Por única vez, y sin que el caso siente precedente, el señor Cantalarrana, pilar de la comunidad, asume el papel de un empresario de grandes y poderosas empresas.
Está muy contento el empresario. Su señora esposa ha decidido tomar clases de Biblia. Eso, piensa el señor Cantalarrana, la apartará al menos por algún tiempo de otros entretenimientos más costosos.
Toma el señor Cantalarrana el texto y los apuntes que su señora usa en la clase y lee: "Eclesiástico, capítulos 33 y 34: "... Si tienes un hombre a tu servicio trátale como a ti mismo; es para tus obras tan importante como tú mismo... Igual al que mata a un hijo en la presencia de sus padres, es el que da limosnas con lo robado a los pobres... No se complace el Señor con las ofrendas de quienes no son justos. El que derrama sangre y el que defrauda al jornalero, hermanos son...".
El señor Cantalarrana hace un gesto de irritación y arroja la Biblia a un lado.
-¡Carajo! -dice muy molesto-. ¡Yo pensé que la Biblia era un libro confiable!
¡Hasta mañana!...