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Los reyes

Emilio Herrera

Lo bueno de los Reyes Magos son las roscas de reyes. ¡A que sí! Porque, el que más, el que menos, y aún con miedo a llevarse a la boca en la mordida al famoso monito, todos se comieron el día seis más de una rebanada acompañada del tradicional chocolate caliente que con el friito de esos días abría las ganas de otra.

Ahora no nos sorprendemos de que las cosas se sepan rápido, pero no deja sorprender que la noticia de que un niño iba a nacer en Belén en la fecha en que nació se supiera en la India, por ejemplo, con los meses de anticipación necesaria para que estos tres reyes, magos o astrólogos, se pusieran de acuerdo en ir a presentarle sus respetos y en marcha de inmediato para lograr llegar con sus regalos unos cuantos días después del nacimiento, dando tiempo a que los protagonistas descansaran del trance y no ser inoportunos.

Melchor, Gaspar y Baltasar, además de reyes y de magos, eran ricos y sabios; el primero, como buen líder dirige el viaje y como todos los conductores no se cansa de decir a sus compañeros, que los tres son lo que son y además iguales, aunque cada día de camino demuestra que en la famosa caravana los únicos chapulines que brincaban era los suyos; Gaspar ni fu ni fa, y Baltasar, que era negro, adelantando el destino que les esperaba a sus sucesores cuando llegarán a Norteamérica, a todo decía que sí.

Pero aquel día fueron espléndidos, como ustedes saben: En aquel pesebre en que encontraron, no sin cierta desilusión, al niño que venían buscando y que encontraron después de mucho preguntar “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos siguiéndola para adorarle” No les informaron porque nadie sabía, pero entonces la estrella que habían seguido comenzó a moverse de nuevo, hasta que fue a quedar encima de donde estaba el niño. Oro, incienso y mirra fue lo que los Reyes Magos ofrecieron de regalo al recién nacido. Pero, lo bueno es que a los Reyes Magos les gustó el viaje, y lo siguen haciendo cada año. Melchor que es el más rico escoge las casas más grandes y ostentosas y vacía en ellas sus sacos. Al menos hasta ahora, nunca han faltado allí los regalos. Gaspar, lleva más carga que los otros dos, aunque sus regalos no sean de tanto valor, y muchas veces no tengan que ver nada con los que los niños de tales hogares le pidieran, pero, en fin, peor sería nada. Eso, nada, es lo que le toca repartir a Baltasar, el negrito; pero, dicen que tiene buen humor y, de alguna manera se mete en los sueños de los niños que de él deben recibir algo, y quien sabe qué les cuenta que les deja felices, y amanecen con una inexplicaba sonrisa de felicidad que les dura días y días.

Otra de las cosas buenas que tenía el Día de Reyes, y que va perdiendo, pero, vamos, todavía queda uno que otro cumplidor, es la fiesta obligada para los que mordieron y se encontraron con un monito en la boca, que tiene que hacer a sus amigos el dos de febrero Día de la Candelaria. Y a rajarse a su tierra, como decía mi compadre “Liandro”.

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