Vivir en la incertidumbre es de las peores cosas que le pueden suceder al hombre, pero es peor perder la esperanza.
Me gusta el futbol como deporte y como lagunero disfruto los triunfos del Santos, pero admito que soy el menos capacitado para abordar este tema, como no sea y eso atrevidamente desde el punto de vista social.
La última vez que abordé en público un tema de futbol fue hace ya muchos años y lo hice por andar de confiado.
En aquella ocasión, mi estimado amigo Juan Gómez Junco me invitó al programa de televisión que él conducía. Yo me negué, en principio, alegando que poco, muy poco sabía de esas cuestiones, pero Juan insistió y para aceptar puse como condición que me acompañara al programa un gran amigo al que le apasiona desde niño ese deporte del balompié. Su nombre: Alfonso Segura.
Alfonso aceptó acompañarme y yo confié en que en verdad estaría en el canal de televisión el día y hora fijado para esa cita. Pero tuvo un contratiempo, según dijo después y me dejó encandilado con Juan abordando tópicos que apenas si se relacionaban con el futbol, como la sicología de las masas en los estadios.
Recuerdo que mi también amigo Ramón Betancourt, que gusta de vivir con intensidad la pasión del futbol, llamó al programa para protestar argumentando que qué demonios estaba yo haciendo ahí si nunca me había parado en el estadio, lo cual era casi cierto y me defendí diciendo que yo había escuchado a Ramón hablar de París y que me constaba que él nunca había estado ahí. Así que opinaba con el mismo derecho que cualquiera tiene a exteriorizar sus consideraciones sobre un deporte que apasiona a las multitudes. Pero en el fondo, Ramón tenía toda la razón.
Con ese mismo fundamento escribo ahora estas líneas, pues comparto la preocupación de la afición lagunera por la suerte que pueda correr el equipo de la Comarca y desde luego me solidarizo con ella, porque el Santos es parte de nuestra identidad y de la forma de ser de quienes habitamos esta bendita tierra.
En la región han comenzado a aparecer leyendas, de las que da cuenta El Siglo de Torreón en su edición de ayer, tales como: “Salvemos al Santos”. “Un Guerrero Nunca Muere” y “Apoyemos al Santos”.
Salvar, apoyar y morir luchando (porque los guerreros también mueren, pero dignamente en la batalla) son palabras que a los laguneros nos dicen mucho, porque gracias a actitudes de esa naturaleza nuestros antepasados lograron construir lo que ahora es La Laguna.
Sin embargo, como acertadamente lo declaró mi también amigo Raúl Sifuentes, secretario de Gobierno de Coahuila, para salvar al Santos es necesario apoyar todos a la organización deportiva, porque solos, ni el equipo, ni la Iniciativa Privada ni la sociedad pueden lograrlo. Juntos, es posible hacer la hombrada de alcanzar la meta de que el Santos supere esta crisis y se quede en nuestra tierra.
Como lo señala Sifuentes, hay dos cuestiones que deben aclararse para estar en posibilidad de saber qué pasos conviene dar para alcanzar el objetivo señalado: La primera es corroborar si es posible adquirir el equipo; y la segunda, es definir la situación jurídica que guarda, pues lo único que queda claro es que la Secretaría de Hacienda lo tiene bajo su custodia. En términos coloquiales diremos que: Al Santos, lo secuestró Lolita.
Lo que también está claro es que se requieren recursos económicos para enfrentar cualquier eventualidad que se pueda presentar en relación con el equipo, pues problemas como los comentados, al igual que las guerras, se resuelven con dinero, más dinero y mucho más dinero.
Por ese motivo, es importante explorar la posibilidad de constituir un fideicomiso en el que el pueblo, la afición, pueda participar con sus aportaciones a fin de ver si por ese medio se puede salvar al equipo. Desde luego que lo determinante será la participación de la Iniciativa Privada, pues aunque algunos de los grandes consorcios de la Comarca ya dijeron que no están en condiciones de adquirir el equipo, eso no impide que participen de una manera coordinada para rescatar de las garras del infierno a una institución que, como el Santos, es emblemática para todos nosotros.
Los guerreros se forjan en las guerras. Ahí, en el fragor de las lanzas, los sables o las balas, según la época.
Pero además de ese elemento fundamental de apoyo que es el dinero, para salir victoriosos de las guerras se requiere estrategia, valor, disciplina y arrojo.
Creo que si nos lo proponemos, los laguneros podemos salir victoriosos de esta batalla y lograr que el Santos sobreviva en La Laguna.
Sin embargo, como en toda batalla tenemos que ser realistas y admitir la posibilidad de que el equipo no sólo no se quede en nuestra región, sino hasta que desaparezca.
No obstante ello, hay que tener presente que los verdaderos guerreros no mueren en su cama, con el pijama puesto.
Pueden sucumbir, sí. Pero en el campo de batalla. Con honor, el uniforme bien calado y las botas puestas.
La incertidumbre, ahora, nos carcome el alma. Pero la esperanza nos mantiene erguidos y en pie de lucha.
Los tambores llaman al combate. Vayamos a él convencidos de que tenemos que resistir, si queremos vencer.