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Los retos del PRD

Gabriel Castillo

Por lo que puede apreciarse, este 2004 será para todos los partidos políticos un año dedicado a la reorganización, al ordenamiento interno, a la superación de disputas intrapartidarias, a la modificación de estatutos, al establecimiento de reglas y mecanismos para la selección de candidaturas presidenciales, en fin, a preparar el terreno para la contienda electoral de 2006. El Partido de la Revolución Democrática desde luego no será la excepción.

Es innegable que la coyuntura política es favorable para que la ciudadanía decida voltear a la izquierda, especialmente cuando los saldos “a la mitad del camino” del Gobierno panista son negativos para la mayoría de la población y cuando las burdas simulaciones de unidad no logran ocultar la profunda división que persiste en el Partido Revolucionario Institucional. Además el hecho de seguir gobernando con éxito en la capital del país y en otras entidades, hacen del Partido de la Revolución Democrática una opción seria de Gobierno para los mexicanos.

El PRD no puede ni debe apostar a tener hasta el día de hoy, el precandidato mejor posicionado de cualquiera de los partidos políticos con posibilidades reales de ganar la Presidencia de la República, sino que debe asumir los retos fundamentales de la unidad y de una verdadera renovación en cuanto a líneas estratégicas, normatividad interna o propuestas programáticas, de forma tal que esté en condiciones de convertirse en opción de triunfo, al encabezar el surgimiento de una amplia fuerza social y política para ganar elecciones, promoviendo una efectiva participación popular de las comunidades rurales, las colonias, los sindicatos, las organizaciones sociales, las asociaciones políticas y otros partidos de izquierda. Esto significa convertir el partido en un verdadero instrumento de la sociedad, para dejar de ser un botín de grupos al interior que se han aprovechado de los electores, los militantes de base y la sociedad misma para apropiarse de espacios de poder.

Esto que se señala no puede continuar, pues dejaríamos de estar a la altura de la gran oportunidad que tenemos los mexicanos de que la izquierda triunfe en 2006 con un proyecto distinto al neoliberal y así empezar la necesaria transformación de este país. Transformación que implica hacerle justicia a millones de mexicanos que hoy sobreviven en la extrema pobreza, a las mujeres que son víctimas de la inseguridad y la violencia, a los niños mal alimentados y sin escuela, a los campesinos que han venido perdiendo la esperanza de volver a ver sus tierras produciendo, en fin, lograr revertir los efectos negativos que sobre la población ha tenido un modelo económico que se viene aplicando en México desde 1982 y que en esta administración panista se ha profundizado, con los riesgos que ello conlleva en cuanto a la irrupción de conflictos sociales.

Por fortuna la ciudadanía se ha dado cuenta de que sí es posible impulsar una política económica y social distinta, que atienda a los más débiles y deje de proteger solamente a los poderosos. El Gobierno de empresarios para empresarios que reconoció encabezar el presidente Fox, ni siquiera a ellos les ha cumplido. Pero, por otra parte, también se han venido convenciendo los electores que de ninguna manera es conveniente un regreso al pasado, es decir, que la amenaza de restauración priista, o sea el retorno de la cultura del autoritarismo y la corrupción, por fortuna se va alejando gracias a la insalvable fractura que hoy vive el PRI debido a las desmedidas ambiciones de personas y de grupos en su interior.

Es por ello, que, insisto, si el PRD no se renueva en su cultura política y se fortalece en su vida interna, perderá la gran oportunidad histórica de encabezar un Gobierno nacional con una orientación de izquierda y correrá el riesgo de ser rebasado por una sociedad que hoy busca liderazgos más allá de los partidos. Ya no hay tiempo, el PRD tiene este año para demostrar a la sociedad que tiene precandidatos con perfil ganador, tiene definición política y programas orientados a devolverle la soberanía al pueblo, es decir a promover una verdadera democracia participativa que haga posible controlar el Estado desde abajo y reconstruir el deteriorado tejido social en nuestra nación. Los retos del PRD no son fáciles de superar, pero bien vale la pena que todos los actores políticos dentro del mismo, hagan el mejor de los esfuerzos para lograrlo, en virtud de que lo que está en juego no es sólo el partido o los intereses de grupo, sino la viabilidad y el futuro del país.

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