Con profundo dolor por los atentados terroristas al pueblo español.
Como todos pudimos ver, a los perredistas tampoco les amarraron las manos de chiquitos, aunque creo que hubiera sido más fácil para la gente aceptar el circuito cerrado de corrupción que enlaza al Gobierno que sustentó su campaña en una supuesta honestidad valiente, que la puerilidad y la mariconería con que cada uno de los corruptos intenta eludir su responsabilidad.
Da pena ajena ver cómo unos funcionarios públicos que hasta ayer imaginábamos respetables, se convirtieron de pronto en una miserable desbandada de ratas. Lo menos que merecíamos era una corrupción valiente, era escuchar a López Obrador diciendo algo así como: Lo siento, fallamos pero estoy dispuesto a colaborar para que todo esto se esclarezca y se aplique todo el peso de la Ley a los culpables. Pero no, no ha dicho nada de eso y yo me niego a seguir escuchando tonterías.
Necesito tomar distancia, me dije a mí misma y encontrando que el pretexto era bueno, acepté la invitación de una amiga para realizar un viaje de madres e hijas a Houston que como todos sabemos, es el paraíso de los tabaratos (adjetivo que los comerciantes texanos aplican a los compradores compulsivos mexicanos a quienes oyen con frecuencia repetir ta’barato ¿no?)
Preparadas emocionalmente para enfrentar la paranoia que ha generado la guerra entre los estadounidenses; volamos hacia allá. Empezábamos a aposentarnos en la casa de nuestra gentil anfitriona cuando aparecieron las niñas a comunicarnos las instrucciones precisas para facilitar el buen desarrollo de la convivencia: ellas dispondrían de los autos y el dinero para lanzarse a la caza de ofertas mientras nosotras nos ocupábamos de comprar comida, cocinar y esperarlas para celebrar sus hallazgos.
Una vez definidas las reglas; las madres pusimos manos a la obra y todo resultó de maravilla. Por nuestra eficiencia y obediencia; nuestras niñas nos premiaron con simbólicos obsequios. April Sounds, es el sugerente nombre del bosque donde se encuentra la casa que nos dio cobijo y donde todo era vino y rosas hasta que la televisión nos echó encima el horror de los atentados en España.
Duele porque el pueblo español -esa bola de gritones- son buena gente que trabaja duro para vivir blandito. Vividores en el buen sentido de la palabra, los españoles son por afinidad, mis extranjeros favoritos. Este nuevo atentado que han sufrido, duele por ellos pero también por nosotros que si seguimos por el camino de la corrupción, la impunidad y la vergonzosa desigualdad que éstas generan; estamos atentando contra la paz que es hasta ahora nuestro más esperanzador patrimonio.
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