Cuando nace Alfredo Aguilar Valdés el 21 de agosto de 1946, a las ocho p.m. en esta ciudad de Torreón, en la clínica que estaba y sigue frente a nuestra Alameda Zaragoza, comienzan a pasar para nuestra Comarca los tiempos de su gran esplendor algodonero.
Alfredo es hijo del doctor Luis Aguilar Delgado y de la señora Juana María Valdés, originarios, él de Mapimí, Dgo., y ella de Viesca, Coah. Sus abuelos por parte de padre fueron Atenógenes Aguilar Escobedo y Guadalupe Delgado, originarios de Jerez, Zacatecas. Sus abuelos por parte de madre fueron Antonio Valdés Aguirre y Catalina Galindo Fuentes, originarios de Saltillo, Coah.
Su abuelo paterno fue farmacéutico titulado en el Instituto de Ciencias de Zacatecas y se vino a Torreón, procedente de Mapimí por la importancia que ya tenía para el inicio del Siglo XX la ciudad de Torreón. Puso su botica, llamada Colón, precisamente en la calzada Colón y la avenida Ocampo y, posteriormente, cuando su padre ejerce la medicina a partir de 1935, se junta el consultorio médico con la botica en la esquina de Escobedo y González Ortega donde permanecen por más de treinta años.
En este barrio de aquel Torreón creció Alfredo junto a amigos de todas las clases sociales, ya que en ese entonces no se notaban tanto las diferencias económicas de las familias. De 1952 a 1963 cursó su educación primaria, secundaria y bachillerato en el Instituto Francés de La Laguna, en donde recibió la gran influencia Lasallista en su formación cívica y moral; sin embargo, Alfredo recuerda con gran respeto y agradecimiento las normas disciplinarias que aplicaban sus padres en el desarrollo educativo de él y de sus tres entrañables hermanos: Luis Jesús, el hermano mayor que siempre ha sido un ejemplo a seguir por su tenacidad e inteligencia; Enrique, el hermano artista, que amaba la libertad y que disfrutó a plenitud el ambiente neoyorkino por más de dos décadas, falleciendo en 1991 en la urbe de hierro, y Julio, el hermano menor, destacado abogado empresarial quien además se ha distinguido por su elocuencia y entusiasmo en la cátedra universitaria.
Al terminar su bachillerato, Alfredo se fue a la Ciudad de México a estudiar zootecnia en la UNAM, carrera que termina con todos los honores en 1969, para luego especializarse en Administración de Empresas Agropecuarias y en 1971 comienza lo que califica de “su gran aventura por el estudio y desarrollo de su especialidad” a la que le ha dedicado 34 años de su vida productiva combinada con una larga y exitosa carrera editorial que lo ha puesto en niveles de competencia nacional e internacional.
Como especialista ha participado en diversos estudios para expertos en varios países. En los Estados Unidos en siete universidades norteamericanas: Sull Ross Satate y Texas A&M, Rutgers University, Southern Univ. en Lousiana, Oklahoma State, Universidad de Arizona y en la Estatal de Nuevo México. En Francia Cooperativa Cadauma en el Averyron; en Israel en el Kibutz Shefayim; en Cuba (ISCAH); en Italia (Centro Internacional de la OIT en Turín); en España, en el Centro de Investigaciones del Gobierno de Aragón en Zaragoza, y en la Universidad Politécnica de Valencia, y en Canadá, en la Universidad de Manitoba. Obtuvo su doctorado en administración de agronegocios por el Sistema Universitario de Louisiana.
Ha participado como profesor invitado o conferenciante magistral en 24 universidades de México, Estados Unidos y Centroamérica, y ha sido consultor externo del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura IICA.
Hasta el presente año, es autor y coautor de 23 libros de texto; ha publicado 60 artículos especializados en revistas nacionales y extranjeras. Participa como ponente en congresos y seminarios nacionales e internacionales. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. (CONACYT–SEP).
Las distinciones profesionales que Alfredo Aguilar ha recibido son producto principalmente de su trabajo editorial que ha desarrollado desde 1974: Han reconocido su trabajo la Universidad del Estado de Iowa, la Universidad Nacional Autónoma de México, el Gobierno del Estado de Louisiana, la Universidad Autónoma de La Laguna, la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Universidad de Sonora, la Universidad Autónoma de Sinaloa, la Universidad Autónoma de Chapingo, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, y la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
Pero, claro, no todo puede ser estudio y trabajo, y un día el destino le llevó a la Ciudad de México y en la Confederación Nacional de la Pequeña Propiedad conoció a la profesora María del Consuelo Dávila Montesinos, originaria de Sabinas, Coahuila, que colaboraba con el Lic. Gustavo Guerra Castaños. Echarse la vista encima y convencerse de que habían nacido el uno para el otro fue todo uno. Así que se casaron el 31 de enero de 1976. El matrimonio se llevó a cabo en Agujita, Coahuila, de donde salieron nuevamente al D.F. y en él siguieron viviendo hasta 1982. Alfredo venía colaborando como maestro investigador en la UNAM y lo hizo por 16 años consecutivos, pero su deseo de venirse a su tierra crecía con los años. Se decide y se viene y en agosto del 82 ingresa como profesor e investigador de la Universidad Agraria Antonio Narro y desde entonces hasta la fecha ha prestado allí sus servicios formando jóvenes que provienen de 12 Estados del centro y sureste de la República y de la propia región en los renglones apasionantes de la administración rural o agropecuaria.
Mariana, su única hija, les nace en 1987 y hoy cursa el segundo de bachillerato en la UAL. Sus padres la preparan para que sea una mujer de bien, con sus valores bien arraigados, y que llegue a ser una profesional que sepa respetar y servir a sus semejantes.
Alfredo considera un compromiso social colaborar con las universidades de Gobierno, porque son las que permiten acceso a los jóvenes de las clases populares que, de otra manera, no lo lograrían. Por eso está en la Narro, que a pesar de sus limitantes se ha venido actualizando en sus planes de estudio, y lo que es más importante, se sigue enseñando a los jóvenes el amor por la tierra y por la patria, y esto es algo que Alfredo siente por convicción y vocación.
En 1989 Alfredo es invitado a colaborar en el turno nocturno en la naciente Universidad Autónoma de La Laguna, y como ya venía con una buena experiencia en el terreno editorial desde sus años como autor en la UNAM, le cae como anillo al dedo la misión que desde 1992 le encomendó el Rector de UAL doctor Pedro H. Rivas Figueroa: iniciar una labor editorial participativa con los profesores que han colaborado y colaboran con una de las más activas y dinámicas universidades de la región.
Trabajar por la mañana en la Antonio Narro y por la noche en la UAL, termina diciéndome Alfredo Aguilar Valdés, me permite cumplir con mi vocación y mi misión de vida que Dios me ha encomendado; la vida me ha permitido promover mis conocimiento en otras universidades nacionales y extranjeras que me hacen el honor de invitar compartir las experiencias que voy acumulando y compartiendo sin egoísmos, porque es verdad absoluta que entre más das, más recibes. Estoy viviendo esta época de mi vida a plenitud.
Alfredo Aguilar Valdés es uno de LOS NUESTROS que ha llevado el nombre de México y de Torreón con honor por más lugares, y lo seguirá llevando en el futuro pues física y mentalmente se conserva en magníficas condiciones y su entusiasmo por el estudio no tiene fin.