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Los Nuestros / Víctor Manuel Moreno Medina

Víctor nació en esta ciudad de Torreón, de la que él suele decir una y otra vez a sus amigos, sin cansarse nunca de ello, que es la más bella del mundo, el nueve de septiembre de 1938. Ahora que, lo que dice, además de decirlo con íntima sinceridad, lo dice, también, con cierto conocimiento de causa, pues, viene viajando fuera de México, por toda la esfera terrestre, un poquito cada vez que puede, desde hace treinta años y de su último viaje, que como todos los anteriores, hizo en compañía de su encantadora esposa Irma Alicia Rodríguez Gutiérrez, para visitar Moscú, acaba de regresar apenas hace unos días. Quiere decir esto que tal aseveración no es una verdad general sino una muy íntima de Víctor, por lo tanto muy respetable, pero que a los torreonenses debe llenar de orgullo. Si todos los nacidos aquí o los que aquí crecimos fuéramos capaces de querer a nuestra ciudad como la ama Víctor en voz alta y en todas partes, creo que sería más bella de lo que es.

Cuando se le acabaron sus primeros seis años de edad tuvo que comenzar a aprender que la vida no es como tales los años la pintan y que eso hay que estudiarlo, primero, en la escuela, después la vida se encargaría de enseñárselo y como la escuela El Centenario le quedaba a un par de cuadras de su casa, a ella comenzó a ir todas las mañanas para hacer su primaria. Así pasaron otros seis años. A los trece, allí mismo, pero en la nocturna hizo su secundaria y preparatoria con el profesor Abel Valadez, tiempo en el que, sacando cuentas con los dedos, de algo trabajaba en la Aduana Interior, estudiando y trabajando. El tiempo, igual que ahora, pasaba sin dejarse sentir. Víctor, pues, sin darse cuenta, estudió la carrera de contador privado en la Escuela Bancaria y Mercantil del profesor Adalberto Ruiz, donde por cierto fue condiscípulo de Luis Pimentel Sánchez y de Miguel Ángel Ruelas y a los quince años ya era contador privado y ayudante de contador en el hotel Río Nazas.

De pronto, un día se dio cuenta de que todo lo que había hecho, particularmente sus estudios, no le satisfacían del todo y en 1959, a los 21 años decidió en cierta forma, como la canción, ?volver a empezar?, lo que quería decir irse a la capirucha y allá inscribirse en la Facultad de Comercio y Administración Pública de la UNAM. Lo primero era hablar con Pablo C. y Magda, sus padres, para explicarles, de la mejor manera, que no estaba huyendo de nada, ni era volubilidad lo que le hacía tomar tal determinación sino un genuino deseo de lograr una mejor preparación para poder acceder a mejores oportunidades en su vida. Les hizo, además, la promesa de que realizado su deseo, seguramente tendría que permanecer en la capital algún tiempo para sacar de ella alguna ventaja, pero que para vivir su vida no había en el mundo otro sitio que no fuera Torreón. Así, con la bendición de sus padres y algo para ir tirando, Víctor llegó otra mañana a la capital y la comenzó a conocer buscando una casa de huéspedes que le acomodara. Otras más tendría que seguir buscando, según las direcciones de sus primeros trabajos. Éstos y sus estudios rigieron aquellos años de su vida, sin apenas distracciones. Afortunadamente tuvo suerte, o clara visión de los trabajos que quería encontrar y los encontró. Anderson y Clayton fue uno de ellos; otro, Minnesota 3 M de México, S.A., fabricante de 5000 artículos diferentes, donde llegó a tesorero general; otro más: Colomer, estambres. Por fin, se graduó como contador público en la Facultad de Comercio de la UNAM en 1968.

Entre sus pasatiempos en primer lugar estuvo siempre el karate, en lo que es, desde hace años, cinta negra.

En la Ciudad de México vivió 22 años, de donde regresó el 84. Allá conoció a su señora esposa: Irma Alicia Rodríguez, con quien se casó en 1968, el año de las olimpiadas y a quien conoció en las oficinas de Anderson Clayton, donde ambos trabajaban. Tienen tres hijos: Víctor Manuel, que es licenciado en Derecho, con maestría en Londres; Cristina, licenciada en Hotelería Turística y Roberto, C.P. con maestría en Dallas.

Víctor regresó a esta ciudad en 1984, dispuesto a invertir sus ahorros en un negocio y desde que llegó buscó a sus amigos de siempre, a sus mejores amigos. Entre ellos estaba su compañero de banca en la escuela: Manlio Gómez Uranga y como andaba en plena campaña para nuestra presidencia municipal, puesto que ganaría y ejercería de 1985 a 1987, Víctor lo ayudó nomás llegar y cuando protestó como alcalde, Manlio le nombró su tesorero, puesto en el que le sirvió lealmente.

Al terminar Gómez Uranga su período, ambos amigos se despidieron, Manlio siguió en la política y Víctor se dedicó a sus proyectos de invertir en un negocio, que es el de iluminación que actualmente tiene, pero, mientras lo montaba se dedicó a la venta de fraccionamientos y otras comisiones.

Sus principales pasatiempos, heredados de su padre, son la lectura, la música clásica y la pintura. Su inquieto espíritu viajero le ha permitido satisfacer todos ellos en los más distinguidos museos y teatros del mundo y en su propia y selecta biblioteca.

La afirmación de que Torreón, por el sólo hecho de ser su ciudad, es la ciudad más bella del mundo, como Víctor Manuel Moreno Medina dice de la Perla de La Laguna, donde nació, lo hiciera uno de LOS NUESTROS si no lo fuera por nacimiento.

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