande. Así pues, la expedición viaja en el tiempo, para dispararle a un Rex que, según se ha investigado previamente (y hasta le han pintado una mancha roja, no sé cómo, para identificarlo), iba a sufrir una muerte natural poco después del safari programado, así que se supone nada se alterará: el bicho sólo morirá unos minutos antes de tiempo. Eso sí, la expedición no puede bajar de una rampa preparada en el lugar exacto donde van a cazar al animal, por aquello de no alterar el ecosistema.

Cuando llegan al año 60 millones a. C., y se enfrentan al tiranosaurio, al cliente le entra el pánico, sale corriendo y da un mal paso debajo de la plataforma. A toda prisa regresan a la nave, desde donde ven cómo al monstruo lo mata la rama podrida de un árbol que le cae en la cabezota. O sea, pasa lo que se sabía iba a pasar. Pero al regresar a 2055, se encuentran con que todo ha cambiado: los empleados de la empresa, el letrero de la puerta, nada es lo mismo. Y entonces se enteran de la cruel novedad: Deutscher ha ganado la elección.

Entonces el cliente se ve la suela del zapato y descubre que, en su mal paso, ha pisado una pequeña mariposa… situación que, a lo largo de los milenios y eones, ha cambiado la historia del mundo… para mal. Sí, ése es el primer ejemplo que conozco del llamado “Efecto mariposa”. No tiene que ver con el aleteo que provoca tifones, pero para el caso.

Estas últimas semanas he traído esa historia metida en la cabeza, porque pareciera que el destino del mundo dependerá de si alguien pisa o no una mariposa (o cucaracha), o qué tantas hamburguesas con queso se coman en un pueblucho de Oklahoma o algún otro hecho inane y pueril de ese tipo. Según las últimas encuestas, las preferencias electorales del sabio pueblo norteamericano están divididas casi por igual entre Bush y Kerry. Así que uno tiene la impresión de que cualquier cosa, el detalle más nimio, puede inclinar la balanza para un lado o para el otro… hacia Keith o hacia Deutscher. Que es como mucha gente en todo el mundo ve los comicios del próximo martes. Y mucho me temo que con razón.

Para complicar las cosas, bien sabemos que los votos populares no dicen nada: después de todo, Al Gore obtuvo cientos de miles de sufragios más que Bush hace cuatro años. Lo importante son los votos electorales, los que se lleva el candidato que gana en un estado. Así que lo crucial es determinar hacia qué candidato se irán qué estados y echar cuentas con eso. Lo cual es más fácil decir que hacer.

Según el sistema de elección por colegio electoral que data de 1783, cada estado de la Unión Americana tiene un número de electores igual al número de congresistas (dos senadores y X representantes) que tiene en el Capitolio. Cifra que depende, por tanto, de la población de cada entidad. De modo que California, la entidad más poblada, tiene 55 votos electorales y Alaska tres… razón más que suficiente para que ningún candidato haya hecho campaña en Alaska desde que yo me acuerdo. Casi siempre el ganador se lleva todos los votos electorales del estado que gana, así haya sido por un puñado de votos populares. El total nacional es de 538 votos electorales.

Así que, para ganar una elección entre dos candidatos principales (sí, ha habido entre tres… así venció Lincoln en 1860), uno de ellos debe recibir 270 votos electorales. Hace cuatro años los (muy discutidos) 25 votos de Florida (ahora son 27, por los cambios demográficos) le dieron a Bush la Presidencia. Claro, si Gore hubiera ganado los once de su estado natal, Tennessee, ni toda la Suprema Corte bailando hip-hop le hubiera robado el triunfo. Aquí la cuestión es que más que analizar las preferencias del pópulo como un todo nacional, hay que ver cómo están las tendencias a nivel de cada estado. Especialmente aquellos que se encuentran indecisos y que pueden ir para un lado o para el otro (razón por la que son llamados Estados Columpio, ‘Swing States’). Para lo cual, según parece, el mejor instrumento es una Tabla Ouija.

Y es que los especialistas o sea quienes se especializan principalmente en crear confusión, no se ponen siquiera de acuerdo qué estados son Columpio y cuáles Resbaladero. A una semana justa de los comicios, por ejemplo, el New York Times clasificaba como Columpios a sólo seis entidades, con un total de 86 votos en el aire. Según esta cuenta, Bush tiene casi seguros 227 votos y Kerry 225: otro empate. En este escenario, a cualquiera de los dos le basta ganar Florida (27) y Ohio (20) para amarrar la elección.

Pero revisando el análisis del Washington Post de ese mismo día, resulta que ese diario (que como el anterior, editorialmente se alineó con Kerry) considera ¡catorce! Estados Columpio, con 151 votos electorales indecisos, teniendo Bush 208 seguros y Kerry 179. La diferencia sustancial es que el Post considera Columpios al importantísimo Pennsylvania (21 votos) y a otros como Oregon (7), New Hampshire (4) y Maine (4), que el Times le da a Kerry. Aquí entre nos, de acuerdo a los patrones históricos y de edad, los cuatro deberían ser para el demócrata. Y Pittsburgh hoy deberá quitarle lo invicto a Nueva Inglaterra.

A propósito: la división político-geográfica de los Estados Unidos está resultando más que notoria en esta elección. El viejo noreste, la Nueva Inglaterra y quizá (ya veremos dentro de dos días) una franja que corre del río Ohio a los Grandes Lagos, junto a la costa del Pacífico, es el corazón demográfico del Partido Demócrata. En el Profundo Sur, el Medio Oeste (con la posible excepción de Minnesota, 10) y las Rocallosas (ídem Nuevo México, 5), Bush es el Mero Bueno. Así pues, el panorama es muy claro: un país prácticamente partido en tres.

Por supuesto, habiendo pasado lo que pasó en Florida hace cuatro años (y ante la posibilidad que el circo se repita y ahora en otros estados cruciales como Ohio), los norteamericanos han tenido que aceptar la humillación de que haya ¡observadores internacionales en estos comicios! Como si fueran República bananera… que, en comparación con México y su muy denostado pero efectivo IFE, pues sí, sí son.

Por lo mismo, según algunas encuestas, una mayoría de la población quiere acabar con el confuso y manipulable colegio electoral y que el Presidente sea quien saque más votos de la raza y ya. Ello implicaría una reforma constitucional que por esos lares toma un buen rato y requiere un largo y tortuoso proceso. Eso sí, allá los barbajanes no toman la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados para frenar un acuerdo de la mayoría.

Mientras eso ocurre, la suerte del mundo estará pendiendo de lo que piense un jovenzazo marihuano en Wisconsin o un viejo granjero descontento (o contento) en Iowa. Y creo no exagerar: Bush es una especie de Deutscher, azuzado por una camarilla de belicosos fundamentalistas, que desprecian la Razón y piensan que Dios les habla. Un escalofriante reportaje en el magazine del New York Times de hace dos semanas, sobre cómo los neoconservadores se creen guiados por el Señor, es para ponerle los pelos de punta a cualquiera. Por algo Bush la ha agarrado personal con Osama bin Laden: piensan básicamente igual; son de los ‘mesmos’: ambos son integristas que reducen la realidad objetiva a su propia, necia, cerrada interpretación.

Total que, en muchos sentidos, cómo le va a ir a nuestro planeta los próximos años depende de lo que ocurra en menos de 72 horas. Crucen los dedos… y sigan con atención de qué color se van pintando estados como Michigan (17) y Wisconsin (10). Suerte a todos.

Consejo no pedido para sentirse tobogán: Lean “El país de Octubre”, de Ray Bradbury. Sí, el país de octubre es… México.

Provecho

PD 1: Gracias por las condolencias. Y por todo. De todos.

PD 2: 10 de noviembre, 8:30 PM, Icocult: El ataque de los clones de esta columna. Nos vemos.

Correo:

francisco.amparan@itesm.mx

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